sábado 28 de septiembre de 2024
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Venezuela en el centro de nuestras preocupaciones

Santiago de Chile (Crónica Digital): Sin duda Venezuela está en el centro de nuestras preocupaciones.

Por Marcel Garcés Muñoz

   Pero no solo se trata de su proyecto de futuro, de su institucionalidad democrática y los derechos humanos de su pueblo, es decir, su destino nacional. También la amenaza afecta a todos los países y ciudadanos de la región, a la paz y seguridad interna e internacional.

   El país, donde Simón Bolívar proclamó, el primero, los derechos de libertad y de independencia, contra cualquier dominio colonialista, y fundó los principios de su institucionalidad, es decir su soberanía, su autodeterminación, su gobernabilidad, el derecho de su pueblo a darse el gobierno que decida, la sociedad que sueña, a forjarse el destino que decida mayoritariamente, es lo que está en juego, frente a una conspiración foránea, con la complicidad de unos yanaconas locales.

   Las campanadas de alerta también suenan por nosotros, por el resto de los pueblos, de las historias y proyecciones presentes e históricas de la Patria Grande, del continente.

   Lo que cabe a los demócratas de la región, y en nuestro caso de los chilenos, es la denuncia y el llamado de la defensa del derecho del país hermano a darse el gobierno que ha elegido, a defenderse de un Golpe de Estado en marcha, de la intervención política y militar foránea orquestada por la Casa Blanca, el Pentágono, la CIA y funcionarios lacayos de la OEA, como su Secretario General, Luis Almagro, de una agresión económica y comunicacional desatada de manera coordinada y masivamente por su aparato de manipulación mediática internacional.

   Venezuela, su pueblo, su futuro, están amenazados. Y este es el hecho esencial.

   Y no es la primera vez que los países al sur del Rio Grande, viven esta situación. Lo sabemos muy bien los chilenos, después de la experiencia traumática y brutal de la conspiración golpista, la sedición, el boicot, el  terrorismo, de la dictadura militar empresarial derechista, fascista del 73, una de las peores dictaduras de esta época en un escenario que ellos, el Imperio, consideró siempre y lo sigue estimando, su ”patio trasero”.

   Y este es el problema, real, objetivo, tras el intento de falsificar los hechos en torno a las elecciones del 28 de julio en Venezuela, de las acusaciones de supuesto “fraude electoral”, contra el gobierno legítimo de Venezuela, las autoridades electorales, de la demonización de los venezolanos patriotas, de la falsificación de su realidad política y social, y de la satanización de sus líderes y gobernantes.

   Venezuela y su legítimo derecho a ensayar una sociedad patriótica, progresista, democrática, está en la larga lista de países, sociedades, movimientos progresistas del mundo, calumniados, en un nuevo intento o versión de la “creación  del enemigo”, utilizado antes contra la Unión Soviética, China, Vietnam, Panamá, Cuba, los movimientos anticolonialistas y patrióticos en África, Asia, el Medio Oriente y otros lugares del mundo donde han brotado movimientos liberadores y opuestos al Orden Mundial, racista o imperialista, que hoy se presenta con un indesmentible rasgo neofascista.

   Este es el centro del asunto, y se equivocan quienes pretenden que se trata solo de una iniciativa propagandística contra el “imperio del mal”, o un mero ejercicio retórico electoralista.

   De lo que se trata es de una ofensiva permanente, sin pausa, de una guerra sicológica, que no es sino un instrumento del “ablandamiento” previo al paso a las acciones terroristas de una guerra en forma, de eliminación del “enemigo”, marxista, chavista, comunista, humanista, ecologista, patriótico, democrático, o como quiera que se descalifique a quienes se apunten como destinados a eliminar en esta Tercera Guerra Mundial, ya en desarrollo.

   En primer lugar, entonces, asistimos a la generación, y puesta en marcha de un grave peligro, de una amenaza no solo a la soberanía de un país hermano, de un pueblo latinoamericano, sino a la creación de un “enemigo”, a una operación de neocolonialismo político, militar y económico, de un golpe a la democracia, a la soberanía, independencia, y autodeterminación de un país y los derechos de un pueblo y al tránsito de una asonada callejera, a una “guerra interna”, a un conflicto regional y a la Tercera Guerra Mundial imperial.

