Por Nara Romero Rams
El acuerdo firmado por el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, y el presidente de Somalilandia, Muse Bihe Abdi, concede a Addis Abeba 20 kilómetros de acceso al golfo de Adén y al mar Arábigo por un periodo de 50 años, además de permitir diversificar la entrada a puertos marítimos y fortalecer la asociación en materia de seguridad, economía y política.
A cambio, debe reconocerse de manera formal a Somalilandia que autoproclamó su independencia de Somalia en 1991, sin que hasta la fecha las Naciones Unidas reconozca a esa región como Estado nacional.
El acuerdo fue rubricado después que Mogadiscio y esa región semiautónoma acordaran una semana antes reanudar las negociaciones para resolver las cuestiones pendientes tras años de tensión política y estancamiento.
La reacción de rechazo a ese convenio del gobierno somalí no se hizo esperar, el cual consideró una violación flagrante de su soberanía y unidad y como consecuencia llamó a consultas a su embajador en Addis Abeba.
En una declaración oficial se hizo un llamamiento a la ONU, la Unión Africana, la Liga Árabe y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo, entre otros, a defender el derecho de Somalia a proteger su soberanía y obligar a Etiopía a adherirse a las leyes internacionales.
Dos días después del anuncio, durante una sesión informativa para los jefes de las misiones diplomáticas acreditadas en el país, el entonces asesor de Seguridad Nacional del primer ministro, Redwan Hussein, dijo que ese acuerdo permitiría desempeñar un papel importante en la paz y seguridad regional y garantizar su supervivencia.
El ministro de Justicia Gedion Temothewos precisó que no se refiere sólo al acceso al mar o puerto, sino que también incluye vastas áreas de cooperación en comercio, inversión, tecnología, agricultura y turismo.
Por su parte, el asesor en Política Exterior del jefe de gobierno local, en aquel momento Taye Atske Selassie, afirmó que Etiopía abogaba por medios pacíficos en acceder al mar y ganar puertos.
Turkiye de mediador
En julio pasado, los ministros de Relaciones Exteriores de Etiopía y Somalia, por mediación de Türkiye, dialogaron en Ankara para resolver sus problemas y garantizar la estabilidad regional.
Por invitación de su homólogo turco, Hakan Fidan, el canciller etíope, Taye Atske-Selassie, y el somalí, Ahmed Moallim Fiqi, sostuvieron un intercambio sobre sus diferencias y exploraron vías para abordarlas dentro de un marco mutuamente aceptable.
Recientemente, el canciller turco informó que pretende reunirse por separado con sus contrapartes de Somalia y Etiopía antes de la tercera ronda de conversaciones de Ankara, prevista para el 19 de septiembre, pero aplazada ante compromisos en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Fidan declaró que continuaba interactuando con las partes involucradas a nivel ministerial y de jefe de Estado y agregó tener esperanzas de encontrar una solución ya que ambas partes habían “convergido hasta cierto punto” durante las conversaciones.
Reveló también que se aprendieron “lecciones” de las dos primeras rondas de conversaciones.
Las contribuciones que, según Etiopía, olvida Somalia
El actual enfoque antagónico de los líderes de Somalia es vergonzoso y una negación total de Etiopía que ha contribuido enormemente a mantener la condición de Estado de su país, expresó el veterano diplomático etíope Tiruneh Zena.
Consideró a Etiopía como ancla y nación histórica en África y advirtió que Mogadiscio está adoptando medidas sin precedentes y una retórica negativa contra Addis Abeba al invitar a potencias externas que buscan influencia geopolítica.
Ante esa escalada de tensiones, muchos expertos manifestaron su preocupación de que la hostilidad pueda poner en peligro la estabilidad bien ganada por la que Etiopía se sacrificó enormemente, señaló el diplomático.
“Durante años, Etiopía ha sido un aliado firme, que ha contribuido militar, diplomática y económicamente a la frágil estabilidad de Somalia y las tropas etíopes en particular fueron fundamentales para frenar el poder de los grupos terroristas”, subrayó.
Además, continuó, los diplomáticos etíopes utilizaron su influencia para obtener buena voluntad y ayuda internacional para la reconstrucción de ese país. “Cuando Somalia se desintegró en facciones, fue Etiopía quien hizo todo lo posible para que ese país fuera un Estado y lo reconstruyera”, recalcó.
Precisó que las contribuciones de Etiopía emanan inherentemente de su política exterior que concede la máxima importancia a los países vecinos, teniendo en cuenta que un número significativo de ciudadanos de Somalia, Eritrea y Djibouti también residen en este país.
“Esas personas comparten la misma identidad y lenguas con la población de Etiopía. Muchos somalíes residen en Etiopía, en particular en la capital, Addis Abeba, lo que es una clara demostración de que compartimos el mismo número de población”, destacó.
Mientras seamos un país antiguo con historia, cultura y civilidad, espero que como nación continúe forjando la paz y la estabilidad en la región y más allá, concluyó.