martes 19 de noviembre de 2024
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Justicia Fiscal en tiempos de noticias falsas: el mito de los impuestos como robo

Santiago de Chile (Crónica Digital): No se puede hablar de impuestos en general sino de justicia fiscal. Al día de hoy los que más tienen pagan menos impuestos que los que viven de su salario.
Por Camila Musante, Diputada del Distrito 24 de la Región Metropolitana

La derecha y la ultraderecha defienden a los primeros. Las izquierdas y la centroizquierda deben defender a los segundos.

El problema de los impuestos no es si subirlos o bajarlos. Es a quién. Cuando los millonarios evaden y eluden luego son mayores las listas de espera en salud, es menor la inversión social en educación, vivienda, y tantas otras necesidades de la inmensa mayoría de nuestro país y, finalmente, el acceso a los servicios solo existe para quienes puedan pagarlos.

Hace solo cuatro meses ganaba Javier Milei en Argentina y lo hacía señalando que los impuestos son un robo. Cuando ganó, sus adherentes festejaron en el Obelisco de Buenos Aires, construido con fondos estatales; llegaron al lugar en medios de transporte que avanzaban sobre las calles construidas con fondos estatales, en el Subte cuya construcción y funcionamiento se basa en fondos estatales.

Sus automóviles y el transporte público de superficie también dependen, en distintos porcentajes, del Estado. Las luminarias y la policía que fue a verificar el curso de los hechos es también parte del sistema operativo del Estado.

Esto pasó en Argentina cuando ganó la Presidencia una persona que cree y promueve la idea de que el Estado es una máquina de robar. En sus últimos años, sin embargo, ha luchado por llegar a ser influyente en el Estado. Y hoy dirige, reconociendo el honor, la que él considera una máquina de robar. Gobierna desde un edificio del Estado, su sueldo es del Estado y todo lo que come lo paga el Estado. Esa es la historia que ocurre al otro lado de Los Andes.

“El Estado es un ladrón” grita Milei del otro lado de la cordillera. Pero en Chile la tentación de gritar lo mismo, o de decir lo mismo sin decirlo (con más prudencia pero la misma mala intención), avanza en nuestra política.

Y aunque en Chile no hemos llegado a que este discurso tenga carta de ciudadanía, ya hay un par de espectros que repiten la fórmula que ganó en Argentina pensando que el absurdo es contagioso. Pero, aunque estamos lejos de esa locura, no es menos cierto que el Megafraude al Servicio de Impuestos Internos ha gozado del silencio cómplice de muchos sectores políticos.

No se atreven a decir, como Milei, que estos evasores fiscales son unos héroes. Pero sí se dedican a evitar que este tema sea relevante mientras le dicen a la ciudadanía que hay que bajar los impuestos porque se gastan mal.

Es el ladrón detrás del juez, el que roba a los chilenos inventando mecanismos para vivir de beneficios tributarios o que inventa un modo de no pagarlos; es esa el alma que inspira al que grita que los impuestos son un robo a las personas.

En Chile sí nos encontramos con quienes dicen que hay que bajar los impuestos pero subir los beneficios sociales. Lo dicen al mismo tiempo. Sí, es un “pensamiento mágico”. He allí los verdaderos cómplices del Megafraude: años en que no se supervisó suficientemente la operación de cientos de proveedores inexistentes y de devoluciones de impuestos que no llamaron la atención.

¿Cuál es la razón? ¿Hubo falta de asertividad, falta de capacitación, falta de investigación o falta de personal para supervisar?

Saber el detalle de los errores cometidos es clave. Cada peso que se deja de recaudar es un problema para toda la sociedad. Entregar millones de desayunos, almuerzos y meriendas al día es un costo, usted lo imaginará. Otorgar gratuidad a la educación primaria y secundaria, además del 50% de la matrícula universitaria, es un costo.

El grueso de las personas que están jubiladas viven de fondos estatales, no de sus cotizaciones anteriores. Sostener un sistema de salud que permite que Chile tenga mejor esperanza de vida que Estados Unidos con cantidades de dinero mucho más pequeñas, es una dificultad.

