Durante la conferencia virtual impartida en el marco del primer proceso de formación política de «Abya Yala Soberana: Decolonialidad, plurinacionalidad y buen vivir», celebrada el pasado 8 de mayo, el sociólogo de Puerto Rico, Ramón Grosfoguel, compartió sus ideas sobre la importancia del antimperialismo decolonial frente a los proyectos de las élites occidentales.
El pensamiento decolonial convoca a repensar la acción política, y es muy importante la propia educación para crear un diálogo horizontal que contraste con el monólogo eurocéntrico de la modernización y su proceso constituido por la globalización.
La práctica política decolonial, según Grosfoguel (2007), tiene su base en un proyecto utópico.
Para lograr un diálogo realmente horizontal hay que luchar por una transformación global y por la deconstrucción de las estructuras coloniales de poder. Solo así la reformación de los saberes y la nueva pedagogía crítica tendrán verdaderos efectos en la sociedad, así la teoría de la decolonialidad puede ser ejercida como un instrumento a la par de la globalización.
Ninguna guerra surge de manera espontánea, todas son planificadas con varios años de anticipación.
A su juicio, Puerto Rico tiene la ventaja de saber cuándo Estados Unidos va a una guerra porque en el complejo militar naval de Roosevelt Roads, al este del país, es el lugar donde el imperio ensaya todas las invasiones militares desde mediados del siglo XX.
Después, solo queda buscar el pretexto para intervenir o justificar la guerra y así tener el apoyo de la opinión pública porque son los contribuyentes quienes financian las confrontaciones militares.
Estados Unidos tampoco respeta ningún acuerdo y tiene una trayectoria de violación de todos los pactos en los cuales participa. Es un imperio que no tiene palabra, no le puedes creer nada de lo que dice.
La gran potencia está en decadencia, ya no puede ir por las leyes del mercado establecidas por ella misma a nivel internacional después de la Segunda Guerra Mundial, por medio de los Tratados de Bretton Woods, pues ya no les sirven y no pueden competir de igual a igual con nadie porque sus empresas quedaron rezagadas en el orden tecnológico frente a otras potencias emergentes.
Por eso ahora, según Grosfoguel, Estados Unidos acude a la guerra sucia, las sanciones, agresiones, bloqueos económicos, a un complejo de medidas para atacar la competencia.
Ejemplo de ello, Ucrania, donde la guerra fue manufacturada en Washington. El libreto de esa confrontación puede encontrarse en la página web de la RAND Corporation, en un documento de 2019 elaborado tres años antes y titulado Overextending Russia (Sobre extendiendo a Rusia).
¿Cómo recuperar y recolonizar el mercado europeo ante el hecho de que el 40 por ciento de la importación del mercado europeo lo tienen las empresas rusas? Sencillo, Estados Unidos acudió a la guerra sucia para sacar las compañías rusas del mercado europeo.
En Ucrania, todo empezó con el golpe de Estado en 2014. Un primer objetivo, colocar en el poder al neo nazismo, recolonizar el mercado europeo, sacar las empresas rusas y reemplazarlas por estadounidenses y así asumir el suministro de petróleo, gas, aluminio, trigo y muchos otros renglones a precio de monopolio.
Ahora los pueblos europeos pagan los platos rotos de la traición de sus élites gobernantes al venderse al imperio estadounidense en la guerra de la OTAN contra Rusia vía Ucrania.
Un segundo objetivo, indica Grosfoguel, sacar a China de ese mercado porque la conexión de la Ruta de la Seda entre Europa y China era vía territorio de la Federación Rusa. Al sancionar y bloquear a Rusia sacan a Europa de la Ruta de la Seda con China.
El tercero, debilitar la propia economía europea, sobre todo la de Alemania, uno de los países más industrializados del mundo.
Para ello destruyen la industria alemana vía costos de producción, es decir, con la inflación, el gas y el petróleo más caro, porque al no conseguirlo con Rusia el gobierno germano está obligado a comprárselo a Estados Unidos. Eso es un proceso de recolonización.
¿Qué hará EEUU después de recolonizar Europa?, pregunta Grosfoguel.
El imperio está presente militarmente en todas partes del mundo. Pero en términos de una escalada, una ofensiva para recuperar mercados, EEUU no puede ir a África porque allí perdieron la guerra comercial con China.
Tampoco irán al Medio Oriente, donde perdieron todas las guerras de los últimos 20 años. Allí van a estar presentes con el apoyo a Israel, pero no para desarrollar una guerra de recuperación de mercados.
