Según declaraciones de prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de Cuba (Minrex) el memorando «arrecia las acciones que implantará la Casa Blanca para causarle sufrimiento al pueblo cubano, afectando la economía en áreas sensibles como el turismo, el suministro de combustible, la generación eléctrica y la producción de alimentos, entre otros.»
La prohibición al turismo de ciudadanos de Estados Unidos a Cuba tiene un énfasis particularmente marcado en las nuevas directrices de Trump. Es obvio que su intención es intimidar y evitar el libre flujo de estadounidenses a Cuba, y asestarle un golpe adicional al turismo y la circulación de dólares en uno de los renglones más activos y productivos de la economía cubana.
Pero la decisión de Trump- que expande la guerra económica, comercial y financiera que Estados Unidos le declaró frontalmente a Cuba en 1960, tras el memorando del entonces secretario auxiliar de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Lester Mallory, y que luego fuera endurecida aún más por la Ley Helms-Burton del Congreso en 1996- tiene también un propósito político.
Donald Trump tiene sueños fastuosos. Quiere consolidarse como líder de la nueva era dorada del imperialismo estadounidense» y aglutinar tras su persona al poderoso sector conservador y de la derecha política en Estados Unidos bajo la sombrilla del movimiento MAGA.
En ese movimiento milita también el sector más recalcitrante y extremista del exilio cubano en Estados Unidos, sector que fue crucial para que Trump ganara el estado de Florida en 2016 sobre Hillary Clinton, y también en 2024 con una ventaja más amplia sobre Kamala Harris. Por eso, no es casualidad que su antiguo contrincante presidencial y feroz portavoz en el Senado contra Cuba, Marco Rubio, ocupe hoy la Secretaría de Estado, y sea el tercer funcionario de mayor proyección en la administración Trump, tras el propio Presidente y el Vicepresidente J.D. Vance.
Tampoco es casualidad este renovado ensañamiento del gobierno de Trump contra Cuba, que destila el cinismo y la hipocresía que permea toda la política exterior de Estados Unidos. Porque mientras se trata a Cuba como un paria y se castiga con carestía de lo más esencial a su pueblo, a Israel se le financia y apoya con cientos de millones de dólares en armamentos y apoyo logístico para el genocidio en Palestina.
Por eso, la comunidad internacional reunida en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) lleva 33 años ( desde 1992) clamando abrumadoramente por el fin del bloqueo contra Cuba, no solo porque es ilegal y constituye una violación de la Carta de Derechos de la ONU, sino porque es también un castigo injustificado contra el pueblo cubano.
En la votación de 2024, sólo Estados Unidos e Israel votaron en contra de la resolución pidiendo el fin del bloqueo a Cuba.
El apetito del imperialismo estadounidense por Cuba y su intención intervencionista tiene raíces históricas centenarias. Cuba fue el motivo tras la Guerra Hispanoamericana de 1898, que culminó con el Tratado de París, la ocupación de Cuba por Estados Unidos y la cesión de Puerto Rico, Filipinas y Guam por el gobierno de España al nuevo amo colonial.
Ya desde mucho antes, el valor económico, agrícola y estratégico de Cuba había provocado que varios presidentes de Estados Unidos hicieran ofertas a España para comprar la Isla, entre ellos John Quincy Adams, James Polk, James Buchanan y Ulysses Grant.
España rechazó las numerosas ofertas, hasta que en 1896 se caldearon los ánimos y terminaron en una guerra que España no quería pero no pudo evitar. Una explosión destruyó el acorazado estadounidense Maine en la Bahía de La Habana el 5 de febrero de 1898, y esa fue la excusa para Estados Unidos declarar la guerra a España.
El primer bloqueo de Cuba por Estados Unidos ocurrió entonces, tres meses antes de la declaración de guerra. Lo demás es historia. Cuba alcanzó su independencia en 1902, pero su desarrollo fue mediatizado por Estados Unidos que exigió terreno para bases militares e impuso la Enmienda Platt que le dio poder de intervención en los asuntos cubanos hasta 1934.
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y la derrota de la invasión a Cuba por Playa Girón en 1961, organizada por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), dieron impulso al criminal bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, que se ha extendido hasta hoy, causando décadas de dolor y angustia al hermano pueblo cubano que, sin embargo, ha demostrado su dignidad y valentía ante las agresiones de la potencia imperialista.
Una acción tan vil como el bloqueo a Cuba, sostenido ininterrumpidamente por mas de 60 años, y que equivale a sitiar a todo un pueblo y privar a millones de seres humanos- incluyendo niños, niñas y ancianos -del acceso a los bienes básicos que necesitan para vivir en plenitud, se merece el repudio contundente de toda la humanidad.
No hay rencilla, ni venganza, ni justificación para un abuso de poder tan flagrante contra un pueblo noble que no representa amenaza para ningún otro. Por el contrario, el pueblo cubano sobresale por su solidaridad con otros pueblos. De esa solidaridad sabemos las y los independentistas puertorriqueños desde los tiempos en que se inició nuestra compartida lucha por la independencia.
Como dice el poema de nuestra Lola Rodríguez de Tió: «Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas. Reciben flores y balas en un mismo corazón.»