Por Andrea Espinoza

El ataque a Donald Trump, el pasado 13 de julio durante un mitin en Pensilvania, ha dividido a la opinión pública respecto a si se trata de un hecho real, lo cual dejaría muchas dudas sobre la actuación del Servicio Secreto o si se trata de un montaje para elevar la figura del exmandatario a un nivel de heroísmo que lo catapulte en las preferencias electorales.

Por principio de cuentas, el Servicio Secreto de Estados Unidos, encargado de la protección de presidentes y expresidentes se encuentra en un punto de mira por los posibles fallos de seguridad que permitieron el ataque.

El FBI investiga el caso como un intento de asesinato contra Trump. Thomas Matthew Crooks, de 20 años logró acercarse armado con un fusil tipo AR-15 semiautomático a las inmediaciones de lugar en el que Trump celebraba un evento de campaña ante miles de seguidores.

El atacante se apostó en el tejado de una edificación situada a menos de 200 metros donde el expresidente ofreció un discurso fuera del perímetro de seguridad, pero lo suficientemente cerca como para disparar desde ahí, esto ha despertado las dudas de otras agencia de seguridad en una rueda de prensa tras el ataque.

El agente especial del FBI Kevin Rojek aseguró que era sorprendente que el pistolero hubiera sido capaz de abrir fuego sobre el escenario antes de que el servicio secreto lo matara. Sin embargo, cuando se le preguntó si hubo un fallo de seguridad afirmó que no iban a hacer esa evaluación.

Con una investigación activa, Donald Trump acababa de empezar a dar un discurso cuando se escucharon los disparos. El expresidente se llevó la mano a la oreja derecha y se arrojó el suelo e inmediatamente fue rodeado por agentes del servicio secreto que lo mantuvieron en el suelo hasta que se escuchó a uno de ellos gritar que el tirador había sido abatido.

Entonces llevaron al exmandatario a un vehículo blindado y lo sacaron del área.

Crooks fue neutralizado por francotiradores del servicio secreto que se encontraban apostados en tejados cercanos al escenario en el que hablaba Trump, después de que comenzara a disparar.

Por otra parte, usuarios de las redes sociales han manifestado dudas respecto a lo que sucedió. Entre los comentarios se cuestiona que la oreja tendría que estar despedazada aunque hubiera sido solo un rozón, el hecho de que no hubo sangre en el cuello ni detrás de la oreja, ni en el pelo, ni en la camisa, ni en la mano derecha, que es con la que se toca la oreja herida antes de tirarse al suelo.

Incluso su actitud arrojada y sus arengas al abandonar el acto no parecen lógicas después de un evento tan serio como sería un ataque de esta naturaleza.

Habrá que seguir de cerca lo que sucede en los próximos días. Por ahora el comité de supervisión ha citado a declarar a la directora del servicio secreto estadounidense Kimberly Cheatle, en una audiencia el 22 de julio.

La última vez que se produjo un intento de asesinato de un presidente estadounidense en activo fue en 1981 cuando el también republicano Ronald Reagan recibió un disparo en el pulmón el cual sobrevivió.