Por Aram Aharonian
La historia vuelve a repetirse. Al igual que en los intentos de derrocar al gobierno constitucional venezolano en 2002, 2014, 2017 y 2019, una práctica que utiliza sistemáticamente Washington en los países de América Latina que no siguen sus dictados.
Esta vez los golpistas, con la imprescindible colaboración de los medios hegemónicos de comunicación y la acción de los servicios de inteligencia estadounidenses hackearon Internet para evitar así la necesaria transmisión de los datos electorales en tiempo y forma.
Cómo en los peores tiempos de la Guerra Fría y del Plan Cóndor con el que Estados Unidos orquestó (junto a los gobiernos militares que impuso en la región) el genocidio de los dirigentes y militantes de izquierda en el hemisferio, varios gobiernos latinoamericanos se unieron a la embestida contra Venezuela, respaldando de hecho a los golpistas de los últimos 22 años.
Y, como era de esperar en cualquier complot teledirigido la OEA, que conduce el uruguayo Luis Almagro (quien ha tratado durante años de aislar al gobierno venezolano), llamó a los países miembros a una reunión urgente en Washington. La convocatoria fue hecha a pedido de Uruguay, Argentina, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana.
Toda una maniobra basada en un guión prefabricado. Se repite el libreto de años anteriores, la oposición ultraderechista sigue sin reconocer los resultados que dieron el triunfo a Nicolás Maduro.
Pero, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador ha salido al paso con coraje en una conferencia de prensa: “¿Qué se tiene que meter la OEA? Esto es pura injerencia extranjera. Por eso la OEA no tiene credibilidad ¿Con qué fundamento la OEA sostiene que ganó el otro candidato?, ¿Dónde están las pruebas? Era predecible la actitud de la OEA, porque es un organismo que ni es democrático, ni es autónomo, ni representa a los países de América (…) No sirve de nada… bueno, sirve para agravar los problemas”.
“Además, declaró López Obrador, cuando se produjo el fraude en 2006 en México, no hubo pronunciamientos de la OEA, ahora lo que hay mucha, mucha propaganda de intoxicación [sobre las elecciones en Venezuela]”.
Curioso: las acusaciones de fraude precedieron a las elecciones: si no ganamos es que hay fraude, porque mis encuestas dicen que gano por goleada. No hay necesidad de probar nada, se trata de imponer imaginarios colectivos en estas guerras de cuarta y quinta generación, en las que EEUU tiene tanta experiencia no solo en nuestra América.
Durante toda la campaña electoral se intentó imponer el imaginario que la única forma que Maduro fuera reelecto era mediante un fraude a través del Consejo Nacional Electoral. Sin embargo, pese a toda la propaganda hasta ahora ningún veedor internacional habla de fraude.
La candidatura de Edmundo González le ha pedido al gobierno que muestre una por una las actas de los colegios electorales, pero todos saben que a los representantes de los partidos políticos, acreditados para cada mesa, se les entrega copia de esa acta.
O sea, todos los partidos tienen automáticamente las actas, mesa por mesa, de todo el país. Lo grave y que prueba el golpe de estado en curso es el ataque masivo que sufrieron los sistemas informáticos del CNE que transmite y totaliza los votos en Caracas.
Un engaño en toda regla
Un análisis del discurso de la oposición durante la campaña muestra realmente el fraude intelectual para apropiarse, por fin, del poder en Venezuela. Una nación que sobrevive pese a las 900 sanciones y bloqueos impuestas por Estados Unidos para, entre otras cosas, facilitar el triunfo no de la oposición, sino de la extrema derecha. Claro, de eso no hablan los medios del Imperio.
De nuevo, Venezuela se encuentra asediada por la amenaza de un golpe de Estado que busca restaurar el régimen oligárquico dirigido desde Washington, que controló al país hasta el triunfo de la revolución bolivariana en 1998.
Los personajes y organismos que hace sólo unas horas llamaban a respetar la democracia y propiciaban la reconciliación nacional se sacaron las caretas desde el instante en que se dieron cuenta que su candidato fue derrotado en las urnas por el presidente Nicolás Maduro, señala el diario mexicano La Jornada en su editorial.
El tinglado fue prearmado cuidadosamente: los resultados de la elección son apenas una excusa. Los grandes medios de comunicación corporativos están reproduciendo las acusaciones de fraude como si fueran hechos probados, además desconocen la legalidad venezolana y elogian a los criminales grupos de choque, de la ultraderecha presentándolos como heroicos luchadores por la democracia. Algunos de estos medios hasta los pertrechan y financian.
Es más, organismos multilaterales se suman al coro desestabilizador, ponen en duda los resultados y legitiman las acciones violentas de la oposición, que hoy revive las criminales guarimbas. Los líderes de la oposición se proclaman triunfadores accionando los mecanismos de desestabilización, con la experiencia de 25 años de faenas criminales.
Esta vez una coalición de oposición -recordar que eran 10 los candidatos que competían contra el oficialista- presentó un candidato de paja, un adulto muy mayor sin ninguna experiencia de gobierno, una triste figura que utilizó la empresaria María Corina Machado, que es en realidad la preferida, tanto por el Departamento de Estado como de la CIA, para manejar el poder.
No se puede olvidar que el objetivo permanente de Estados Unidos es apoderarse de las mayores reservas petroleras del mundo. La reciente historia lo demuestra.
Cinco años atrás, el entonces diputado Juan Guaidó fue la careta con la que EEUU, su satélite OEA y sus socios euro-occidentales montaron la farsa de un gobierno paralelo, usado para robar (no hay otra palabra en español que lo explique mejor) los activos de Venezuela en el exterior y recrudecer un bloqueo homicida con el que impiden a Venezuela adquirir todo tipo de bienes, incluidos alimentos y medicinas.
El hoy olvidado Guaidó -que está ahora disfrutando de sus robos y jugando al pádel en Miami- de la mano del gobierno de Washington, infligió un enorme daño a su país. Bien se puede afirmar que es corresponsable del hambre, la enfermedad y la miseria de millones de sus compatriotas que no pueden hacer una vida normal por culpa de la agresión permanente de Estados Unidos.
Hace 22 años que están desestabilizando el ejemplo venezolano. Sin duda, Nicolás Maduro no es Hugo Chávez, a quien hasta intentaron matar, hasta que lo mató un cáncer.
María Corina Machado, el verdadero poder, ya anunció que entre sus planes está la privatización de Petróleos de Venezuela. Al igual que con Guaidó, ahora tratan de imponer a Edmundo González como “presidente”, porque para ellos la voluntad popular no debe existir.