Por Yodeni Masó, Corresponsal en Beirut
Este amanecer los aviones israelíes se ensañaron y lanzaron bombas al vacío contra varios de sus inmuebles, destruyeron hogares, masacraron sueños, se atrevieron a hacerlo bajo la falsa narrativa de apuntar a objetivos militares.
En uno de esos edificios reducidos a cenizas, en la calle Camille Chamoun, estaba nuestra casa, el salón que nos recibió en abril de 2022, los butacones que acomodaron nuestras incertidumbres, el refugio y el pedazo de Cuba.
Con los escombros quedó sepultada también una parte de nosotros que durante más de dos años como corresponsales en Líbano llegamos al primer piso para sanar las ausencias de trabajar a más de 10 mil kilómetros de casa.
Marhabá, miiin (Hola, quién es) traspasaba el sonido del intercomunicador del barrio Hadath para que las puertas se abrieran y estos dos novatos periodistas entraran a disfrutar las mejores conversaciones y cafés del día.
Los diálogos nuestros se extendían hasta la madrugada, había mucho que entender y aprender de esta región condenada a vivir bajo la presión del sionismo, pero nos regresábamos a casa protegidos, desde el balcón del barrio americano una mano se agitaba para despedirnos.
El apartamento tenía un salón árabe para conversaciones con políticos, intelectuales, visitantes honrados, fiestas familiares, y otro a “la cubana”, con sillones de madera y la decoración tradicional de nuestra isla, esa que cargaron sus dueños desde 1991 cuando acabaron sus 11 años de convivir en la mayor de las Antillas.
Nunca nos faltó el amor maternal, la protección de los hermanos, el cariño de los tíos y los buenos amigos, tampoco las penas y alegrías compartidas después de ver nacer al pequeño Omar Camilo y despedir al joven Hussein.
La incertidumbre por los primeros días de la guerra, la pérdida de los corresponsales de Al Mayadeen Farah y Rabih, y hasta nuestros resfriados en los inviernos, se sanaron con el calor de sus paredes y sus pasillos estrechos.
En ningún otro lugar de Líbano se comía la tabboule y el fattoush que saboreamos en su comedor, donde nos acompañaron también los amigos de América Latina y el mundo, porque fue la casa de muchos.
Fotos familiares, rostros de padres amorosos que ya no están, títulos y diplomas de sus hijos, sonrisas de nietos, medallas y condecoraciones, las memorias guardadas durante décadas se pulverizaron por la maquinaria de guerra israelí.
La historia de los pueblos del sur global y su cultura de resistencia eran la decoración de sus paredes: las imágenes del Che Guevara y Fidel Castro, el busto de Hugo Chávez, el rostro de Vilma Espín y Celia Sánchez, los bordados de nuestras artesanas, y Palestina.
Israel hoy bombardeó el hogar de Wafy y con él destruyó un pedazo de Cuba en el corazón del mundo árabe.