Por Carmen Parejo Rendón
Para analizar estas protestas, el medio Deutsche Welle (DW) en español -financiado por el Estado alemán- entrevistó al exanalista sénior de la CIA, Fulton Armstrong, que comentó con detalle el rol que la injerencia estadounidense había tenido y aún tiene en Cuba y su relación con estas protestas.
Armstrong señaló que las causas de la situación que vive la isla son cuatro. En primer lugar, la pandemia. Según el analista, la economía cubana -que pasó de estar centrada en el comercio de azúcar a desarrollarse a través del turismo tras la desintegración de la URSS- se estancó tras el desplome de este sector durante los años de la crisis mundial del Covid-19.
Así destacó que, aunque la estrategia de desarrollo económico a través del turismo había gozado de bastante éxito, el cierre de la isla en el contexto de la pandemia mermó estos ingresos hasta casi anularlos por completo.
En segundo lugar, mencionó la inestabilidad en el suministro de petróleo derivada de la situación en Venezuela -provocada por las sanciones de EEUU contra el país suramericano-, o las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania que, aunque no especifica, se vinculan también con las sanciones impuestas por EEUU a otra gran potencia exportadora como es la Federación de Rusia.
El analista señaló también causas internas. Bajo su punto de vista, el Gobierno no habría resuelto con éxito los impulsos hacia un sistema de economía mixta pública-privada. Sin embargo, para él la causa principal es otra: «El impulsor más impactante actualmente, es el embargo norteamericano».
Acciones contra Cuba
Destacó que, pese a que la estrategia de acercamiento de Barack Obama había facilitado mejoras que, además, podían ayudar a obtener las «reformas» que EEUU exige y pretende imponer a Cuba, la vuelta a las estrategias previas de bloqueo, sobre todo tras la inclusión «sin ninguna justificación» de Cuba en el listado de países patrocinadores del terrorismo, habría perjudicado seriamente a la isla, ya que impedía que sectores industriales o económicos se atreviesen a comercializar con la isla por temor a consecuencias derivadas para sí mismos.
En esa misma dirección, puntualizó que la inclusión de Cuba en esta lista afectó también al turismo. Como ejemplo, planteó cómo afectaba a acuerdos entre Estados, sobre todo naciones europeas, que gozan del privilegio de no necesitar visado para visitar EEUU, y que estos ciudadanos perdían esa facilidad si previamente habían visitado Cuba.
Para el exanalista de la CIA existe una combinación entre las necesidades que los propios cubanos deseen exigir y la manipulación directa desde fuera para otros fines.
Ante la pregunta que vinculaba estas protestas con las del 11 de julio de 2021, el analista señaló que, aunque en ambas puede haber razones legítimas debido a la situación económica, las primeras estuvieron orquestadas con una fuerte injerencia extranjera.
Así sostuvo que entonces se puso de manifiesto que los líderes de las protestas de 2021 tenían otros planes. Recordando que estos mismos líderes convocaron unas nuevas movilizaciones para noviembre de ese mismo año, que resultaron ser un fracaso, destacó que dos días después ya se encontraban en Madrid (España).
Armstrong insistía en la idea de que esos líderes tenían un ‘Plan A’ y un ‘Plan B’, y que el segundo era completamente desconocido para el propio pueblo cubano que podía tener demandas legítimas, pero ajenas y desconocedoras de esos intereses.
Para el exanalista de la CIA existe una combinación entre las necesidades que los propios cubanos deseen exigir y la manipulación directa desde fuera para otros fines. La periodista insistió al respecto, preguntando directamente sobre quiénes serían estos actores extranjeros que están detrás de estas manipulaciones.
En ese sentido, el analista recordó lo que él mismo vivió realizando su trabajo para las estructuras estatales estadounidenses como exoficial nacional de inteligencia para América Latina.
Así, denunció que existe una red, independiente de la Agencia Central de Inteligencia, destinada única y exclusivamente a patrocinar acciones para «promover» la democracia en Cuba -él mismo insistió en las comillas-, justificadas como operaciones para generar un cambio de régimen en la isla.
Más de 600 millones de dólares dedica EEUU al año a esta tarea, según Armstrong.
Además de la injerencia, el analista también denunció el aprovechamiento que, desde EEUU, se hace de toda protesta que se lleve a cabo en Cuba, recordando que, el mismo día de las movilizaciones, desde el Gobierno de EEUU se solicitó a Cuba que cumpliera con las demandas de los manifestantes.
«Curioso que un Gobierno que ha tenido un embargo contra el pueblo cubano por sesenta años hiciera tal demanda», finalizó Armstrong.
Pugna geopolítica
Desde el triunfo de la Revolución en 1959, las relaciones entre Cuba y EEUU han estado atravesadas por tres contextos geopolíticos muy diferentes entre sí: la Guerra Fría; la desintegración de la URSS y el inicio del mundo unipolar, regido en solitario por EEUU; y, finalmente, el actual escenario de pugna geopolítica, donde las relaciones internacionales se empiezan a articular en torno a la exigencia de un mundo multilateral.
Un proceso de cuestionamiento sobre el actual polo único de poder que, además, se inició en América Latina con el desarrollo de los llamados gobiernos progresistas. Cuba, que había estado aislada desde el inicio de la unipolaridad estadounidense, encontró en este espacio un nuevo desarrollo de sus relaciones regionales y, en la actualidad, se abre la posibilidad a un nuevo impulso también en la esfera internacional.
El bloqueo estadounidense contra Cuba es rechazado de forma casi unánime cada año en Naciones Unidas. Solo EEUU e Israel mantienen su voto negativo para ponerle fin, a los que se suman apoyos puntuales, en clave de abstención o de alineamiento total, de la marioneta de turno de los estadounidenses, sea el caso del Brasil de Bolsonaro o la actual Ucrania de Zelenski.
Teniendo en cuenta que tras 65 años las políticas de injerencia de EEUU en Cuba no han servido para el fin confeso de provocar un cambio de régimen en la isla, ¿por qué las mantienen?
De algún modo, podríamos pensar que la pequeña victoria que los injerencistas han obtenido es la de forzar constantemente al proceso revolucionario y al pueblo de Cuba a los escenarios macabros que EEUU vaya determinando.
No podemos saber cómo se hubiese desarrollado la Revolución durante estos 65 años sin tener que sortear las consecuencias derivadas de agresiones violentas directas, desde intentos frustrados de invasión -como el de bahía de Cochinos en 1961- a asesinatos de campesinos y maestros, para tratar de mermar la voluntad de la reforma agraria, la campaña de alfabetización o el soporte a atentados terroristas en hoteles cuando Cuba empezaba a desarrollarse a través del turismo.
Entre muchos otros ejemplos de injerencia directa, como el bloqueo criminal que, ellos mismos reconocen, condiciona tanto su desarrollo económico como sus relaciones internacionales.
El pequeño éxito de la injerencia es que nunca sabremos qué habría conseguido Cuba en otras circunstancias.
Sin embargo, no haber podido certificar la defunción de la Revolución en Cuba se ha convertido para EEUU en su mayor fracaso internacional, por razones económicas, políticas, ideológicas e incluso por pura soberbia imperial.