Por: Yodeni Masó Águila y Leslie Alonso
Corresponsales en Beirut
Después de la Segunda Guerra Mundial, las administraciones de la Casa Blanca aplican sus tácticas de política exterior en los países de Medio Oriente sobre la base de dos ecuaciones: la protección del Estado de Israel, y la seguridad del petróleo y las riquezas naturales.
Líbano no es una excepción, y Washington se convirtió en parte del estado profundo de la nación de los cedros sobre las ruinas de los franceses tras el fin de la colonización, capaces de controlar las políticas económicas y monetarias, e incluso la soberanía e independencia.
Según expertos consultados por Prensa Latina, Medio Oriente es epicentro de constantes conflictos tras la salida de los otomanos en 1918, la posterior entrada de los británicos y su ocupación a Palestina, la invasión francesa a Siria y Líbano, y la creación en 1948 del Estado de Israel.
Desde entonces, hay un proyecto de Occidente para Medio Oriente con el objetivo de intentar debilitar a sus países, apoderarse de los recursos y respaldar a la entidad de ocupación.
El mundo es testigo hace seis meses de esa complicidad occidental, del doble rasero de Estados Unidos y la maquinaria de guerra sionista, que acabaron con la vida de más de 33 mil civiles en la Franja de Gaza, en un acto de supuesta autodefensa a la gesta del 7 de octubre protagonizada por la resistencia palestina.
Ante los objetivos de guerra declarados por el gabinete de Tel Aviv de acabar con la causa palestina y ampliar el conflicto, la apertura del frente de Líbano no solo constituyó una fuerza disuasiva, sino devolvió a la nación levantina a los escenarios geopolíticos regionales.
Las presiones externas y las amenazas israelíes de arrasar Beirut tensan el escenario del país, en medio de la agudización de la crisis económica, más de un año de vacío presidencial y bajo la gestión de un gobierno interino.
Colonización económica occidental
Una economía capitalista liberal y la imitación del estilo de vida del consumo impusieron una importante presión de Occidente sobre Líbano con el fin de subyugarlo o someterlo y situaron al país en una posición de vulnerabilidad.
En diálogo con Prensa Latina, el jefe de la sección de economía en el periódico nacional Al Akhbar, Mohammad Wehbe, enfatizó que la estructura del modelo económico impuesto y su consecuente proceso de acumulación de pérdidas fueron utilizados como mecanismo de intimidación en la política internacional.
Puntualizó que un objetivo principal de la maquinaria de chantaje fue intentar someter a las fuerzas políticas nacionales que respaldan la causa palestina y restar credibilidad a Hizbulah, miembro del Eje de la Resistencia regional y un partido con la responsabilidad de defender las fronteras del país de las amenazas israelíes desde la década de 1980.
En este sentido, Wehbe indicó que Washington comenzó a aplicar una política de sanciones sobre el sector bancario para doblegar a la Resistencia o sus partidarios y obtener cartas de negociación geopolítica más sólidas.
En esta línea de mensaje, el analista Ghassan Jawad añadió que las riquezas y descubrimiento del gas en el Mediterráneo colocaron a las naciones de Medio Oriente frente a una nueva embestida colonial.
La invasión de Iraq en 2003, los acontecimientos de Líbano en 2006, seguidos por la guerra en Gaza de 2008-2009, y la conspiración destructiva y criminal contra Siria en 2011, constituyen algunos de los ejemplos del proyecto de Occidente en la región, citados por el experto.
Para Jawad, la responsabilidad del colapso en el país de los cedros es atribuido a Estados Unidos y a su ambición desesperada de minar el terreno bajo los pies de Hizbulah, cercar esa resistencia y las fuerzas opuestas a Israel, y con ello despejar el terreno para penetrar más fácil en los mecanismos de decisión del Estado y el gobierno.
Legitimidad de la Resistencia
Estados Unidos denominó a la Resistencia libanesa organización terrorista extranjera en octubre de 1997 y en 2021 la calificó como una entidad terrorista mundial, por la orden ejecutiva número 13224.
Ante las presiones de parlamentarios y congresistas estadounidenses de boicotear totalmente al partido, la Unión Europea incluyó a la supuesta ala militar de Hizbulah en el listado de organizaciones terroristas en 2013.
