miércoles 20 de noviembre de 2024
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La ecuación Kamala-Trump-Walz-Vance

La Habana (Cubahora) Mientras Walz exhibe resultados concretos a todos los niveles, Vance aparece para la mayoría de los votantes como un signo de interrogación...

Por José Ramón Cabañas Rodríguez

Después del debate presidencial el pasado 27 de junio en Atlanta, Georgia, entre Joe Biden y Donald Trump, se abrieron dos potenciales escenarios: los demócratas marcharían disciplinadamente hacia el patíbulo, o introducirían cambios en su fórmula electoral, para poder contar con ciertas posibilidades de éxito en noviembre.

En los pocos días transcurridos desde entonces, se han sucedido una serie de hechos singulares en Estados Unidos, que cambian la rutina de los procesos previos a la elección presidencial de este 2024.

El primero ocurrió el 13 de julio, durante un relativamente insignificante acto de campaña de Donald Trump en Butler, Pensilvania, en el cual un supuesto atacante disparó un fusil de asalto contra el expresidente. El joven de 20 años, sin entrenamiento militar alguno, fue abatido en segundos impidiendo conocer antecedentes que permitieran aclarar los hechos.

Trump exhibió una supuesta mancha de sangre en su oreja, pero que permitió elaborar la teoría sobre una “intervención divina” a su favor y sumar otro dato a su biografía de candidato “excepcional”.

Semanas después el Servicio Secreto y otras agencias federales aún se contradecían al contar una historia de supuestos errores y deficiencias que nunca ocurren y que fueron olvidadas con prontitud.

Se tejió tal cantidad de argumentos sobre la imbatibilidad del empresario-político, que parecía en ese momento el único competidor con opciones reales de ganar en noviembre.

Apenas 48 horas después de los sucesos en Butler, Trump escogió como su compañero de fórmula para los comicios a James David Vance, senador por Ohio desde 2022. La mira se coloca entonces en estados adyacentes, considerados entre los que pueden inclinar la balanza, más allá de los 270 votos necesarios del Colegio Electoral.

El 17 de julio Vance era confirmado ya por la Convención Nacional de su partido. Explicó de manera resumida la esencia de sus credenciales para haber sido escogido por sobre otros prospectos: “En pequeñas ciudades como la mía en Ohio, o al lado en Pensilvania, o en Michigan, en estados de todo el país, se enviaron puestos de trabajo al extranjero y se envió a los niños a la guerra”.

Sin embargo, el 24 de julio tuvo lugar el esperado y a la vez discutido anuncio de Joe Biden de ceder en su intención de volver a ser el candidato del Partido Demócrata. El mandatario pronunció en ese momento una frase que bien pudiera haber asumido desde el 2020: “Hay que dar el relevo a una nueva generación”.

Los estrategas llaman a estos sucesos “cambio fundamental en las circunstancias”. En otra coyuntura, esta decisión hubiera conducido a la celebración de una convención nacional “abierta” de su partido, que sirviera de espacio para la realización de un debate real entre las distintas tendencias que conforman la organización, producto del cual se elegiría el candidato o candidata  y su compañero de fórmula, como aspirante a vicepresidente.

Pero esto no sucedió. En su lugar, Biden dio su apoyo inequívoco a quien hasta ahora ha sido su vicepresidenta, Kamala Harris y, a pesar de cierto desconcierto inicial, las principales figuras demócratas fueron dando su respaldo ordenado a la exsenadora, hasta que no quedaran dudas de que no aparecería otro candidato para retar la voluntad de los que manejan estas decisiones, incluidos en primer orden, los donantes más acaudalados.

Aún sin articular ningún mensaje ni propuesta propios, la Sra Harris comenzó a “recaudar” importantes sumas de dinero para apoyar su candidatura. Cuando aún todos los papeles de registros de comités de acción política y otros medios legales para gestionar las finanzas demócratas estaban identificados con el rótulo Biden-Harris, comenzaron a fluir y registrarse contribuciones que en realidad eran para Harris-alguien más.

Apenas en 48 horas la prensa anunciaba la entrada de 200 millones de USD frescos en las cuentas demócratas, solo para la elección presidencial.

Casi con la misma velocidad que aparecieron estos fondos se fue silenciando la lista de posibles precandidatos alternativos, que se había conformado con nombres como: Gretchen Whitmer, gobernadora de Michigan; Gavin Newsom, gobernador de California; Pete Buttigieg, actual secretario de Transporte; John Shapiro, gobernador de Pensilvania; Jay Robert Pritzker, gobernador de Illinois; Andy Beshear, gobernador de Kentucky.

Se manejó incluso el nombre de Michelle Obama, mujer carismática y preparada, que ocho años después del final del gobierno de su esposo aún conserva altos niveles de aceptación en el país.

¿Qué pudo haber explicado la prontitud con que se alcanzaron estos reacomodos sin disidencias estridentes? ¿Cómo se evitó la posibilidad de un proceso público, abierto y sanguinario para considerar la fórmula de mayores opciones?

Para aquellos que tienen en sus manos los resortes que mueven la política federal estadounidense se había creado una coyuntura nueva, que era un poco distinta al escenario desastre-hecatombe que significaba la disyuntiva Biden-Trump.

