José Luis Centella Gómez
Bajo el liderazgo de Donald Trump, Washington abandona cualquier retórica multilateral para abrazar abiertamente un proyecto de dominación global, sustentado en el unilateralismo, la presión militar, el control tecnológico y la subordinación económica de regiones enteras.
Desde esta perspectiva, aunque el texto pretende presentarse como una actualización pragmática de prioridades globales, la simple lectura de su contenido confirma un proyecto que intenta mantener la dominación USA. En este sentido, la directiva de Trump plantea cambiar de estrategia para tratar de conseguir la hegemonía estadounidense mediante una estrategia abiertamente nacionalista y unilateral.
Mientras Biden en su directiva de Seguridad Nacional, publicada en 2021, buscaba legitimar la hegemonía estadounidense mediante alianzas amplias y un discurso de democracia frente a autoritarismo, la directiva de Trump abandona la retórica de valores compartidos. En su lugar, impone una lógica de intereses nacionalistas directos, define qué es seguridad y estabilidad en función del sometimiento a los intereses de EE.UU., condicionando cualquier tipo de ayuda y alianzas a la alineación con Washington y el rechazo de la influencia de China y Rusia.
Supremacía de EE.UU. como Condición del Orden Mundial
Aunque el texto afirma textualmente que EE.UU. “no busca la dominación global”, la estrategia presenta la supremacía estadounidense como indispensable para la prosperidad mundial. La paz se concibe solo si nadie desafía el poder de Washington, y cualquier alternativa, multilateralismo, integración regional o autonomía estratégica, es tratada como amenaza.
La fuerza militar es central para imponer esta “estabilidad”, legitimando el despliegue global de las Fuerzas Armadas y el uso de la tecnología como arma geopolítica, especialmente en inteligencia artificial, biotecnología y computación cuántica.
El documento que define la estrategia de EE.UU. hace un repaso por las diferentes zonas geográficas.
América Latina y Caribe, endurecer la aplicación de la doctrina Monroe
En relación con América Latina y el Caribe reafirma la Doctrina Monroe, rebautizada como “Corolario Trump”, considerando esta región como un área de influencia exclusiva de los EE.UU., por lo que plantea los objetivos de minimizar la presencia de China y revertir cualquier avance de integración regional autónoma.
La estabilidad y el buen gobierno se relacionan directamente según la directiva, con la existencia de gobiernos dóciles y subordinados a EE.UU.
La cooperación en seguridad y la lucha contra el narcotráfico se convierten en instrumentos de control, mientras el despliegue militar recuerda épocas de intervenciones directas.
El despliegue militar frente a las costas de Venezuela y Colombia es presentado como ejemplo de esta estrategia que nos retrotrae a la época de las intervenciones militares de EE.UU. en la región y a la operación cóndor de exterminio por la fuerza de cualquier oposición al dominio de EE.UU. en la región.
Asia: Aislar a China y militarizar el Indo-Pacífico
China es identificada como el principal obstáculo para consolidar la hegemonía unilateral USA, por ello, la estrategia busca aislarla, disminuir su influencia política y economía en el ordenamiento internacional.
La militarización del Indo-Pacífico y la presión sobre Japón, Corea del Sur y Australia para aumentar su gasto militar forman parte de ese intento de cerco geopolítico sobre China. Taiwán ocupa un lugar importante en la directiva de Trump, no solamente por lo que supone de provocación a China, sino también, por la importancia de su industria de semiconductores y su posición estratégica, clave para el comercio mundial y la contención de China.
Europa: Tutela ideológica y sumisión militar
El documento, en una cercanía con los discursos de fuerzas neofascistas europeas, describe a Europa como un continente debilitado, que ha perdido “claridad moral” y “fortaleza política”, lo que sirve a Trump para justificar una intervención estadounidense más directa en la orientación política del continente. Europa deja de ser un posible aliado como planteaba Biden para convertirse en un espacio a moldear.
Respecto a la guerra de Ucrania, la directiva muestra un cierto “coqueteo” con Rusia, buscando debilitar la alianza Moscú-Pekín y reintegrar a Rusia en el G-7, no por pacifismo, sino para reconfigurar a su favor el tablero geopolítico.
Oriente Medio: Control energético y alianzas selectivas
La región sigue siendo clave para la seguridad energética global desde la perspectiva de apuntalamiento de la hegemonía estadounidense, de esta manera, se mantiene la alianza histórica con Israel, dejando que avance en su ocupación de Gaza y Cisjordania, en el genocidio del pueblo palestino en su objetivo de alcanzar la limpieza étnica en la zona.
Al tiempo se busca recomponer relaciones con Arabia Saudí y Egipto, deterioradas por la ofensiva israelí en Palestina. Una vez controlada Siria, mediante su desmembramiento, Irán es señalado como principal obstáculo para el dominio regional. El control militar y la gestión de recursos energéticos siguen siendo prioritarios para EE.UU.
África Oriental: Neocolonialismo geoeconómico
África Oriental es vista como un espacio de competencia con China, buscando apoderarse de sus recursos naturales en general y de forma muy concreta los minerales “raros”, siendo tratada un territorio para dominar reproduciendo la estructura centro-periferia del colonialismo, con el objetivo de mantener sus recursos bajo control estadounidense o de aliados afines.
Conclusión: La Directiva de Trump, un proyecto incompatible con el multilateralismo
El análisis global de la Directiva de Seguridad Nacional de Trump revela que EE.UU. no está dispuesto a aceptar un mundo multilateral, su proyecto nacional-capitalista requiere un orden de hegemonía unilateral, donde la paz y la estabilidad solo se conciben si sirven a las necesidades estructurales del capitalismo estadounidense, de manera inmediata a su reindustrialización, control tecnológico y apropiación de recursos naturales.
La directiva no es solo una estrategia de seguridad, sino una declaración de intenciones sobre el tipo de orden internacional que Washington pretende construir.
Necesidad de un plan alternativo
Para quienes defendemos el multilateralismo y la igualdad soberana, este documento es una advertencia y una declaración de intenciones que puede considerarse una verdadera declaración de guerra.
Frente al intento de consolidar violentamente la hegemonía unilateral estadounidense, sin más dilataciones, es urgente construir un proyecto alternativo que sea un verdadero consenso en defensa del planeta, y defina un plan basado en un ordenamiento de las relaciones internacionales de carácter multilateral, la resolución pacífica de conflictos, la solidaridad entre regiones y un modelo de seguridad integral que priorice las necesidades de los pueblos, no los intereses del capital.
Este plan debe surgir de un amplio proceso participativo, con amplia implicación social, política e institucional, que lo convierta en una herramienta práctica, no en un documento retórico. Como recordaba Martí, a un plan solo se le derrota con otro plan.
Desde la comprobación de la gravedad de la situación, el desafío urgente para las fuerzas progresistas y anticapitalistas es la convocatoria del marco que permita articular ese proyecto común que permita enfrentar los problemas globales desde la cooperación, la justicia y la defensa de la vida en armonía con la naturaleza.