Por Tatiana Coll
El párrafo dice: “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada […]. Las armas del juicio que vencen a las otras”. El conocimiento, la conciencia que se fragua al descubrir el mundo real y feroz que nos rodea, deben ser las armas que amarren la necesidad de cambiar.
“Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos”.
José Martí trabajó obsesivamente para lograr esta conciencia y cimentar la unidad tan necesaria en una lucha tan desigual y difícil como la que se abría en aquellos años finales del siglo XIX, en que el naciente imperialismo yanqui se aprestaba a caer sobre nuestra América.
Hace poco fuimos convocados por la Red en Defensa de la Humanidad y contra el Neoliberalismo a reflexionar sobre la vigencia del pensamiento del visionario cubano José Martí.
Tal vez hoy, más que nunca, esta afirmación es decisiva. Estamos bajo el constante bombardeo mediático, armado de mil flujos informáticos y electrónicos que inundan cotidianamente el mundo.
Manuel Castells sentenció en La era de la información que “el poder del flujo es mayor que el flujo del poder”. En aquel momento, tal vez, la esperada democratización del uso abierto de las redes era creíble, pero a medida que una tecnología cada vez más exorbitante y desarrollada es dominada por el poder, ha llegado a controlar mediante un flujo inalcanzable y abrumador al mundo.
Asistimos a una guerra híbrida, que combina el injerencismo guerrerista genocida que destruye países; baste señalar Irak, Libia, Afganistán, Siria y hoy Palestina, que todos los días impunemente lo televisan; los bloqueos económicos que despliegan mayor capacidad financiera y vías de control que antes, Cuba 65 años sin tregua encarna esa resistencia; con los nuevos golpes de Estado implementados mediante los poderes judiciales, la lawfare, acompañada del embate mediático que ha destituido “legalmente” a los presidentes: Lugo, de Paraguay; Zelaya, de Honduras; Rousseff, de Brasil; Castillo, de Perú; encarcelado a Lula; perseguido a los Kirshner y a Correa; niega el triunfo de Arévalo en Guatemala, y se vuelca arteramente a desconocer las elecciones en Venezuela.
Martí a los 15 años escribió un poema que ya logra plasmar la esencia de su lucha-destino y la profecía de su vida: “El amor, madre, a la patria/ no es el amor ridículo a la tierra, / ni a la yerba que pisan nuestras plantas; / es el odio invencible a quién la oprime, / es el rencor eterno a quién la ataca”.
A los 17 fue enviado a las canteras de piedra y luego deportado a España. Dos veces será deportado hasta fijar su vida en tierras nuestroamericanas y de la “otra”, no nuestra, sino del norte revuelto y brutal que nos desdeña y está en “la hora del desenfreno y la ambición”.
Murió en el campo de batalla a los 42 años, produjo una obra recogida en 28 volúmenes; periodista, ensayista, poeta, diplomático y sobre todo hombre congruente con su pensamiento, fue un organizador incansable que amalgamó el Partido Revolucionario Cubano para dar la batalla final contra el colonialismo español y evitar la expansión estadunidense.
Él mismo llamó a su obra “Letras fieras” sin referirse a que fuesen crueles o salvajes, sino a que eran veraces y vigorosas, reveladoras de esencias irrebatibles. Necesario, exhibir las falsedades de aquellas dictaduras liberales, un Porfirio Díaz, Julio Argentino Roca, Justo Rufino Barrios, que conoció bien, liberales extranjerizantes que gobernaron imitando a los imperios, desconociendo su propia tierra dejaron “que la colonia continuara viviendo en la república”; para poder gobernar “pueblos nuevos” se requieren gobiernos nuevos que sepan crear. El hombre nuevo, natural, no hay razas, hay hombres iguales.
“El indio que mudo se iba al monte, el negro solo y desconocido cantaba por las noches, el campesino, creador, se revolvía ciego de indignación […], en ellos está el hombre real de nuestra América”.
El llamado estratégico de Martí quedó plasmado con fuerza histórica en la segunda Declaración de la Habana en 1962 y sigue siendo el núcleo central de las luchas nuestroamericanas: “El problema de la independencia no es el cambio de formas, sino de espíritu”, “es la hora de la segunda y verdadera independencia”. Esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar.
Cuba que recoge en su Constitución el sueño martiano: “La dignidad plena del hombre”. Cuba, la de Martí, Mella, Guiteras y Fidel, sigue siendo hoy el primer bastión de la resistencia nuestroamericana.