domingo 7 de diciembre de 2025
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Trump se presenta en Naciones Unidas definiendo el fascismo del siglo XXI

Madrid (Mundo Obrero): La intervención de Donald Trump en la Asamblea General de Naciones Unidas ha marcado un punto de inflexión en la coyuntura internacional. Lejos de ser un acto protocolario, su discurso ha sido una declaración de intenciones cargado de ultranacionalismo xenófobo, exaltación de la fuerza militar y desprecio del multilateralismo. Fue la puesta en escena de un proyecto de nacional-capitalismo autoritario que busca restaurar la hegemonía unipolar de Estados Unidos en el mundo.

Por José Luis Centella Gómez

   Este modelo, con inquietantes similitudes al fascismo del siglo XX, plantea una amenaza directa al orden internacional multilateral y a los principios democráticos que deberían sostener la arquitectura internacional.

Fascismo como herramienta del capitalismo en crisis

   Para entender los planteamientos políticos de Trump hay que partir de entender que históricamente el fascismo ha emergido como el instrumento del capitalismo imperialista cuando este no logra mantener su dominio global mediante las formas democráticas liberales. En momentos de crisis, cuando el sistema capitalista no puede ofrecer bienestar ni seguridad, el fascismo se presenta como una solución autoritaria que canaliza el descontento social hacia enemigos fabricados: inmigrantes, feministas, ecologistas, minorías étnicas.

   Este fenómeno no es nuevo. En el siglo XX, el ascenso de Hitler se apoyó en una narrativa de restauración nacional, seguridad y orden, mientras se desmantelaban las instituciones multilaterales como la Sociedad de Naciones. Hoy Trump repite el patrón: se retira de acuerdos internacionales, desmantela organismos como la OMS y el Consejo de Derechos Humanos, y promueve una política exterior basada en la confrontación y el unilateralismo.

La estrategia de apaciguamiento: un error histórico

   La reacción de las democracias liberales ante el fascismo ha sido históricamente la de intentar apaciguarlo. En 1938, la cumbre de Múnich fue el símbolo de esta estrategia fallida, cuando Reino Unido y Francia cedieron ante Hitler esperando evitar una guerra. Hoy, la Unión Europea repite el error al aceptar las condiciones de Trump: aumento del gasto militar en la OTAN, acuerdos comerciales desiguales y dependencia energética de Estados Unidos.

   El fascismo, por definición, es expansionista. No se calma con concesiones, sino que las interpreta como debilidad. Cualquier intento de apaciguamiento solo fortalece su avance. Por eso, la historia no debe repetirse como tragedia ni como farsa, como advertía Marx, sino como una lección urgente para evitar una nueva catástrofe global.

El desafío del siglo XXI: democracia o barbarie

   La confrontación actual no es solamente entre modelos económicos, sino que también se produce entre democracia y fascismo, entre la vida y la destrucción del planeta. El fascismo contemporáneo no solo amenaza los derechos humanos, sino la propia supervivencia de la humanidad en un contexto de crisis climática, guerras regionales y desestabilización global.

   Frente a esta amenaza, es imprescindible construir una gran alianza política que defienda el multilateralismo, la paz y la cooperación internacional.

En el siglo XX, la III Internacional propuso los Frentes Populares como estrategia para frenar al nazismo. Hoy, esa propuesta debe ser retomada y adaptada a las nuevas condiciones geopolíticas.

¿Puede el liberalismo aliarse con la izquierda frente al fascismo?

   Una de las grandes incógnitas es saber si el sector liberal del capitalismo está dispuesto a aliarse con las fuerzas progresistas y de izquierda para frenar el avance del fascismo. La experiencia histórica indica que no. En los años treinta, las democracias liberales prefirieron ceder ante Hitler antes que colaborar con la URSS o apoyar a la República española. Hoy, se repite el patrón: se toleran bloqueos como el de Cuba, se criminaliza a gobiernos progresistas en América Latina y se evita cualquier acercamiento a China o Rusia.

   En esta coyuntura la única alternativa viable es una alianza entre fuerzas populares, gobiernos progresistas y movimientos sociales que defiendan una arquitectura internacional basada en reglas justas, respeto a la soberanía y cooperación global.

   Los BRICS+, como alianza antiimperialista de la que forman parte países capitalistas que aceptan las relaciones multilaterales sin potencia hegemónica, plantean una propuesta de gobernanza que rompe con la lógica colonial y promueve beneficios compartidos.

   El avance del fascismo no es inevitable. Depende de nuestra capacidad de organización, resistencia y propuesta. La historia nos enseña que la pasividad ante el fascismo solo conduce al desastre

El fascismo como amenaza global

   El fascismo no actúa de forma aislada. Su estrategia es global, aunque se adapte tácticamente a cada región. Es evidente que Trump no está solo. Su proyecto se articula con otros gobiernos que comparten su visión del mundo: Bolsonaro en Brasil, Netanyahu en Israel, Orbán en Hungría, Milei en Argentina, Meloni en Italia y con fuerzas como Abascal en España o la contra Venezolana.

