El Gobierno estadounidense anunció el lunes nuevas regulaciones que restringen las inversiones en los sectores de semiconductores, Inteligencia Artificial (IA) y tecnología cuántica de China, las cuales entrarán en vigor en enero del próximo año.
Esta acción coincidió con un anuncio hecho por el gigante estadounidense de semiconductores, Intel, de un plan de expansión de 300 millones de dólares de su base en el suroeste de China, lo que demuestra una vez más cómo las políticas de Washington se contradicen con el criterio, las decisiones y los intereses de las empresas estadounidenses.
Para gigantes tecnológicos estadounidenses como Intel, Apple, Tesla, Nvidia y Qualcomm, China es un mercado indispensable con un gran potencial para generar utilidades, lo que pueden, a su vez, impulsar su amplia labor de investigación y desarrollo.
Sin embargo, estas regulaciones restrictivas implican el riesgo de paralizar a las empresas tecnológicas estadounidenses en un mercado de alto crecimiento e impulsado por la tecnología, colocándolas en desventaja competitiva a nivel mundial.
El mercado mundial de semiconductores se encuentra actualmente en una recuperación lograda con grandes dificultades, impulsada en gran parte por el fuerte desempeño de China.
De acuerdo con los últimos datos de la Asociación de la Industria de Semiconductores de Estados Unidos, las ventas de semiconductores de China tuvieron un aumento interanual de 19,2 por ciento en agosto, lo que contrasta con el modesto crecimiento de 2 por ciento de Japón y el descenso del 9 por ciento de Europa en el mismo período.
Estadistas tanto de Estados Unidos como de China esperan con gran interés una revolución tecnológica para impulsar un crecimiento económico sostenido. Sin embargo, el aislamiento de la segunda mayor economía del mundo tendrá un alto costo para las empresas tecnológicas de Estados Unidos, que están a la vanguardia de esta revolución.
Además, este enfoque contradice claramente los principios de la economía de mercado y la competencia justa, contrario a lo asegurado por el presidente estadounidense, Joe Biden, de que su administración no impulsa una agenda de «desacoplamiento» de China.
La preocupación de Estados Unidos por la pérdida de su ventaja tecnológica es comprensible. Sin embargo, debilitar las luces de otros no mejorará su propia posición.
De forma similar, considerar a China como un «rival estratégico» y empuñar el comercio y la inversión como un arma para hacer avanzar una agenda políticamente cargada e ideológicamente sesgada conducirá a un escenario sin ganadores.
El espíritu emprendedor que una vez impulsó a Estados Unidos hacia la grandeza también es crucial para el éxito futuro del país. Sería aconsejable que el Gobierno de Estados Unidos preste atención a las voces de las empresas en lugar de ponerles obstáculos en el camino.