Por Willy Meyer

El 22 y 23 de septiembre se celebró en Nueva York, en las Naciones Unidas, una cumbre convocada por su secretario general Antonio Guterres, para debatir sobre el futuro de las Naciones Unidas. Bajo el título de “Cumbre del Futuro”, los líderes mundiales aprobaron un documento, “el Pacto para el Futuro”, con cinco apartados y dos anexos que resumen los compromisos alcanzados para iniciar la reforma de la gobernanza global en relación  a la financiación del desarrollo sostenible, paz y seguridad, ciencia tecnología e innovación, juventud y generaciones futuras y transformación de la gobernanza global.

De todos los apartados, indudablemente, los referidos a los apartados II, “Paz y Seguridad Internacionales” y al V, “Transformación de la Gobernanza Global”, adquieren un mayor significado en el contexto del genocidio perpetrado por el gobierno de Netanyahu al pueblo palestino, las agresiones militares israelíes reiteradas a los Estados soberanos de Siria, Irán o Líbano, los reiterados incumplimientos para que el pueblo saharaui pueda ejercer su derecho a la autodeterminación o la guerra injustificada de Ucrania.

Estos conflictos han puesto a prueba la existencia de las Naciones Unidas, a su Carta Fundacional que de forma solemne declaraba la prohibición de la guerra, considerándose el principio constitutivo de la juridicidad del nuevo ordenamiento internacional.

La incapacidad de frenar los crímenes de guerra y la imposibilidad de poner a disposición de los tribunales a los autores de esos crímenes constata el fracaso de la actual gobernanza internacional y del sistema de seguridad militarizado de la OTAN.

Por eso, los compromisos de los apartados II y V alcanzan un significado especial. En el apartado de Paz y Seguridad Internacionales, se concreta: “Redoblaremos nuestros esfuerzos por construir y mantener sociedades pacíficas, inclusivas y justas y abordar las causas profundas de los conflictos. […] Protegeremos a todos los civiles en los conflictos armados […]Promoveremos la cooperación y el entendimiento entre los Estados Miembros, reduciremos las tensiones, procuraremos el arreglo pacífico de las controversias y resolveremos los conflictos. […]Consolidaremos y sostendremos la paz. […]Respetaremos nuestras obligaciones y compromisos en materia de desarme.”

Con relación a la Gobernanza Global, son significativos los acuerdos alcanzados: “Transformaremos la gobernanza global y revitalizaremos el sistema multilateral para afrontar los retos, y aprovechar las oportunidades, que se nos presenten en la actualidad y en el futuro […]Reformaremos el Consejo de Seguridad, reconociendo la urgente necesidad de que sea más representativo, inclusivo, transparente, eficiente, eficaz y democrático y tenga más rendición de cuentas. […]Intensificaremos nuestras gestiones en el marco de las negociaciones intergubernamentales sobre la reforma del Consejo de Seguridad con carácter prioritario y sin demora. […]Reforzaremos la respuesta del Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y su relación con la Asamblea General. […]Haremos mayores esfuerzos por revitalizar la labor de la Asamblea General”.

Indudablemente, el pacto alcanzado es encomiable y apunta hacia la necesidad de refundar las Naciones Unidas para convertirla, en lo que Ferrajoli califica como un “modelo de democracia internacional”, un ordenamiento basado en el carácter democrático-representativo de los órganos supraestatales y, sobre todo, en su función de garantía de la paz y de los derechos fundamentales de las personas y los pueblos.

Para este autor, “el objetivo de cualquier movimiento por la paz debe ser por tanto la transformación del actual gobierno mundial de hecho en una democracia internacional estructurada según el paradigma del Estado constitucional de derecho ya diseñado por la Carta de las Naciones Unidas”. La refundación democrática de las Naciones Unidas necesitaría, entre otras reformas, las siguientes:

—La eliminación del Consejo de Seguridad o al menos de la figura de miembro permanente con derecho a veto reservada a las grandes potencias.

—El reforzamiento de los poderes de la Asamblea General.

—Un nuevo espacio y mayor implicación para las organizaciones no gubernamentales.

—La institución de una segunda Asamblea representativa de los pueblos que complemente la actual de los Estados, elegida por sufragio o por los parlamentos nacionales.

Pero ese pacto de los líderes mundiales, con ser importante, no puede resolver los obstáculos que sin duda pondrán los Estados Unidos de Norteamérica, potencia que reiteradamente ha incumplido los acuerdos de la Asamblea General en diferentes materias (entre ellas, el acuerdo de poner fin al bloqueo a Cuba) y que se han convertido en la garantía y respaldo al genocidio de Netanyahu contra el pueblo palestino.

Ese “Pacto para el Futuro” de las Naciones Unidas necesitará imperiosamente de la movilización internacional de todas las organizaciones políticas, sociales, culturales, confesionales y pacifistas para “empujar” en la dirección de refundar las Naciones Unidas y convertirla en el verdadero gobierno democrático del mundo.

De no conseguirlo, los criminales como Netanyahu podrán seguir actuando con total impunidad y las Naciones Unidas seguirán en la senda de la banalidad respecto a la verdadera gobernanza mundial.