   Por cierto no estamos hablando solo de Venezuela, ya que podría ser solo un ensayo general para una ofensiva global en busca de un orden imperial, bajo un modelo colonial económico, militar y político.

   Estamos hablando de nosotros, de Chile, de las Américas, del Sur, del mundo árabe, del continente africano, de los países asiáticos, de la ocupación física, militar y política, sobre todo económica del planeta, del beneficio de sus riquezas naturales y estratégicas, para cumplir el sueño americano del poder total.

   Estamos hablando de los Derechos Humanos, de la autodeterminación de los pueblos, y la soberanía de los países, del derecho a las libertades y la democracia, al dominio, uso y beneficio de sus riquezas naturales y del sueño de un futuro mejor, lejos de la esclavitud revivida sobre el filo de las bayonetas de los marines, o del chantaje del exterminio nuclear.

   Venezuela, su institucionalidad, su pueblo, serían solo un ensayo, bañado en sangre de una estrategia de ocupación de los territorios y dominación por la fuerza de las armas ya en la historia por las ansias totalitarias del Imperio Romano, en sus respectivas épocas, de los señores medievales, del Coloniaje español, de los colonialistas europeos, de Inglaterra y en el presente, del imperio estadounidense.

   En el caso presente de Venezuela ésta ya no es una amenaza latente, una bravuconada, sino un proceso en desarrollo.

   Lo ha proclamado explícitamente la Casa Blanca, en varias oportunidades, y además lo ha practicado en la región en ocasiones, con un saldo de miles de víctimas, Chile incluido.

   Lo anunció el Consejero de Seguridad de EEUU, John Bolton, el 23 de enero de 2019, en medio de la crisis de Venezuela, cuando mostró en su cuaderno de notas “casualmente” un amenazador mensaje, “5.000 militares a Colombia”.

   Bolton, el 2 de febrero de  2019 llamó a los militares de Venezuela, a reconocer como gobernante de Venezuela al opositor Juan Guaidó, cuando este el 23 de enero del mismo año, se autoproclamó “Presidente Encargado” del país e inició el plan sedicioso que se iniciaba con caravanas de camiones que violaría la frontera del país, con el pretexto de introducir alimentos, medicinas, y que suponían una programada violenta revuelta “popular” y una subversión armada antigubernamental.

   Planificación conspirativa que tuvo el reconocimiento, apoyo de algunos mandatarios que se apresuraron a comprometerse con el montaje sedicioso del imperio.

   “Llamamos a los militares y fuerzas de seguridad venezolanas a aceptar la transición del poder pacífica”, fue la amenaza de Bolton en 2019.

   Junto con ello se buscaba dividir las instituciones militares y policiales del país, conformar un gobierno paralelo y justificar una ofensiva subversiva, financiada, manipulada por Estados Unidos, y algunos gobernantes cómplices de la región, que abrirían sus fronteras para el pase de las tropas norteamericanas, cuya flota del Caribe estaba frente a las costas de Venezuela.

   Trump y los halcones estadounidenses ya lo habían previsto en su planificación: “todas las opciones están sobre la mesa” fueron sus palabras” dando luz blanca a los preparativos, que contemplaban una intervención -invasión para ser más precisos- militar.

   Hoy no ha variado mucho la planificación, bajo el mando del tambaleante presidente Biden, solo que este no logra liberarse de sus propios “halcones” que ofrece ofensivamente al presidente Maduro y los principales líderes del país, garantizarles la vida si entregan el poder y algún destino de destierro sin contratiempo, aunque luego desmienten la especie, anunciada con entusiasmo por la señora María Corina Machado y el títere supuesto presidente electo, Edmundo González Urrutia, que no tiene otro porvenir que convertirse en un segundo Guaidó, o un pelele de los verdaderos  conspiradores.

   En fin, tendremos tiempo para  abundar en esta “noticia en desarrollo”, sus antecedentes históricos, las responsabilidades de sus protagonistas, y sobre todo, de los deberes de los patriotas latinoamericanos.

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