Por Paulo Cannabrava Filho
El objetivo: anular las condenas impuestas por el Supremo Tribunal Federal y rehabilitar políticamente a las figuras que participaron o apoyaron los ataques del 8 de enero.
Es más que un intento de borrar el pasado -se trata de una ofensiva para subordinar al Poder Judicial frente al Legislativo, en un juego peligroso que pone en riesgo la estabilidad institucional.
El Congreso, encabezado por figuras alineadas con el bolsonarismo, intenta imponer su voluntad mediante el chantaje: o el Supremo cede, o el desgaste político será alimentado continuamente por la narrativa de la amnistía.
El expresidente Jair Bolsonaro, aunque formalmente inelegible y ahora en prisión domiciliaria, sigue articulando desde las sombras. Su actuación sigue siendo un factor de desestabilización. No se trata solo de proteger a sus aliados: Bolsonaro quiere amnistía para sí mismo.
Y, más aún: quiere volver a ser candidato en 2026. Su táctica es clara: mantener vivo el conflicto entre los Poderes, presionar al Supremo y jugar con el tiempo y el ruido de su base.
La propuesta de amnistía presentada por sus aliados es amplia, peligrosa y absurda: no solo perdona los actos golpistas del pasado, sino que crea vacíos para justificar acciones futuras, blindando políticamente nuevas embestidas autoritarias. Es una especie de salvoconducto institucional para quienes quieren violar la Constitución.
Hay que decirlo con todas las letras: amnistiar crímenes contra la democracia es atentar contra el propio Estado Democrático de Derecho. El Poder Judicial cumplió todos los ritos legales, garantizó la amplia defensa, actuó con base en pruebas contundentes. El Congreso, al intentar revertir esas decisiones, no busca justicia -busca impunidad. Y, más: busca revertir la correlación de fuerzas entre los Poderes.
Ese es el dilema central de 2025: el Poder Judicial, sustentado en la legalidad y en la Constitución, frente a un Congreso en gran parte capturado por el bolsonarismo y la lógica del chantaje permanente. La sociedad civil debe mantenerse atenta. La democracia no se defiende sola.