martes 25 de marzo de 2025
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Noor y Mahmoud: historia de terror

La Jornada Marzo 25, 2025, Artículo (La Jornada): Me gustaría contarles una historia sobre una joven. Sus padres eran de Siria y, como muchos otros antes, procedentes de todo el mundo, llegaron a Estados Unidos para formar una familia y dar a sus hijos una vida mejor.

Esta es la historia del país, la historia de los inmigrantes. Los padres se establecieron en una comunidad sirio-estadounidense, como antes que ellos los inmigrantes irlandeses, italianos, alemanes y polacos habían gravitado hacia sus propias comunidades, un puerto seguro donde echar raíces y crecer como nuevos estadounidenses.
Por Michael Moore
Pero esta comunidad sirio-estadounidense no estaba en un lugar cualquiera: estaba en mi pueblo natal, Flint, Michigan. A miles de kilómetros de Siria, construyeron un nuevo hogar y tuvieron una hija, ciudadana estadounidense, allí en Flint. La niña creció a la sombra de las fábricas bombardeadas de la General Motors, y, por el tiempo en que ella salía de la preparatoria y entraba en la universidad, el gobernador de Michigan, en un acto de terrorismo político, desvió el agua de la ciudad, envenenando a los pobladores.
Esto causó la muerte de personas en Flint y dejó a sus niños envenenados de por vida. Y el gobernador no enfrentó consecuencias por ese crimen, no fue detenido ni se le fincaron cargos por homicidio. No resultó culpable de nada, fuera de manejar el gobierno como un negocio. Un verdadero patriota, un hombre blanco estadounidense de pura cepa, que mostró su indiferencia hacia una ciudad de mayoría negra.
Pero, pese a todo, esta pequeña que creció aquí no se marchó, aunque tuvo la oportunidad. Después de la preparatoria, estudió en el campus de la Universidad de Michigan en Flint, donde esta hija de inmigrantes tuvo excelente desempeño en ciencia y biología. Realizó investigaciones sobre el virus Zika, el trabajo infantil en India y el envenenamiento por plomo en Flint debido al agua envenenada.
Cuando se graduó con honores, en la primavera de 2018, no fue sólo un birrete de graduación entre un mar de estudiantes ese día: ella fue electa vocera de su generación. En palabras de los administradores escolares que le confirieron ese honor, ella era el epítome de la tradición de los líderes y los mejores en la Universidad de Michigan.
Ante la orgullosa mirada de sus padres sirios, Noor Abdalla dirigió un discurso a sus compañeros estudiantes. Les habló de su crianza y luego describió los horrores de la guerra civil en Siria, que en ese tiempo entraba en su octavo año sangriento. Y luego… dijo esto:
“Todos somos muy privilegiados de vivir en un país como éste, y de recibir una educación que es segura y accesible… Voy a clases y sé que estoy segura en muchas formas. No sólo a salvo de un ataque aéreo, sino también segura de decir lo que pienso siempre que lo considero necesario. Segura de conversar con mis profesores y de tener pláticas apasionadas sobre temas que amo. Y segura de soñar en grande.
“Debemos aceptar nuestro privilegio y encauzarlo hacia algo mayor, encauzarlo para ayudar a quienes quizá no tienen acceso a una educación, a quienes tienen que viajar muchos kilómetros para llegar a la escuela, a quienes tienen prohibido aprender y a quienes no saben leer o escribir.
Generación 2018: ¡en qué mundo vivimos! Encendemos la televisión y vemos una tragedia devastadora tras otra, ya sea violencia con armas en preparatorias en todo el país, tiroteos en masa, discriminación basada en el color de la piel, e incluso en nuestra propia ciudad, con nuestra crisis del agua en Flint.
Fue un discurso hermoso y potente, que terminó con una cita de Nelson Mandela: La educación es el arma más poderosa que puede usarse para cambiar el mundo.
Bueno… Siete años después, Noor Abdalla no está a salvo.
No está segura para decir lo que piensa en campus universitarios… como tampoco nadie más. Si la educación es el arma más poderosa que puede usarse para cambiar el mundo, entonces tiene sentido que el gobierno de Donald Trump tome como blancos a los estudiantes en los campus universitarios al atacar y desmantelar al Departamento de Educación, prohibir libros y atemorizar a la gente para hundirla en el silencio.
Hace una semana, esta misma Noor Adballa, que tiene un embarazo de ocho meses, y su marido, Mahmoud Khalil, regresaron a su departamento, en un edificio habitacional para estudiantes graduados, y fueron confrontados por una banda de hombres blancos que se negaron a identificarse. El líder de ese grupo era de mediana edad con panza de cervecero, vestido con pantalones de gabardina y una playera con un cómic de Marvel. ¡Te tenemos, le dijo a Mahmoud. Y, cuando estos gorilas se llevaban a rastras al esposo de Noor, ella les preguntó quiénes eran, a qué departamento gubernamental representaban, cómo se llamaban.
No damos nuestros nombres, dijo uno de ellos mientras metían a Mahmoud en una camioneta y se lo llevaban entre las sombras de la noche.
Todo esto parecería demencial –estrafalario, imposible, ficticio–, excepto por el inconveniente de que vivimos en un mundo de videos documentales y todo fue captado en video por la propia Noor Abdalla, joven de Flint, vocera de su generación en la Universidad de Michigan en 2018. Una joven armada con una educación y una cámara.
Este es el video tomado por Noor Abdalla de la captura ilegal de su marido. Lo tomó presa de un terror absoluto, al ver que era al parecer secuestrado por un grupo de esbirros blancos, sin saber si volvería a verlo. Todo el mundo debería verlo:

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