Por Luis Bruschtein
El voto contra cualquier bloqueo es un voto por la libertad, algo que repugna al gobierno libertario. Acusó a la agencia Télam de politizada y la cerró, pero usó instrumentos de comunicación pública, como la aplicación Mi Argentina y los altoparlantes de las terminales ferroviarias, para emitir mensajes violentos y atacar el derecho democrático a la huelga.
En un arranque histriónico, Javier Milei se quejó en una entrevista porque lo acusaban de nazifacista. Es discutible esa caracterización, pero es claro que usa métodos de corte fascista como los escraches violentos en las redes, los insultos cargados de odio contra sus opositores, la persecución ideológica a docentes y funcionarios públicos y su desprecio a la cultura y la educación.
Son consecuencias de una concepción elitista de la economía que sólo reconoce el capital y niega el valor del trabajo.
Cuando un paro tiene acatamiento total quiere decir que fue convocado por causas genuinas. No fue un “paro político” como acusó el oficialismo. Pero mientras los trabajadores efectuaban la medida de fuerza, Milei mentía en la Fundación Mediterránea cuando afirmó que los salarios le ganaban a la inflación.
El tipo hizo una cuenta trucha y dijo que si los salarios se mantuvieron mientras bajaba la inflación, entonces había un crecimiento real. Lo real es que, desde diciembre, los salarios perdieron el 20 por ciento de capacidad adquisitiva.
Los empresarios aplaudieron la mascarada presidencial en la fundación cordobesa que parió a Domingo Cavallo y que fue creada por la empresa ARCOR. Aplaudieron una fantochada. Mientras el Instituto Nacional de Estadísticas demostró que, desde que asumió, más de siete millones de argentinos de clase media fueron enviados a la pobreza y millones de pobres se convirtieron en indigentes, ARCOR declaró un incremento del 40 por ciento en su rentabilidad en el primer trimestre del 2024.
El aumento de la desigualdad es tan brutal que atenta contra la vida en democracia y la dignidad de millones de argentinos.
La desigualdad que generó Milei va de la mano del proceso de concentración. Por lo menos 17 grandes corporaciones duplicaron su rentabilidad en un año. Pero en los primeros seis meses quebraron más de diez mil pequeñas y medianas industrias. En ese lapso se produjo la baja de 11185 fuentes de trabajo, según el registro de empleadores.
El neoliberalismo y su máxima de libre mercado ensancharon en pocos meses la brecha entre ricos y pobres y eliminaron a gran parte de la clase media. Alguien dijo: “es la economía, estúpido”. La única fiesta que se está pagando “con la nuestra”, es la que ahora tienen estas corporaciones.
Con el triunfo electoral de Mauricio Macri, en 2015 el sector del capital concentrado percibió que sobre la base de errores y límites de las fuerzas populares, con campañas de desprestigio contra esos líderes, con denuncias mediáticas falsas, persecución judicial, discursos de odio y exaltación del individualismo, la derecha podía ganar elecciones. Y comenzó a asociarse abiertamente con los gobiernos derechistas.
Este fenómeno, que en la era Milei implicó que el Grupo Rocca ocupara YPF, el Eurnekian abriera espacios para Milei en los medios, el Elsztain lo alojara en su hotel y llegara a la Cancillería esta semana un integrante de la familia Werthein, tiene de positivo que transparenta esa cohabitación.
Pero problematiza la relación con fuerzas políticas populares, porque las corporaciones son corresponsables del empobrecimiento masivo de los argentinos y de las restricciones a la convivencia democrática.
La gran pregunta sigue vigente: ¿Hasta cuándo soportará el pueblo sin incendiar todo por desesperación? Algunos recuerdan la insurrección popular del 19 y 20 de diciembre de 2001. Pero esa enorme protesta se produjo 10 años después que comenzara la convertibilidad de Domingo Cavallo. 10 años de políticas neoliberales de empobrecimiento, exclusión y privatizaciones, incluyendo los dos años de Fernando De la Rúa.
Hubo cientos de protestas de los movimientos de derechos humanos, de la CTA y el MTA a lo largo de esos diez años.
Para los movimientos populares, el golpismo ha sido el de los militares convocados por políticos minoritarios que representan a las elites económicas. Para Milei, el golpe es el pueblo movilizado. En la Fundación Mediterráneo, además de mentir sobre los salarios, acusó a Alfonsín y a Eduardo Duhalde de golpistas.
A diferencia de un golpe militar, un paro, y mucho menos una movilización, se vuelven masivos por orden de nadie si no tienen origen en el sentimiento popular.
Sin proyecto político, la desesperación se canaliza en salvarse a como dé lugar. Hay una combinación de factores que es fácil de explicar después que sucedieron los hechos, pero que en la previa es casi imposible de cuantificar.
En otras épocas los analistas marxistas hablaban de condiciones objetivas y subjetivas (la pobreza y el proyecto) o conciencia de sí y para sí. Pero esas categorías no asumen otros factores. Porque desde aquel comienzo con la convertibilidad y el surgimiento de nuevas tecnologías en la producción y la información, el neoliberalismo creó nuevas problemáticas en distintos planos. La sociedad se hizo más compleja.
Además, en la actualidad hay un contexto de decadencia del mundo occidental que estaba sustentado por la hegemonía de Estados Unidos, sobre la base del neoliberalismo. Era un escenario internacional ordenado por reglas que establecía ese país.
La reconfiguración del mundo unipolar a otro multipolar, con el surgimiento de economías potentes como las de India, Rusia y China, sobre todo esta última, y el retroceso de las economías europea y norteamericana, provocó la crisis de las ideologías neoliberales y el surgimiento arrollador de las derechas ultraneoliberales.
Estados Unidos no puede competir con la pujanza de China. Por eso, la otra pregunta es si soportará abandonar en forma pacífica su posición hegemónica.
En Sudamérica no crecieron las inversiones norteamericanas, pero hay bases en la triple frontera, se le concedió el control militar del Paraná y otra base en Tierra del Fuego. Reemplaza su incapacidad económica con su enorme capacidad militar.
Una chispa puede encender el planeta y otra puede incendiar el país. El tiempo es imposible de descifrar. Dependerá de muchos factores y el más necesario estará en la capacidad del movimiento popular para construir una propuesta que sea capaz de desplazar la tormenta regresiva y deshumanizante del ultraneoliberalismo.
Las democracias occidentales fueron despojadas de su esencia por estas corrientes. Habrá que reconstruirlas con los viejos y los nuevos paradigmas.