domingo 7 de diciembre de 2025
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Buenos y malos, Irán e Israel

Madrid (Mundo Obrero):Hace mucho que Occidente está utilizando la crítica a determinados gobiernos y regímenes como coartada para atropellar y violar el derecho internacional

Por Pascual Serrano

   El reciente conflicto entre Israel e Irán ha mostrado una discusión que me parece interesante. A quienes denunciábamos la agresión israelí, con lo que suponía de violación del derecho internacional, se nos respondía que defendíamos a Irán, una teocracia represora que mantiene a las mujeres con el velo islámico y que ahorca homosexuales.

   Frente a Irán, argumentaban que en Israel las mujeres gozaban de los mismos derechos que los hombres y que su sistema político era una democracia con elecciones libres y plurales.

   Más allá de los matices que se puedan añadir a estas afirmaciones, por ejemplo que el fundamento teórico de la existencia de Israel también es teocrático, o que las mujeres también son reprimidas por los ultraortodoxos israelitas, creo que es importante diferenciar entre las relaciones y los conflictos internacionales, por un lado, y la política interna de cada país.

   El debate sobre la guerra entre Israel e Irán ni hace referencia, ni debe hacerla, a cómo se comporta cada gobierno con sus ciudadanos, ni su modelo político, ni siquiera su legitimidad. El elemento fundamental a tener en cuenta en las relaciones internacionales y las violaciones de la paz mundial, solo hace referencia al respeto debido a la soberanía de los otros países y a las fronteras.

   Israel bombardeó territorio e infraestructuras de un país vecino, y eso es una violación del derecho internacional y de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas. Que Israel respete a las mujeres y sea una democracia, o que Irán no las respete y no sea una democracia, no convierte al primero en bueno y al segundo en malo en las relaciones internacionales.

   Igualmente se puede ser una democracia y no firmar el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares y no someterse a las inspecciones de la Agencia Internacional de la Energía Atómica; y se puede ser una dictadura y firmar el tratado y someterse a las inspecciones.

   Se puede ser una dictadura, respetar el derecho internacional, la soberanía de los otros países y dejar en paz al resto del mundo. Y se puede ser una democracia, protagonizar un genocidio y ser un peligro para la paz mundial.

   El gobierno de Israel puede respetar a las mujeres israelíes mientras asesina a miles de mujeres gazatíes y a sus hijos, lo que le convierte en un gobierno genocida. E Irán puede ser una teocracia islámica y no por eso debe permitir que ningún ejército extranjero le bombardee.

   El argumento falaz de quienes te responden que seguro que los que criticamos a Israel preferiríamos vivir en Tel Aviv a Teherán, no supone que el régimen de Tel Aviv sea más decente que el de Teherán, solo que, como tantas veces en la historia, se está mejor instalado en el bando del poderoso verdugo que en el bando de la mísera víctima. A principio de la década de los cuarenta del siglo pasado, seguro que hubiéramos preferido estar viviendo en Berlín que en Varsovia, y no parece que los buenos estuviesen en la primera ciudad.

   Más vale que dejemos de arrogarnos el derecho a decir quién es bueno y quién es malo, quién puede tener bombas nucleares y quién no, y quién puede bombardear a sus vecinos y quién no.

   La crítica a determinados gobiernos y regímenes hace mucho que está siendo utilizada por Occidente como coartada para atropellar y violar el derecho internacional. El uso que se hace desde Occidente de los derechos humanos y de sus discursos moralistas es solo la excusa para operar bajo sus intereses en la arena internacional.

   No existe ningún organismo encargado de supervisar los derechos humanos en el mundo, más allá de relatores o comisiones de la ONU que se limitan a presentar informes, ni mucho menos, existe ningún gobierno mundial o Estado encargado de administrar la “justicia mundial”. Solo existen unas leyes internacionales, unos convenios promovidos por la ONU que, evidentemente, no sirven para gobernar el interior de los países, decretar quién es democracia y quién es dictadura y, menos aún, designar juez y policía para entrar dentro y cambiar el gobierno.

   Por tanto, no corresponde que ningún Estados Unidos ni ninguna Europa, en nombre de los derechos humanos y de su modelo de democracia, vaya instigando levantamientos de la opinión pública internacional contra los regímenes que no le gustan.

   Tras asistir como colaboradores necesarios al genocidio en Gaza, a las constantes agresiones de la OTAN y a la complicidad con diferentes dictaduras de todo el mundo, el doble rasero ya se ha vuelto muy evidente y la comunidad internacional ya no se cree nuestros señalamientos de buenos y malos.

   De modo que más vale que dejemos de arrogarnos el derecho a decir quién es bueno y quién es malo, quién puede tener bombas nucleares y quién no, y quién puede bombardear a sus vecinos y quién no.

Identificador Sitio web Ecos del Sur
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