viernes 13 de diciembre de 2024
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El rearme de la Unión Europea: el puño escondido del mercado

  Sí, “el puño escondido” es el que necesita el capitalismo más desarrollado, los imperialismos, para garantizarse una acumulación de capital a costa de todo lo que garantiza la felicidad de las personas: la paz, el empleo, la salud, la educación, la igualdad, la vivienda, la alimentación y un medio ambiente protegido y sostenible.

Por Willy Meyer

 

   La respuesta del bloque político-industrial militar europeo para justificar el rearme es sencilla, a la vez que irresponsable, toda vez que tratan de hacernos creer que estamos al borde de una guerra (otra vez) en este caso contra Rusia. Y para ello, se pone en marcha toda una campaña:

   El 27 de febrero Macron declaraba tras una reunión en París, con más de 20 jefes de Estado y de Gobierno europeos, que no se podía excluir el envió de tropas occidentales a Ucrania para combatir a Rusia, “haremos todo lo necesario para que Rusia no pueda ganar la guerra”. La respuesta del portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, no se hizo esperar: “En ese caso hablamos ya no de la posibilidad, sino del carácter inevitable del conflicto a gran escala con la OTAN”.

   En Estrasburgo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaraba en el Parlamento Europeo el 28 de febrero: “debemos movernos con rapidez. La amenaza de una guerra puede no ser inminente pero no es imposible”. La ministra de defensa del gobierno de España, Margarita Robles, fue más allá afirmando que “la amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente”.

   Thierry Breton, comisario europeo de Mercado Interior, en el mes de marzo comenzó a mencionar la necesidad de avanzar hacia una “economía de guerra” en busca de un rápido incremento de la producción de municiones y armas para abastecer a Ucrania y reponer los propios arsenales europeos.

Reimplantar el servicio militar obligatorio

   Países Bajos está considerando recuperar el servicio militar obligatorio como así lo hiciera Suecia desde 2018. Letonia lo pondrá en marcha este año, Francia está considerando un servicio nacional universal obligatorio para jóvenes y el ministro de defensa alemán, el socialdemócrata Boris Pistorius, propuso al canciller Scholz reimplantar el servicio militar obligatorio.

   La militarización creciente de la UE ya tiene consecuencias. Según Pieter D. Wezeman (et al.), en su informe sobre las transferencias internacionales de armas 2022 del SIPRI, “las importaciones de armas importantes por parte de los Estados europeos aumentaron un 47 % entre 2013-17 y 2018-22, mientras que el volumen global de transferencias internacionales de armas cayó un 5,1 % […] la mayoría de los Estados europeos aumentaron sustancialmente sus pedidos de importación de armas y la guerra tendrá ramificaciones significativas para las futuras relaciones comerciales de armas entre proveedores y receptores a nivel mundial. El principal proveedor de Europa sigue siendo EEUU, con un 55 % del total de las importaciones en el último lustro.

   Wezeman explica que el país norteamericano tiene una ventaja significativa en tecnología militar, especialmente en cuanto a aviones de combate se refiere. Ocho de los diez países europeos que han obtenido aeronaves en el último lustro apostaron por los F-16 y los F-35 de producción estadounidense.

   El informe indica que las exportaciones rusas cayeron en el último lustro un 53 %, profundizando la brecha con EEUU en la influencia armamentística mundial. Mientras que Washington exportó armas a 107 países en todos los continentes, Moscú lo hizo solo a 41. El declive es aún más evidente desde la invasión a Ucrania: en 2019, 31 países recibieron armas rusas; en 2022, solo 14, y en 2023, el número cayó a 12.

El pacifismo como contrapoder

   Pero, y he aquí la cuestión, la militarización, el rearme, lo que los nazis llamaban el Aufrüstung, tiene un problema: los y las ciudadanas europeas, antimilitaristas, herederos de las dos guerras mundiales que asolaron Europa, exigentes en inversiones públicas para los servicios públicos, para la industrialización, para la soberanía y seguridad alimentaria, en compromisos para acabar con la emergencia climática con políticas de igualdad, pero absolutamente renuentes a apoyar aumentos significativos en gastos de armamentos, en gastos de defensa.

   Según el Banco Mundial, los gastos de defensa de la UE, con relación al PIB, pasaron del 3,6 % en 1960 al 1,6 % en 2022, en una curva descendente resultado, entre otras razones, de las movilizaciones europeas en los años 80 contra la instalación de los euromisiles, contra la guerra de Iraq, contra las bases norteamericanas, contra el servicio militar obligatorio o contra el armamento nuclear.

   Ese sentimiento pacifista, muy arraigado en la ciudadanía europea es el contratiempo con el que se encuentran las élites europeas y el lobby de armamento, el calificado por Carlos Sánchez Hernández como “Pentagon System” (la trilogía del poder de los EEUU: el político-diplomático, el militar y el económico).

   La mayoría de los socialdemócratas europeos, conservadores, liberales, la extrema derecha y verdes, hasta la fecha, no han cuestionado la carrera de armamentos y siguen insistiendo en una salida militar (que pierda Rusia) comprometiendo más y más armas a Ucrania.

   Esa posición incluso puede caer en el delirio, caso de la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, la verde Annalena Baerbock, partidaria junto a la CDU, de enviar a Ucrania los misiles Taurus de fabricación germano-sueca, con un alcance de 500 km, es decir, con capacidad de penetrar profundamente en territorio ruso (la distancia en línea recta de Kiev a Moscú es de 756 km).

   Han optado por el rearme europeo, por el refuerzo del vínculo atlántico y por el aumento sustancial del gasto de armamento en detrimento del gasto social, una dirección totalmente opuesta a lo avanzado en el acta única de Helsinki (1975) y en la Carta de París (1990).

   Entonces se acordaba la necesidad de construir una Seguridad Europea Compartida, reduciendo armamento y resolviendo las controversias de forma diplomática. En definitiva, se apostaba por un concepto básico: la seguridad de unos, no se puede construir sobre la inseguridad de otros.

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