Se abría quizás una posibilidad de construir un futuro más previsible con una candidata que no parecía tener las condiciones necesarias, pero que se podría rodear de un equipo mejor preparado para la tarea. Esta nueva realidad habría que crearla en un estrecho margen de tiempo, y para ello habría que construir un falso o real sentido de unidad. Por lo menos había que intentar un nuevo empaque y nombre de marca.

En las escasas horas en el que tuvo lugar el reajuste político llegó a fabricarse el concepto de Kamalanomics en la prensa especializada, a partir de supuestas acciones que podría tomar la aún vicepresidenta respecto a diversos sectores de la economía estadounidense, en caso de llegar al trono.

Pero quizás una de las claves de lo que sucedía bajo la superficie la dio el megabanco JPMorgan en una comunicación dirigida a sus clientes: “A los mercados no les gusta la incertidumbre, y parte de la fortaleza de los activos de riesgo durante el verano se debió probablemente a la mayor probabilidad de una victoria republicana. No nos sorprendería ver más turbulencias a medida que evolucione la carrera presidencial”. Lapidario.

Lo que era una simple probabilidad entonces, se confirmó de manera escalofriante con la caída récord de las principales bolsas de valores en la jornada del 5 de agosto pasado.

Para el mundo financiero estadounidense el concepto contrario a incertidumbre es previsibilidad. En las nuevas circunstancias esta condición parece más probable entre las huestes demócratas, que no solo podrían ofrecer un sentido de continuidad a partir del 2028 al equipo propio que pudiera resultar electo este noviembre, sino que exhibe una lista de probables “líderes” hacia futuro que no están presentes en las huestes republicanas.

Un cuestionamiento que crece por estos días en Estados Unidos es el siguiente: en caso de ser electo Trump, ¿qué sucederá después del final de su mandato?

Trump respondió mal esa pregunta, al cometer el error de elegir un pre-candidato a vicepresidente (Vance) pensando más en quién le garantizaría su libertad personal y la posibilidad de desgobernar a sus anchas, que presentar un sentido de continuidad, una proyección hacia futuro. Vance es el producto de una coyuntura, no nuclea un equipo, o una tendencia en formación.

Ya con Kamala en la proa (no el timón) del buque demócrata, comenzó a observarse otra tendencia interesante: los medios principales de la prensa corporativa estadounidense sacaron masivamente artículos de opinión favorables a la ex fiscal de origen afro-asiático y afirmaron que los resultados en supuestas encuestas de última hora eran mucho más favorables frente a Trump, que lo registrado por Biden.

En cambio, estos supuestos datos de encuestas nos existían, lo que permite afirmar que había comenzado otra campaña de publicidad estadounidense en la que la verdad no era el requisito principal. El objetivo era reciclar la imagen deteriorada de un viejo producto que tendría una nueva “aplicación”.

Eso sí, las estadísticas reales se ven muy parejas en los estados que van a definir esta elección. Son éstos Georgia, Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Arizona, Nevada, Carolina del Norte.

Sin embargo, el equipo demócrata anunció hace pocas horas la decisión de nominar al gobernador por Minnesota, Tim Walz, como aspirante a la vicepresidencia junto a Kamala. Y es que las credenciales políticas entre Walz y Vance no admiten comparación.

Mientras Walz exhibe resultados concretos a todos los niveles, Vance aparece para la mayoría de los votantes como un signo de interrogación. En términos de posible respaldo a la primera figura, Walz es un archivo y Vance una gaveta vacía.

Lo peor: Trump tiene ahora la edad que criticó en Biden durante la campaña del 2020. Él tampoco es un hombre saludable y en caso de incapacidad o ausencia, no parece probable que la mayoría considere a Vance como un verdadero comandante en jefe.

El efecto de la elección de Walz sobre el imaginario republicano pudo aquilatarse de inmediato en las plataformas de redes sociales de sus principales operativos. Pasaron de llamar socialista a Kamala Harris, para decir que la fórmula Harris-Walz era simplemente comunista.

Entre el 19 y el 22 de agosto próximos tendrá lugar la Convención Nacional Demócrata, en la ciudad de Chicago, estado de Illinois. Sucederá algo similar a lo definido por sus pares republicanos: la tarea ya está hecha y no habrá debate alguno sobre los posibles candidatos. Tampoco habrá una discusión sustanciosa o reflexiva sobre políticas o prioridades.

El esfuerzo principal estará dirigido a descalificar al enemigo y a demostrar que en un mundo lleno de incertidumbres los demócratas podrían estar en condiciones de recorrer un camino más largo.

A todo lo que sucede en las dinámicas internas del país, y que son de interés solo para el 50% del electorado, habría que sumar la posibilidad real de que desde ahora hasta la primera semana de noviembre puedan ocurrir acontecimientos en relación con la volátil situación en el Medio Oriente, o alrededor de la guerra en Ucrania, que impacten en el mapa político doméstico estadounidense.

El análisis de escenarios sobre las elecciones de EEUU también se realiza desde Tel Aviv o Kiev y el componente del apoyo estadounidense (o la ausencia de este) es clave en ambas capitales.

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