Por John Miles
En las últimas décadas, las sanciones han pasado a ser una de las herramientas políticas preferidas por los líderes occidentales para debilitar a sus adversarios globales.
Con un sentimiento antibelicista en aumento entre los estadounidenses cansados de los conflictos, EEUU, en particular, recurre a las restricciones y sanciones económicas para ejercer su influencia a escala internacional.
Dos tercios de las sanciones mundiales desde la década de 1990 han sido impuestas por Washington y un tercio de esa cifra se debe únicamente al presidente estadounidense Joe Biden, estima el académico Manu Karuka.
Por su parte, el economista Francisco Rodríguez detalla que actualmente, una cuarta parte de las naciones del mundo están sancionadas por la ONU o por países occidentales.
Aunque las sanciones se proponen a menudo como alternativa a los conflictos armados, esta política no está exenta de controversia. Las sanciones pueden empeorar significativamente la situación de la población civil, impidiendo el acceso a alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad, argumenta la investigadora Joy Gordon.
Los expertos cuestionan la eficacia de estas medidas para forzar el cambio político, pero es difícil negar sus graves consecuencias para el pueblo.
La reciente salida de Rusia de una serie de severas sanciones lideradas por EEUU, prácticamente indemne, se considera un hito para las naciones del sur global que intentan resistirse a la táctica empleada por Occidente.
Moscú no solo ha sobrevivido a la agresión económica, sino que ha prosperado, superando a Alemania y Japón y convirtiéndose en la cuarta economía mundial, destaca el analista de asuntos exteriores y seguridad Mark Sleboda.
«No estoy seguro de que nos encontremos aún en un mundo multipolar, pero sin duda vemos que se vislumbra y que está naciendo, aunque la hegemonía mundial occidental liderada por EEUU intente estrangular ese nacimiento e impedir que se produzca», indica Sleboda.
Sleboda se mostró de acuerdo con la premisa del análisis del sitio web Orinoco Tribute que examinó la participación en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo 2024.
El artículo sugiere la creación de «nuevos centros de crecimiento» como piedra angular de dicho orden, con países del sur global que refuercen sus relaciones bilaterales para construir un poder independiente del sistema económico liderado por Occidente.
Asimismo, la publicación señala los esfuerzos por estrechar lazos en ámbitos como la industria farmacéutica, la producción de energía, la educación, la seguridad y los programas espaciales.
Según Sleboda, la palabra de moda de 2022 era aislamiento, y los observadores pronosticaban el declive económico de Rusia ante las denuncias de Occidente por su operación militar especial en Ucrania.
«De los 192 países del mundo, unos 136 acogerán este foro económico, incluidos varios jefes de Estado», agrega el analista.
La locomotora está en marcha y Rusia la conduce
Los países africanos buscan la cooperación con Rusia para romper con los patrones de dependencia establecidos tras su independencia del dominio colonial occidental en el siglo XX, indica el analista.
«Los países africanos están viendo ahora mismo el rendimiento de las armas rusas en el campo de batalla [en Ucrania] frente a las armas tan reputadas de Occidente. Ahora mismo hay cola para cuando termine esta operación militar especial», comenta Sleboda.
Por eso, los representantes africanos en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo están encantados de reunirse con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y con el presidente Vladímir Putin. «Rusia es una inspiración porque los países de África llevan mucho tiempo sufriendo la hegemonía mundial occidental liderada por EEUU. Han sufrido bastante para buscar una inspiración y un modelo que funcione. Y un socio para salir de esta dependencia», enfatiza el experto.