martes 23 de diciembre de 2025
Search
Close this search box.

Venezuela y América Latina bajo amenaza: piratería, fascismo global y responsabilidad histórica de los Estados soberanos

Madrid (mundo obrero): La declaración de Donald Trump, ordenando “un bloqueo total y completo contra los buques petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela”, marca un punto de inflexión de extrema gravedad en la agresión permanente contra la República Bolivariana de Venezuela. No se trata de una provocación retórica ni de un exceso verbal, sino de la formulación explícita de una criminal política de Estado, asumida con plena conciencia y ejecutada desde la impunidad que otorga el poder imperial.

Por Manu Pineda (*)

Estados Unidos ya no intenta ocultar ni maquillar sus acciones. Ha decidido situarse abiertamente fuera del derecho internacional, sustituyendo las normas jurídicas y las instituciones multilaterales por la ley del más fuerte, y normalizando prácticas que solo pueden definirse como piratería internacional y como una peligrosa espiral de neofascismo imperialista, en la que la violencia sustituye definitivamente a la legitimidad y el chantaje reemplaza a la diplomacia.

   Un bloqueo petrolero total es un acto de guerra. Se trata de un instrumento de asfixia económica diseñado para destruir la base material de un país, colapsar su vida social y castigar colectivamente a su población con el objetivo explícito de forzar una rendición política.

   El petróleo constituye el eje central de la economía venezolana y un recurso indispensable para garantizar derechos básicos. Impedir su comercialización equivale a atacar directamente a la población civil. Esta práctica, prohibida por el derecho internacional humanitario, convierte al bloqueo en un arma de destrucción social masiva que se inscribe en una lógica abiertamente criminal y de castigo colectivo.

   Estados Unidos pretende imponer, por la vía de la piratería, el robo y la agresión directa, lo que no ha logrado ni mediante la desestabilización interna, ni mediante la guerra psicológica, ni mediante el sabotaje económico prolongado. La economía se convierte así en un campo de batalla permanente y el comercio marítimo en un espacio crecientemente militarizado.

   La acusación de “narcotráfico” contra Venezuela cumple exactamente la misma función política que las supuestas “armas de destrucción masiva” en Iraq hace veinticinco años. Es una mentira deliberada, construida para fabricar consenso, justificar la agresión y encubrir el verdadero objetivo: el saqueo de recursos estratégicos y el control de un espacio de enorme importancia geopolítica.

   Ayer fue Iraq; hoy es Venezuela. Cambian los pretextos, pero no el método ni el fin. La mentira se consolida como pilar ideológico del imperialismo contemporáneo y como paso previo indispensable para legitimar la violencia, la ocupación y el robo ante la opinión pública internacional.

   No existe lucha alguna contra el narcotráfico ni defensa real de la legalidad. Lo que hay es una operación de rapiña a gran escala en un contexto de crisis energética global, ejecutada con el mismo cinismo con el que se destruyeron países enteros en nombre de una legalidad inexistente, y una operación de escarmiento dirigida contra un pueblo y un gobierno que pretenden ejercer su soberanía sin aceptar los dictados de una potencia imperialista que se resiste a asumir su decadencia histórica.

   Cuando Trump se refiere al petróleo venezolano como “SU” petróleo y afirma que debe ser “recuperado”, no comete un error ni incurre en un exceso retórico: confiesa abiertamente una concepción colonial del mundo en la que los recursos naturales de los pueblos del Sur Global son considerados propiedad del imperio.

   Este lenguaje niega de raíz la soberanía venezolana y la de los pueblos de Nuestra América, y reduce a sus poblaciones a simples obstáculos que deben ser sometidos, disciplinados o eliminados. Es el mismo razonamiento que justificó siglos de colonialismo, esclavitud y saqueo, ahora reformulado bajo la cobertura de la superioridad militar, la coerción económica y la impunidad política.

   Aceptar este discurso equivale a aceptar la muerte definitiva del principio de soberanía nacional y del propio orden internacional basado en normas.

  Este atropello no es solo una agresión contra Venezuela. Es una agresión contra toda América Latina y el Caribe. Es un mensaje inequívoco dirigido a todos los pueblos: quien se niegue a someterse será castigado.

   La decisión unilateral, imperial e ilegal de imponer un bloqueo petrolero total sienta un precedente de una peligrosidad extrema. Normaliza la idea de que Estados Unidos puede decidir quién comercia, quién gobierna y quién merece existir. América Latina vuelve a ser tratada como un espacio colonial, como una zona de sacrificio disponible para el saqueo, la coerción y el disciplinamiento político.

   Defender a Venezuela hoy es defender también a Cuba y a todos los pueblos de América Latina y el Caribe que aspiran a vivir sin tutelas imperiales ni amenazas militares encubiertas.

   La magnitud de esta agresión exige una respuesta a la altura. Los comunicados diplomáticos y las declaraciones de condena pueden ser necesarios, pero resultan claramente insuficientes. Es imprescindible e inaplazable que los gobiernos que no estén dispuestos a arrodillarse ante el imperio, aquellos Estados que defienden el derecho internacional, el respeto a la soberanía de los pueblos y la igualdad entre naciones, asuman que tienen una responsabilidad histórica ineludible.

   Es necesario que los Estados soberanos adopten medidas políticas, económicas y diplomáticas concretas, que incluyan la coordinación activa de la resistencia, por todas las vías posibles, frente a esta espiral violenta del neofascismo imperialista; la condena firme y coherente de cualquier intento de bloqueo ilegal contra Venezuela; la defensa efectiva de la libre navegación y del comercio legítimo conforme al derecho internacional; la creación de mecanismos de protección colectiva frente a sanciones extraterritoriales; y acciones coordinadas en los organismos internacionales que enfrenten de forma directa la impunidad imperial.

   Defender a Venezuela es defender la posibilidad misma de un orden internacional basado en normas. Quien no actúe hoy, mañana no podrá reclamar soberanía para sí.

   El pueblo venezolano, su gobierno revolucionario y el presidente legítimo y constitucional, Nicolás Maduro, deben sentir nuestro apoyo total, incondicional e irreductible. Venezuela no resiste solo por sí misma: resiste por todos los pueblos que se niegan a vivir sometidos.

   La valentía con la que Venezuela enfrenta al imperio más salvaje de la historia la convierte en una trinchera avanzada de la humanidad en la defensa de la paz, la soberanía y la justicia internacional.

   La decisión unilateral e ilegal de imponer un bloqueo petrolero total contra Venezuela cruza una línea roja histórica. Si este crimen se normaliza, ningún país del Sur Global estará a salvo. Hoy es Venezuela; mañana será cualquier otro.

   Defender a Venezuela es defender a Cuba, a América Latina y el Caribe. Es defender el derecho de los pueblos a existir sin ser saqueados. Es defender a la humanidad frente a la barbarie imperial.

(*) Responsable de Relaciones Internacionales del Partido Comunista Español (PCE).

Identificador Sitio web Ecos del Sur
Mundo Obrero

Mundo Obrero

Mundo Obrero es el órgano oficial de comunicación del Partido Comunista de España y una de sus publicaciones más antiguas. Con sede en Madrid, el diario se edita prácticamente de forma ininterrumpida desde 1930.
últimos artículos :

……………………………………………….

Las opiniones expresadas en estos artículos son responsabilidad exclusiva de sus autores.

……………………………………………….