El criptoestafador Javier Milei ha llegado a la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) portando una flamante motosierra como ridículo regalo para su admirado Elon Musk.
Apenas sin transición, el embaucador ha pasado de promotor de un fraude escandaloso a adulador del representante más notorio del club de los megarricos a nivel mundial.
Siempre supimos que cuando aquella versión liliputense de Trump daba vivas a la libertad, se refería a un tipo muy particular de ella, pero no alcanzábamos a imaginar -si bien esperar decencia del personaje era pedir peras al olmo- la desfachatez de la que es capaz.
Serán intensos sus días en Washington: intentará incrementar la deuda argentina con el FMI, defenderá su modelo económico en la sede del Banco Interamericano de Desarrollo, intervendrá en la clausura de la CPAC y se tomará alguna foto con el presidente del Imperio.
A alguien puede parecerle que se trata de dos facetas de la misma persona o de un intento de pasar página y borrar con tales protocolos el escándalo suscitado por su promoción de esa fugaz fantasía llamada $Libra, como si no hubiera una coherencia total entre el criptotimador y el timador a secas, cuya misión desde el gobierno es exprimir a las clases populares y hacer fluir el dinero a los ricos.
Cuando creíamos conocerle a la ultraderecha todas sus desvergüenzas, incluidas las mil y una variantes de la corrupción, Milei da un paso más allá. No le basta con defender las más nefastas causas y aliarse a los más tenebrosos personajes, ni con arrasar programas sociales mientras halaga los oídos y bolsillos de los poderosos.
A ello suma ahora el apoyo a rateros virtuales que no son si no, a fin de cuentas, avatares diminutos de Trump, de Musk y de la verdadera casta reunida estos días en Washington a la sombra del dinero y del fascismo.
Casa de las Américas / Cuba