La controversia se centra en el director ejecutivo y editor general del periódico, Will Lewis, quien presuntamente ha presionado a periodistas dentro y fuera de la sala de redacción para que no publiquen historias que lo desfavorecen.
El personal también se ha puesto en alerta por sus iniciativas para reorganizar el trabajo en el periódico para hacer frente a las fuertes pérdidas financieras.
Sumado a esto, el editor británico Robert Winnett, que había sido elegido por Lewis para ocupar un alto cargo editorial, terminó renunciando en medio de cuestionamientos a sus antecedentes de utilizar en artículos periodísticos información obtenida de manera fraudulenta.
Lewis también está implicado en un escándalo de escuchas telefónicas que se viene investigando hace mucho tiempo en el Reino Unido. Tanto Lewis como Winnett tienen una larga trayectoria en periódicos conservadores británicos cuyo dueño es Rupert Murdoch.
Además, recientemente, el periódico The Guardian reveló que Lewis aconsejó al entonces primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, sobre cómo cubrir sus huellas frente a la indignación pública por sus violaciones a las medidas sanitarias impuestas durante el apogeo de la pandemia de COVID.
“Algo básico de cómo debe funcionar el periodismo es que los ejecutivos responsables de la difusión de noticias de interés público no deben censurar la información. Es un parámetro bastante simple que Will Lewis no ha respetado”, dice Chris Lehmann, director de la oficina de la revista The Nation en Washington D.C.