viernes 15 de noviembre de 2024
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Desafíos de los partidos progresistas

Sao Paulo (Pensando Américas): Tuve el honor de que me invitaran a inaugurar el 26 de septiembre último, en la Ciudad de México, el XXVI Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”, auspiciado por el Partido del Trabajo que, en alianza con los partidos Morena y Verde, eligieron a la primera mujer presidenta de México: Claudia Sheinbaum.

Por Frei Betto

   Ante delegados de partidos progresistas de cinco continentes, comencé señalando los siete obstáculos a la gobernabilidad:

   1) Dificultades económicas debido a la dependencia externa, lo que imposibilita implementar políticas de distribución de la renta y combatir la pobreza. En general, los países en desarrollo han dependido históricamente de la exportación de materias primas y la explotación de sus recursos naturales. La volatilidad de los precios en el mercado internacional y la presión de las instituciones financieras hegemónicas, como el FMI, les impiden a los gobiernos mantener programas sociales sostenibles a largo plazo.

   2) Gobernanza y corrupción. En muchos países, las fuerzas progresistas se sienten obligadas a negociar con las fuerzas conservadoras a fin de garantizar la gobernabilidad. Y las estructuras de gobierno se ven contaminadas por la corrupción, lo que hace refluir el apoyo popular.

   3) Avance de la derecha. Los sectores de derecha, respaldados por las big techs y las redes digitales (robots, algoritmos, inteligencia artificial) se apropian de la agenda de las costumbres, tan sensible para la población, y manipulan el sentimiento religioso. Adoptan una retórica nacionalista, xenófoba, antinmigrantes y a favor del neoliberalismo.

   4) Falta de unidad de las tendencias de izquierda de cada país y, por tanto, de estrategias comunes.

   5) La presión imperialista, como los bloqueos a Cuba y Venezuela, asfixia la economía de los países progresistas, lo que afecta las condiciones de vida de la población.

   6) No hay una gestión correcta de la crisis climática y los recursos naturales. Existe una tensión entre el desarrollo económico y la preservación ambiental. La explotación de los recursos naturales (minerales, petróleo, productos del agronegocio, etc.), por lo general en manos del capital privado, desencadena conflictos con los movimientos indígenas y ambientalistas.

   7) Son insuficientes los mecanismos destinados a combatir la desigualdad social y el racismo estructural. Y las poblaciones indígenas y negras tienen una presencia precaria en las esferas de poder.

   Subrayé que ser de izquierda es, sobre todo, una opción ética, lo que exige de sus militantes coherencia entre la acción y los principios abrazados. Fidel (Castro) me dijo un día que un revolucionario puede perderlo todo: la familia y el empleo, porque pasó a la clandestinidad; la libertad, porque cayó preso; la vida, porque lo asesinaron. Lo único que no puede perder es la moral, porque eso compromete a ojos del pueblo la causa que defiende.

   En América Latina, los gobiernos progresistas han creado herramientas importantes de integración entre los países, como el ALBA, la CELAC, UNASUR, el Foro Social Mundial y el Foro de São Paulo, todas sin la presencia de los Estados Unidos. Pero no siempre esas instancias son debidamente valorizadas.

   Muchos líderes de izquierda se dejan picar por la “mosca azul” e insisten en perpetuarse en el poder, lo que causa una ruptura entre los sectores progresistas y un desgaste popular. Y muchos militantes se incorporan a las estructuras de gobierno y abandonan la responsabilidad de darle seguimiento al trabajo de base.

   En muchos países, la capacidad de movilización de la derecha supera a la de la izquierda.

   Los hechos demuestran que las políticas sociales no son suficientes para cambiar la manera de pensar del pueblo. Para hacerlo se requiere un intenso y sistemático trabajo de educación política, ya que toda la población sufre una deseducación política profunda, capilar, debido a la cultura que se respira, o a la familia, la escuela, la religión y, sobre todo, las redes digitales.

   Son necesarias menos consignas y más Paulo Freire. Sin darle su justo valor a la educación popular, la economía solidaria, el cooperativismo, la cultura y el arte populares y los movimientos identitarios y ambientalistas difícilmente surgirá una nueva generación de militantes capaz de formular una sociedad pos-capitalista y luchar por ella.

   En resumen, necesitamos resignificar el socialismo. Y guardar el pesimismo para días mejores.

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