By Andrea Zhok, filósofo italiano
Es difícil encontrar las palabras adecuadas para volver a hablar, después de casi un año de masacres, de lo que está sucediendo en la Palestina ocupada. No pasa un día sin que las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel), o pequeños grupos de colonos, asesinen a palestinos inocentes.
Quienes obtienen información de fuentes fiables, y no de la omisión de información oficial, saben que la bomba en el campo de refugiados, los disparos contra los niños, el asesinato de los (pocos) periodistas presentes, el bloqueo armado de las labores de socorro de la ONU, el ametrallamiento de ambulancias, la detención arbitraria y la tortura de simples sospechosos son acontecimientos cotidianos.
Y todo esto ocurre en un contexto donde los edificios que quedan en pie son minoría, y donde la muerte por penurias o falta de atención médica es un hecho común y corriente.
Psicológicamente, todo ser humano tiene una cantidad limitada de recursos emocionales: no se puede estar en un estado de disgusto e indignación las 24 horas del día durante once meses, aunque ésta sea la única disposición emocional correcta.
En cierto momento aparece un inevitable embotamiento psicológico, un cansancio subyacente. La especie humana está diseñada para que a la emoción le siga una decisión y una acción. Si ninguna decisión y ninguna acción encuentran espacio, la emoción comienza a marchitarse, incluso si sus razones permanecen vivas.
Es en este mecanismo psicológico en el que se basan todos los carniceros cruzados de la historia: un asesinato brutal despierta indignación, pero si el asesinato sistemático y diario se convierte en una rutina burocrática, en cierto momento se convierte en una estadística.
La masacre de los palestinos es una partida doble en la que sólo es necesario calcular con precisión cuánto proviene de las bombas y cuánto proviene de los financieros estadounidenses, y el resto es una matanza ordinaria y planificada.
La directora judía Sarah Friedland, al aceptar un premio en la Bienal de Venecia, dijo algunas palabras importantes: “Acepto este premio en el día 336 del genocidio de Israel en Gaza y el año 76 de ocupación. Es nuestra responsabilidad, como cineastas, utilizar las plataformas institucionales en las que trabajamos para abordar la impunidad de Israel en el escenario global”.
Estas palabras son importantes en primer lugar porque son una advertencia para no permitir que el sacrosanto disgusto por el comportamiento del Estado israelí se convierta en un antisemitismo genérico. Hay judíos conscientes de la indefendibilidad de Israel.
Y esto, naturalmente, también se aplica en otro sentido: Israel debe dejar de burlarse del mundo con su victimismo empalagoso, donde todo crítico sería un antisemita.
Y además estas palabras son importantes por su pesada sencillez: 76 años de OCUPACIÓN armada ilegítima + 336 días de GENOCIDIO (asesinato indiscriminado de miembros de un grupo étnico con el objetivo de eliminarlos de un territorio) + IMPUNIDAD en el escenario global.
Naturalmente, estoy seguro de que, sobre la referencia aquí al genocidio, intervendrá el habitual y refinado filólogo social y nos explicará, al borde de una ley tan elástica como un chicle, que sí, pero no, que “genocidio” no es apropiado, depende, veremos, sobre las fuentes, consenso internacional…
Pero eso es suficiente.
Si todo lo que necesitas hacer es incursionar en verbalismos para distraerte lo suficiente como para no ver al elefante en la habitación, ese es tu problema. Y el elefante es que estamos viendo algo que eclipsa precedentes históricos ilustres como el Levantamiento del Gueto de Varsovia y lo estamos viendo en directo (allí fueron asesinados 13.000 insubordinados al ocupante, aquí ya estamos en el triple de esa cifra).
Y la única y peluda razón de la impunidad de Israel, la única razón en el mundo por la que Israel no se enfrenta inmediatamente a sus responsabilidades, es que quienquiera que gobierne en Estados Unidos garantiza y garantizará en cualquier caso una protección ilimitada para su puesto de avanzada en Oriente Medio, que es Israel precisamente.
La única razón por la que se continúa diariamente una masacre de inocentes, sin escrúpulos, con total desprecio de toda ley terrenal y divina, de toda norma moral y de todo derecho internacional, es que este «Estado canalla» está protegido por el matón del barrio.
Y mientras tanto, en un bíblico ejercicio de hipocresía, comisarios europeos, senadores estadounidenses, presidentes y primeros ministros de diversos orígenes, sigan explicándonos cuán importantes son para ellos los “derechos humanos”, cuán indomable es su sentido de la justicia.