Asia está perdido para el imperialismo estadounidense. Solo les queda provocar una guerra tipo Ucrania, pero desde Taiwán contra China y lo intentan. Sin embargo, los mercados asiáticos son dominados por países como China, India e Irán.
Para Grosfoguel, la nueva prioridad de Estados Unidos es América Latina porque allí depende de su existencia como imperio.
Sin embargo, la situación es compleja porque China es un actor político y económico fuerte hoy día en América Latina.
Pero hay ejemplos de la preparación de la escalada estadounidense como el golpe de Estado contra Castillo, en Perú (2022), justo en el momento en que el exgobernante pretendía renegociar todos los contratos con esas multinacionales.
Asimismo, está Brasil, un país dividido entre los fascistas seguidores de Bolsonaro y los seguidores de Luiz Inácio Lula da Silva, quien ganó las elecciones por estrecho margen.
Tras asumir Lula el poder en Brasil, la derecha de manera inmediata intentó dar un golpe de Estado (2024) y, aunque fracasó, la acción maniató el margen de maniobra de la administración Lula.
En Guatemala dieron un golpe blando vía el Consejo Electoral (2023). Mediante subterfugios, inventos, maniobras y acusaciones falsas, Estados Unidos eliminó la candidatura de la indígena Thelma Cabrera, representante del Comité de Desarrollo Campesino y quien tenía grandes posibilidades en esas elecciones para consolidarse como fuerza política en el país.
Y, en lugar de Cabrera, optaron por Bernardo Arévalo, un hombre de los Estados Unidos, neoliberal, de derecha, quien canalizó el descontento popular y esto es algo que Estados Unidos hace de manera continua.
Y eso lo vemos en Chile, con el presidente Gabriel Boric, otro hombre que hace pactos con la derecha y da la espalda al Frente Popular.
Cuando llega al poder (2022), Boric continúa la militarización y represión de los territorios mapuches, apoya a la OTAN contra Rusia en Ucrania, es amigo de Zelensky y va a los foros internacionales a atacar a Venezuela y Cuba.
Por otro lado, está la comandante del Comando Sur, Laura Richardson, quien dijo de manera descarnada que los recursos naturales de América Latina son un asunto de seguridad nacional de Estados Unidos, y nombra al litio de Bolivia y el petróleo de Venezuela.
Luego, la llegada de Javier Milei a la silla presidencial de Argentina (2023). La política de Milei es sacar a China de manera abierta y descarada del mercado, sacar a Argentina de bloque multipolar de los BRICS, como parte de la política imperial.
Pero hay casos anteriores como la ecuación Lenin Moreno, Lasso y Noboa en Ecuador.
La traición de Lenin Moreno metió al país en el Fondo Monetario Internacional y lo llenó de bases militares. Lasso dio el paso siguiente, introducir los carteles mafiosos y la política de paramilitares del expresidente colombiano Álvaro Uribe.
Grosfoguel también recuerda la llegada de Lasso al poder (2021) cuando un candidato con rostro indígena, un hombre de la CIA, Yaku, dividió el voto de la izquierda y permitió a Lasso, el banquero blanco criollo, ganar las elecciones.
Y con el nuevo heredero Noboa, la derecha ecuatoriana llega a invadir la embajada de México para secuestrar al exvicepresidente Jorge Glas.
De acuerdo con el experto, la nueva escalada no solo es visible con la pretensión de sacar a China del mercado latinoamericano, sino también con la destrucción de los gobiernos soberanos.
Las sanciones hacia Cuba, Nicaragua y Venezuela aumentan de manera brutal. Esas medidas son una especie de guerra genocida contra los pueblos, es una muerte lenta porque ataca la salud, la alimentación y el acceso a medicina de la gente.
Otro punto es el intento por controlar el Essequibo, un viejo reclamo del imperialismo británico, vía el estado de Guyana con la ExxonMobil, para apoderarse de los territorios venezolanos ricos en petróleo, y tratar de llegar a la franja del Orinoco, donde están los pozos petroleros más grandes del planeta Tierra.
Según Grosfoguel, la escalada militar contra Venezuela podría producirse con posterioridad a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pues convertirán el asunto del Essequibo en la bandera de lucha del imperialismo para intentar meterle la mano a los lugares más ricos en pozos petroleros.
En el caso de Bolivia hay una posibilidad del regreso de la derecha a partir de las divisiones al interior del Movimiento Al Socialismo y, de no resolverse, abrirán las puertas a los enemigos, no a través de un golpe de Estado, sino por la vía electoral.