   Juntos conforman un eje que promueve el odio, la exclusión y la destrucción de los avances sociales conquistados en las últimas décadas. Este eje se apoya en una red mediática global que difunde fake news, criminaliza a los movimientos sociales y legitima la violencia estatal. También cuenta con el respaldo de corporaciones transnacionales que se benefician del desmantelamiento de derechos laborales, ambientales y democráticos.

   Este patrón se revela en una ofensiva geopolítica, que una vez asegurado el control de Europa, ahora centra sus esfuerzos en desestabilizar el Sur Global. De manera concreta Trump apoya el genocidio de Israel contra el pueblo palestino y en América Latina intensifica las sanciones contra Cuba, amenaza militarmente a Venezuela y respalda a las oligarquías que buscan derrotar a los gobiernos progresistas en el ciclo electoral.    Todo ello para consolidar un bloque que confronte directamente con los países que defienden el multilateralismo de manera concreta.

La respuesta: una alianza global por la paz

   Ante esta ofensiva, es urgente construir una alianza global que contrarreste la lógica de la Guerra Fría y abra paso a una nueva era de cooperación. Esta alianza debe incluir:

—Movimientos sociales, sindicatos, ONGs y colectivos que luchan por la paz, la justicia social y el medio ambiente.

—Gobiernos progresistas y de izquierda que defienden la soberanía nacional y el multilateralismo.

—Países del Sur Global que han resistido la presión de alinearse con bloques hegemónicos y promueven el diálogo y la diplomacia.

   Construir esta alianza debe empezar por generar mecanismos de cooperación y coordinación entre fuerzas diversas, plurales que permita pensar por separado pero buscar puntos de encuentro sobre los que actuar juntos.

   Al mismo tiempo, esta alianza tiene que dotarse de un plan que desarrolle una serie de objetivos, solo así se podrá disputar la hegemonía ideológica, económica e institucional al fascismo y construir un mundo más justo, democrático y sostenible. Entre estos objetivos señalamos los siguientes:

—Evitar el control de América Latina y el Caribe por los EE.UU., frenar el genocidio del pueblo palestino y evitar el control de Oriente Medio por la alianza de EE.UU. con Israel.

—Reactivar el multilateralismo con reformas profundas que lo hagan más democrático, transparente y eficaz. 

—Impulsar una diplomacia de paz basada en el respeto mutuo, la no injerencia y la cooperación. 

—Construir frentes amplios que articulen luchas diversas en torno a objetivos comunes. 

—Promover una economía solidaria que priorice el bienestar colectivo sobre el lucro privado. 

—Defender la soberanía informativa frente a las corporaciones mediáticas y las campañas de desinformación. 

—Apoyar la educación crítica que forme ciudadanos conscientes, solidarios y comprometidos con la justicia social. 

—Fomentar la cultura de paz en todos los niveles, desde la escuela hasta los medios de comunicación. 

—Rechazar las medidas coercitivas unilaterales como los bloqueos y sanciones que violan el derecho internacional. 

—Establecer mecanismos de justicia internacional que sancionen los crímenes de guerra, el genocidio y la violación de derechos humanos.

   En la defensa de este programa, la sociedad civil organizada tiene un papel fundamental en esta tarea, debe movilizar la opinión pública, denunciar las injusticias y construir puentes entre culturas y naciones. Al mismo tiempo, los gobiernos deben dotar a las instituciones multilaterales de los instrumentos necesarios para cumplir sus objetivos fundacionales.

Multilateralismo como horizonte

   El multilateralismo no debe ser una consigna vacía, sino una estrategia concreta para enfrentar el fascismo. Esto implica:

—Reformar las Naciones Unidas para que tengan capacidad real de acción.

—Promover acuerdos internacionales basados en la equidad y el respeto mutuo.

—Rechazar las medidas coercitivas unilaterales y los bloqueos económicos.

—Fomentar la cooperación científica, cultural y tecnológica entre naciones.

Conclusión: cambiar el curso de la historia

   El avance del fascismo no es inevitable. Depende de nuestra capacidad de organización, resistencia y propuesta. La historia nos enseña que la pasividad ante el fascismo solo conduce al desastre. Hoy, más que nunca, es necesario un gran movimiento global que defienda la paz, el progreso y la dignidad humana.

   Es hora de dejar atrás la mentalidad de bloques, de confrontación y de guerra. Es hora de construir un futuro donde la humanidad se una en torno a valores compartidos, donde la cooperación prevalezca sobre la dominación, y donde la vida sea el centro de toda política.

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