En estas décadas, las armas de la Resistencia protegieron a Líbano de las ambiciones de Israel y sus aliados, bajo el respaldo de la Resolución 30/70 de la ONU que legitima las decisiones de los pueblos para librarse de la dominación colonial extranjera y la subyugación foránea por todos los medios posibles, incluida la lucha armada.
Además, Jawad recordó que Hizbulah está incluido en un comunicado ministerial de cada gobierno formado desde el 2000 en Líbano, donde el Parlamento otorga a la Resistencia la confianza de defender la soberanía, decisión basada en la legitimidad popular.
Sobre este tema, señaló que, a pesar de la adopción de resoluciones internacionales amparadas por la Organización de las Naciones Unidas para preservar la estabilidad entre Líbano e Israel, desde la emisión de la disposición 1701 en 2006, la soberanía nacional fue violada en más de 30 mil ocasiones por tierra, mar y aire.
A la luz de esta evidente hostilidad, el escritor expresó a Prensa Latina que la protección de Líbano se logra desde la perspectiva de una fórmula tripartita: Ejército, pueblo y resistencia.
Esta combinación de tres fuerzas permitió a otras naciones de Medio Oriente enfrentar el proyecto de hegemonía colonial, tras las conspiraciones en la última década contra Siria e Iraq mediante el uso de Daesh (ISIS).
Al respecto, subrayó que después de la derrota del plan estadounidense en Siria, “trabajan para debilitar las fuerzas en Líbano, golpeando el aspecto económico y social con vistas a cercar y acorralar a la resistencia, dejando al país en un callejón sin soluciones ni alternativas”.
El diluvio de Al-Aqsa dinamizó la región
La epopeya del 7 de octubre y la apertura del frente sur desencadenaron nuevas realidades que conducirán probablemente a ganancias políticas para Líbano al final de la batalla de la resistencia palestina, destacó Ghassan Jawad.
A través de un memorando titulado: “Esta es nuestra historia, ¿por qué el Diluvio de Al-Aqsa?”, el movimiento Hamas refrendó que la operación fue una respuesta natural del pueblo palestino contra la injusticia, la opresión, la confiscación de derechos básicos y políticas de apartheid.
En este punto, precisó que la batalla fue para confrontar los planes de Israel de controlar la tierra, judaizarla y decidir la soberanía sobre la mezquita de Al-Aqsa, así como para poner fin al injusto asedio a la Franja y un paso necesario en el marco del fin de la ocupación.
De acuerdo con el analista, el 7 de octubre llegó para mezclar las cartas en el tablero y obligar a los actores internacionales a lidiar con las condiciones de todos los frentes abiertos para lograr un cese al fuego, independientemente de la forma de estos acuerdos y arreglos.
La Resistencia libanesa declaró que su respuesta fue para proporcionar eficacia y fuerza a la gesta palestina, no obstante, Jawad valoró que igualmente generó espacio para la política, a la luz de las amenazas estadounidenses, occidentales e israelíes.
Ante las presiones al Estado para el cumplimiento de la Resolución 1701, la posición oficial de Líbano está centrada en la retirada de Israel de todos los territorios ocupados, incluidas las granjas de Shebaa y las colinas de Kfar Shuba, así como 13 puntos fronterizos en disputa.
Opción de la Resistencia, bandera para la soberanía de Líbano
En este contexto, Jawad manifestó que, ante un acontecimiento en la región de la magnitud del 7 de octubre, con un evidente carácter de liberación nacional y el desencadenamiento de diversos frentes de tensión, cualquier entendimiento sería beneficioso para Líbano.
No obstante, el país enfrenta grandes desafíos internos ante la dependencia financiera extranjera, la ausencia del presidente de la República y una crisis que entrelaza factores políticos y económicos con la migración, el desplazamiento sirio y cambios demográficos masivos.
Las amenazas de dejar a Beirut en tierra arrasada llenan los titulares de los medios de prensa israelíes, a la vez que la administración de Joe Biden utiliza este discurso sionista y recurre a su papel de mediador a través del enviado especial Amos Hochstein, para apoderarse del expediente libanés.
Las páginas manchadas con sangre para salvaguardar la soberanía de Líbano son memoria viva a fin de no confiar ni en falsos mediadores ni en la imparcialidad de Estados Unidos cuando están en juego sus intereses, indisolublemente ligados al proyecto sionista en Medio Oriente.
arb/yma