Frente a todo esto están el bloque de Davos y los nacionalistas tradicionales representados por Marine Le Pen, en Francia, Donald Trump, en Estados Unidos, y Giorgia Meloni en Italia.
Marine Le Pen y Trump quieren tener el poder del Estado, recuperar y fortalecer el poder del Estado imperialista.
En cambio, los de Davos quieren disolver los Estados y crear un estado mundial desde el cual poder controlar al mundo a través de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial para tener un mayor control de la subjetividad y de las decisiones políticas a escala mundial.
Grosfoguel también habla del concepto de transhumanismo. Mientras que la extrema derecha defiende el humanismo clásico, burgués, racista, imperialista, los neofascistas de Davos hablan de transhumanismo, de superar la condición humana, de robotizar a los seres humanos, de poner chips en la cabeza para controlarlos mejor, de eliminar seres humanos y reemplazarlos por robots en los procesos productivos.
Toda la vida, las elites fascistas defienden el sistema capitalista, quieren salvar al capitalismo de los capitalistas, quieren salvar al capitalismo de la crisis capitalista producida por los capitalistas.
Los de Davos dan por perdido el sistema capitalista y plantean la creación de un nuevo sistema de dominación donde el uno por ciento quede arriba, y no caiga con el colapso del sistema.
Frente a este momento de bifurcación del sistema, Grosfoguel apuesta por el antiimperialismo, y alerta sobre dos corrientes cuando hay referencia a lo decolonial.
Hoy día tenemos un imperialismo interseccional, donde el imperialismo a través de USAID y de fundaciones de la CIA, transfiere dinero a movimientos sociales en América Latina y en el mundo, movimientos feministas, ecologistas, antirracistas, incluso obreros, siempre y cuando no sean antiimperialistas.
Durante el golpe de estado a Evo Morales (2019), aparecieron por allí ecologistas financiados por el imperio y acusaron al líder indígena de quemar el Amazonas, así taparon el complot y presentaron el asunto como una rebelión popular y blanquearon las políticas imperiales en medio de la asonada.
Por otro lado, están las decoloniales que no ven al imperialismo en ninguna parte y lo observan como algo externo, lejano, no constitutivo de la economía política, del sabotaje que viven nuestros pueblos diariamente.
Es decir, si el imperialismo es una cosa externa, entonces lo que ocurre dentro de nuestros países es culpa de un mal gobierno. Sin embargo, todo lo ocurrido en Venezuela y Bolivia tiene la mano del imperialismo porque opera desde adentro.
Por ello, apunta Grosfoguel, es necesario un antiimperialismo que tome en cuenta la multiplicidad de opresiones, un nuevo proyecto decolonial antiimperialista.
En su libro La Sociología Descolonizadora, el nuevo antiimperialismo decolonial, Grosfoguel intenta poner al día la teoría decolonial, luego del imperialismo interseccional y luego de los decoloniales coloniales, porque ya no es posible hablar de lo decolonial como hace 15 años, después de ver el imperialismo interseccional y después de ver los decoloniales coloniales.
¿Qué pasa con los decoloniales coloniales? Ellos hacen una crítica al proyecto civilizatorio como si estuviera desconectado del imperialismo. No aterriza en cómo el sistema imperialista mundial materializa y encarna el proyecto civilizatorio destructivo de la vida de la modernidad capitalista occidental.
Las nuevas generaciones no conocieron bien las luchas antiimperialistas y de liberación nacional de Vietnam, China, Cuba, Nicaragua y otros países del mundo. Es una historia desconectada de la memoria de los jóvenes.
En este sentido, Grosfoguel llama la atención sobre el carácter pluriclasista de todas las revoluciones antiimperialistas en el mundo, sin excepción, y por tanto es clave la alianza de múltiples clases sociales y sujetos oprimidas por el imperialismo, a saber, las mujeres, campesinos, pueblos originarios, clases trabajadoras, e incluso, pequeña burguesía y hasta burguesías nacionales en esos países.
Los países del Sur global deben tener claridad de qué significa una lucha antiimperialista, es una alianza policlasista, de múltiples organizaciones políticas, sindicales y civiles.
En ese sentido, Grosfoguel demanda un nuevo antiimperialismo decolonial reconocedor de la multiplicidad de opresiones, exige aprender lo positivo y las experiencias de los movimientos precedentes, pero donde el paso fundamental sea la alianza política amplia porque es necesaria la relación de fuerza más favorable posible para derrotar un enemigo tan poderoso como el imperialismo.