En su participación, el diplomático contextualizó que el mundo atraviesa un momento muy peligroso, definido como hiperimperialismo y que implica el declive de un modelo, un proceso difícil de predecir, por lo que “es el momento de encontrarnos (…) como pueblos tenemos la obligación histórica de dejar nuestras diferencias, parcelas de grupos, y ponernos de acuerdo en todo lo que podamos”.
Arreaza exhortó a comenzar con una agenda común mínima, una agenda coordinada de los movimientos, de los pueblos del mundo. “Este momento nos obliga, nos empuja, a que los pueblos se organicen y asuman el rol que les corresponde a la vanguardia de los procesos”, insistió el Secretario Ejecutivo.
En el encuentro, Llanisca Lugo, integrante del Centro Martin Luther King, de Cuba, coincidió en que es el momento histórico para que los movimientos se fortalezcan para crear esa agenda común con propuestas concretas.
Irene León, analista política de Ecuador, apuntó que el ALBA-TCP debe ser un “eje de articulación de todos nuestros pueblos independientemente de los países”, a la vez que destacó el papel del comandante Hugo Chávez como propulsor de la integración latinoamericana, no solo de la Alianza, sino también de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que surgieron con sus particularidades como respuesta a ese gran desafío de la construcción de un mundo multipolar y pluricéntrico.
Explicó que todas las instancias de integración que existen en el mundo tienen en su centro, en su núcleo, unirse para lograr una mayor competitividad, capitalizar, por lo que el ALBA-TCP es única, porque desde su nacimiento se propone como alternativa anticapitalista, tiene esa capacidad conceptual de proponer otra cosa distinta al libre comercio del modelo capitalista, como es el Tratado de Comercio de los Pueblos.
León precisó que el bloque regional conformado por 10 países, propone valores contrarios a la competencia como la solidaridad, la complementariedad económica, la reciprocidad. Instó a trabajar en torno a una arquitectura financiera y una institucionalidad financiera regional como condición para la aplicación de un modelo alternativo, alejado de la especulación capitalista, que responda a las necesidades socioeconómicas de la región.