Por Paulo Cannabrava Filho

Es un ataque directo a la producción industrial y la agricultura en los países del Sur Global, especialmente en Brasil, con el objetivo de recaudar recursos para compensar los recortes fiscales concedidos a los ricos.
El recargo del 50% en el café, el azúcar, la fruta y los productos manufacturados brasileños afecta profundamente a la economía nacional. La industria es el sector más afectado, con una pérdida estimada de cientos de miles de empleos, según un estudio de la Federación de Industrias de Minas Gerais (FIEMG).
Cálculos preliminares indican que el impacto podría comprometer alrededor de 20 mil millones de reales en exportaciones brasileñas a Estados Unidos sólo en los primeros 12 meses. La medida afecta especialmente a tres estados del noreste de Pernambuco, Ceará y Río Grande do Norte, cuya exportación de fruta a EEUU se verá gravemente afectada.
En Ceará y Piauí, por ejemplo, las cadenas de producción de frutas tropicales como el mango, el melón, la papaya y la guayaba emplean a miles de trabajadores, con impacto directo en las regiones semiáridas y en el interior de la ciudad. Los pequeños productores familiares serán los más afectados, perdiendo mercados e ingresos.
Según la Asociación Brasileña de Exportadores de Frutas (Abrafrutas), alrededor del 30% de la producción destinada a la exportación en estos estados tiene a EEUU como destino principal.
En el Norte, el impacto también se sentirá en sectores como la extracción de plantas y la producción de acaí, castañas y cacao, que habían ido ganando espacio en el mercado exterior. La retractación de las exportaciones a Estados Unidos socava los esfuerzos de desarrollo sostenible en la región amazónica. Organizaciones como el Instituto Socioambiental (ISA) advierten que las comunidades tradicionales pueden perder una importante fuente de ingresos e incentivo para la conservación del medio ambiente.
Incluso los sectores que no están directamente incluidos en los aranceles, como la aviación, sufren efectos secundarios: Embraer depende de los componentes estadounidenses. Con la desorganización de las cadenas productivas, el impacto cruza fronteras. Se estima que alrededor del 65% de las piezas utilizadas en el ensamblaje de aviones Embraer se importan de los Estados Unidos. El aumento de costos compromete la competitividad internacional de la industria aeronáutica brasileña.
El arancel, de hecho, es una guerra económica declarada por Trump. Su objetivo es coaccionar a los socios comerciales, imponer condiciones desiguales y mantener la supremacía de Estados Unidos en un mundo que ya es multipolar. Esta estrategia, además de perjudicar a Brasil y otros exportadores, también afecta a proveedores y consumidores estadounidenses, causando un aumento de los productos y tensiones inflacionarias.
No se trata sólo de proteccionismo. Es una ofensiva imperialista con fines políticos y electorales, apuntando al Sur Global como objetivo para ser disciplinado. Brasil, en busca de diálogo y cooperación internacional, se enfrenta a muros levantados por quienes se autodenominan campeones de libre comercio.
El mundo necesita reaccionar. Y Brasil, en particular, debe fortalecer sus lazos con los BRICS, diversificar las alianzas y defender su soberanía económica frente a este ataque disfrazado de medida fiscal.