Las advertencias de Alvin Holsey, jefe del Comando Sur del Ejército estadounidense sobre el uso del Estrecho de Magallanes, el despliegue de naves militares y miles de marines por zonas de la región, la “recompensa” por ayudar a “la captura” del Presidente de Venezuela, la subida de aranceles afectando a países latinoamericanos, el aumento de medidas contra Cuba, el asedio contra México, la excusa del “combate” al crimen organizado y el narcotráfico para meter tropas militares en territorios de otras naciones, son hechos y anuncios que marcan la agenda del gobierno de Estados Unidos hacia la región.
Una agenda constatablemente injerencista, belicista, amenazante y desestabilizadora.
Esas pautas que salen de la Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado y otras instituciones estadounidenses generan -al contrario de lo que afirman sus representantes- inseguridad, conflictos y tensión.
Lo peor es que todo ese comportamiento puede traer graves consecuencias en América Latina y El Caribe y que, en estas semanas, genera cuadros de mucha tensión y preocupación.
Es decir, vuelve a ser evidente que las políticas de Estados Unidos hacia el continente son amenazantes, dañinas, interventoras y desestabilizadoras. Ese país no contribuye a la paz, la seguridad, la estabilidad y el desarrollo en la zona.
Deberán estar atentos los gobiernos, las Fuerzas Armadas locales, las fuerzas democráticas y los movimientos sociales de la región ante estas acciones y posturas de Estados Unidos para no caer en actitudes ingenuas, pasivas y dóciles. Se requiere levantar posiciones de rechazo y enfrentamiento frente a lo que está haciendo Estados Unidos contra la región.