Los impuestos fueron un invento revolucionario, nada agradable, pero que produce un bien mayor. Los recaudadores de impuestos nunca han sido muy amados, pero Cristo puso a uno de ellos de apóstol. Y es que fortalecer el Estado es mitigar el dolor de muchas personas.

El Estado permite que existan decisiones regionales, comunales, con uso de fondos públicos. Es probable que en este Congreso Nacional no haya muchos que les importe cuánto y de qué manera podemos afectar la vida de las personas.

Y hay muchos que quieren decir que la política no importa y que nunca cambia la vida. Bajo esa premisa quieren achicar el Estado y reducir la cantidad de funcionarios públicos. Creen, junto a Javier Milei, que los funcionarios públicos son parásitos.

x Pero mientras tanto nos hablan de los beneficios de la OCDE y de Suecia, Noruega o Dinamarca. Esos tres países llegan a casi el 30% de su empleo total en ocupaciones pagadas por el Estado. En Chile la Dirección de Presupuesto Nacional (DIPRES) señaló en marzo de 2023 que los empleados públicos eran, en números redondos, 450 mil en total. Si hablamos de alrededor de 9 millones de trabajadores en Chile, sólo el 5% de los trabajadores en el Estado.

Si el gasto estatal es de un 25% del PIB es una clarísima señal de que el dinero no se va en los trabajadores del Estado.

Los impuestos que se cobran pueden mostrarnos errores en sus gastos, pero la verdad es que el verdadero problema es que en Chile hay niveles de evasión fiscal elevados. Según datos de CEPAL, en un informe publicado en 2020, la evasión del IVA en Chile estaría sobre el 20%.

El Congreso Nacional está ante una oportunidad. Una comisión investigadora que no solo investigue el Megafraude y abra las puertas a la comprensión de los abusos cometidos contra el Estado, una comisión que venga a reivindicar el rol de lo público y de los impuestos.

La derecha viene a decirnos: bajen los funcionarios públicos y suban el gasto social. La verdad es que la tesis es absurda, en primer lugar porque Chile gasta bastante poco en funcionarios públicos y en segundo lugar porque alguien tiene que elaborar, implementar y evaluar sistemáticamente los planes y programas.

Esa es la verdad. Por eso muchos Presidentes llegan con el discurso de cortar funcionarios y no lo hacen. Y es porque no se puede. Pero hay algo peor: la falta de honestidad. Muchos de ellos han vivido toda la vida de la política, de los que se han dedicado a merodear por el Estado y a tratar de ganar el espacio que procuran los cargos públicos y sus pagos respectivos; han sido precisamente los que enarbolan la bandera contra el Estado.

Tal vez me equivoco, pero creo que la derecha viene a esta instancia a tratar de pasar el ramo, no a hacerlo bien. Lo hace por cumplir y más de alguno quizás quiera boicotear esta instancia, porque quizás íntimamente considera que los evasores son héroes.

Por eso los emplazo aquí, a que respondan: ¿son los evasores un mal gravísimo para el Estado? ¿O piensan acaso que hay algo positivo en la evasión?

La creación de esta comisión investigadora no debe ser un mero paso administrativo. Aquí están en juego montos que son cruciales para el funcionamiento del Estado y de los beneficios sociales que Chile otorga.

Y es fundamental la sanción social de este tipo de delitos. Porque los impuestos no son un robo, pero evadirlos sí lo es. Y esa es la verdad.

En tiempos de noticias falsas, gente como Javier Milei y sus imitadores quieren convencernos de exactamente lo contrario.

Pero la verdad es simple: evadir es un robo y el Megafraude, que podría ser equivalente a todos los sueldos de un mes de los funcionarios públicos de Chile, debe ser el inicio del fin de las prácticas que se han masificado y legitimado en el marco de visiones que dicen defender la libertad y lo que defienden es el enriquecimiento ilícito.

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