Por Pedro Ríoseco López-Trigo
Enemigo frontal de la discriminación por cuestión de raza, origen y pensamiento (él mismo era negro, pobre y comunista), a los 15 años ya era bracero en el Puerto de La Habana.
Activo en las organizaciones proletarias del gremio, su temperamento rebelde chocó inmediatamente con la realidad social, por lo cual decidió ingresar en el Partido Comunista.
Durante el paro en el puerto, asociado a la huelga general que decidiría en agosto de 1933 el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado, fue un activo líder de los obreros.
Por su actividad sindical, prestigio, responsabilidad y autoridad moral, a los 37 años era secretario general del Sindicato de Estibadores y Jornaleros, y a los 38 miembro del Comité Ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC).
Con su infatigable lucha sindical y el apoyo de los afiliados, arrancó a los patronos importantes conquistas, entre ellas el aumento de salarios y el descanso retribuido.
Su estatura de hombre valiente se elevó cuando, en medio de una discusión sobre mejoras salariales con dirigentes portuarios, Carlos Prío Socarrás, entonces ministro de Trabajo, interpela a Aracelio Iglesias: “¿Tú te crees que eres el dueño de los muelles o qué?”, a lo que el obrero replicó airado: “¿Y tú te crees que eres el dueño de Cuba, o qué carajo?”.
Cuando el 10 de octubre de 1948 toma posesión como Presidente de la República, Prío Socarrás anunció demagógicamente que sus ministros colaborarían con los trabajadores, pero para las empresas navieras y el Gobierno era preciso desorganizar, corromper y destruir la unidad del sindicato portuario y quebrar sus conquistas.
Apenas siete días después de aquella investidura, mientras un grupo de trabajadores discutía con Aracelio un pliego de demandas al Gobierno, varios pistoleros irrumpieron violentamente en el local, abrieron fuego y le asestaron cuatro balazos. Trasladado al hospital, falleció al día siguiente, en medio de una cirugía.