viernes 18 de octubre de 2024
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Tecnología para el “apartheid”

Madrid (Mundo Obrero): La organización norteamericana No Tech for Apartheid, algo así como Sin tecnología para el apartheid, se compone de trabajadores concienciados de las grandes tecnológicas, especialmente de entre las filas de Google y Amazon.

Por Joakim Navarro Mañas

   Nació como respuesta al llamado Proyecto Nimbus, un multimillonario contrato firmado por esas dos corporaciones en 2021 para proporcionar servicios de computación a instituciones gubernamentales y militares de Israel.

   El proyecto incluye la construcción de centros de datos y el suministro de infraestructura en la nube para diversos usos, como la gestión de datos, inteligencia artificial (IA), ciberseguridad y otras tecnologías avanzadas. Las reacciones al mismo recuerdan a las que ya se dieron con el proyecto Maven, que veremos más adelante. De hecho, Amazon se ha visto obligada a reforzar la seguridad de sus eventos ante las previsibles protestas que amenazan con boicotearlos.

   No es para menos: el acuerdo permite a las fuerzas israelíes obtener y retener datos sobre ciudadanos palestinos, así como vigilarlos mediante reconocimiento facial, restringiendo el derecho a protestar y consiguiendo que los palestinos se lo piensen dos veces a la hora de manifestarse. Aunque no sean detenidos en la acción misma, los palestinos saben que las numerosas torres de vigilancia y puntos de control capturarán sus rostros, lo que podría resultar en arrestos posteriores o en la prohibición de visitar ciertos lugares.

   Un informe de Amnistía Internacional encontró que las protestas en los alrededores de la Puerta de Damasco en Jerusalén disminuyeron drásticamente tras la instalación de las torres de vigilancia y cámaras.

   En cualquier caso, las turbias conexiones con las fuerzas de represión de estas dos compañías ya eran conocidas en su propia casa. Como bien indican en la web de No Tech for Apartheid, en Estados Unidos:

   Amazon impulsa la maquinaria de deportación y detención del ICE (agencia del gobierno de Estados Unidos encargada de la inmigración y el control aduanero), y colabora con más de 2.000 departamentos de policía en Estados Unidos para vigilar y criminalizar a las comunidades negras y latinas a través de su cámara Ring.

   Mientras tanto, Google vendió inteligencia artificial al Departamento de Defensa para hacer que sus ataques con drones sean más letales y, aunque terminó este contrato tras la presión pública y de sus trabajadores, Google aún mantiene vínculos con el Pentágono.

   Algunos aún recordamos que Google enarboló el lema “Don’t be evil” (“no seas malvado”) durante sus primeros años de andadura, cuando la compañía construía su identidad de empresa tecnológica innovadora y diferente. En 2000 el principio fue adoptado como código de conducta de la empresa; la idea, aparentemente, era que Google debía guiar sus acciones de forma ética y evitar prácticas corporativas que fueran perjudiciales para los usuarios o para la sociedad en general. Su misión, nos decían, era democratizar el acceso a la información a nivel global.

   Sin embargo, a medida que la corporación fue creciendo hasta convertirse en una de las más poderosas e influyentes a nivel planetario, el idealista eslogan interno fue quedando paulatinamente relegado.  

   Parecía ya ser evidente que los negocios a tan altas esferas eran incompatibles con esa fachada, así que decidieron sustituirlo por el mucho más ambiguo “Do the right thing” (haz lo correcto). Cabe preguntarse: ¿lo correcto para quién o qué intereses? En cualquier caso, estos continuados intentos de lavado de cara parecen ser cruciales a la hora de mantener consensos con los millones de usuarios que a diario utilizan sus servicios.

   Por ejemplo, en 2018 miles de empleados de Google protestaron contra un contrato con el Pentágono llamado Proyecto Maven, que utilizaba tecnología de inteligencia artificial para analizar imágenes de vigilancia de drones. Tras el ruido generado y el comprensible escándalo, Google declaró que no renovaría el contrato y anunció nuevos principios rectores para futuros proyectos de inteligencia artificial que prohibían trabajar en armas y proyectos de vigilancia que “violen normas aceptadas internacionalmente”.

   Al mismo tiempo, Google dejó claro que seguiría buscando contratos de defensa. “Aunque no estamos desarrollando IA para su uso en armas”, escribió el CEO Sundar Pichai, “continuaremos nuestro trabajo con gobiernos y el ejército en muchas otras áreas”. Un lector perspicaz será capaz de detectar la enorme ambigüedad que estas declaraciones contienen, y también concluirá que las armas en sí no son las únicas herramientas de represión que estas instituciones utilizan.

   En efecto, desde entonces la empresa ha desarrollado una completa línea de negocio con agencias de defensa e inteligencia que no han generado el mismo revuelo que el Proyecto Maven. Ejemplos son un proyecto para detectar corrosión en embarcaciones de la Marina mediante el uso de aprendizaje automático aplicado a imágenes de drones, y otro para apoyar el mantenimiento de aeronaves de la Fuerza Aérea. En noviembre de 2020, Google amarró un contrato de servicios en la nube con la mismísima CIA.

   Mike Brown, director de la Unidad de Innovación de Defensa, llegó a declarar que una minoría de manifestantes ruidosos tomó a Google “con la guardia baja” hace unos años, pero la dirección desde entonces ha dejado claro que “quieren hacer negocios» con el Departamento de Defensa. “Personalmente, creo que necesitamos a Google”, afirmó. “Me alegra ver el cambio”.

   Los tragicómicos intentos de Google por estar y aparentar no estar se volvieron a evidenciar recientemente, en concreto en la anual conferencia IT For IDF (Tecnología para las Fuerzas de Defensa de Israel). Como ya informó The Incercept, Google, que ya figuraba como patrocinador, incluso en documentos internos, se desvaneció del cartel a pocos días antes del evento, evidentemente consciente del gran impacto y de las consiguientes protestas que esto puede ocasionar.

No son las únicas

   Si bien nos centramos en Google y Amazon debido a su envergadura e implicación directa e indirecta, lo cierto es que el resto de las Big Tech siguen una senda similar, con sus particularidades:

Microsoft: Aunque a la sombra del Proyecto Nimbus, la tecnología Azure de Microsoft (un potente set de funcionalidades de computación en la nube) continúa usándose por el ejército de Israel para los fines que ya podemos imaginar. Además, Microsoft Consulting Services proporciona servicios de consultoría al sistema penitenciario israelí.

Meta (Facebook – Instagram): además de censurar sistemáticamente contenidos y cuentas simpatizantes con la causa palestina, Meta se ha dedicado directamente a violar los derechos de sus usuarios civiles palestinos, cerrándoles las cuentas desde las que podían informar o comunicarse con familiares y amigos en el exterior.

X / Twitter: este caso, así como la figura de Elon Musk, ya lo estudiamos en detalle en un artículo anterior.

   Si analizamos el escenario con la lupa marxista, nos parecerá natural que todas las Big Tech apunten en una misma dirección represiva, ya que, pese a la globalización, la concentración de capital en pocas manos (inversores) sigue siendo una característica clave del capitalismo avanzado.

   Iniciativas como No Tech for Apartheid, que visibilizan la deriva imperialista de estos conglomerados, son muy necesarias, y las organizaciones revolucionarias deberían contar con ellas para la consecución de sus fines. No sólo por su potencial organizativo y de cambio de cara a la percepción de unos usuarios digitales anestesiados, sino por su conocimiento de primera mano sobre lo que ocurre en sus centros de trabajo.

Identificador Sitio web Ecos del Sur
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