Porque las afirmaciones y acciones del jefe de la Casa Blanca rebasan las entendibles diferencias y tensiones que puedan existir entre gobiernos y países, y entran en el ámbito de la amenaza, la agresión, la beligerancia, el uso de la fuerza, la imposición, la afectación a la estabilidad mundial y la burla del derecho internacional.
Es así que lo que está haciendo Trump afecta seriamente a la paz, la estabilidad internacional, los derechos humanos, la soberanía de pueblos y naciones y en vez de apaciguar conflictos, los genera e incentiva.
Frente a eso, no queda más que multiplicar los focos de rechazo, contención, protesta y resistencia a nivel de organismos internacionales, gobiernos, organizaciones sociales y de la sociedad civil, colectivos de derechos humanos y defensa de los migrantes y la diversidad, para encarar en distintos niveles y espacios las negativas acciones del mandatario estadounidense.
Hoy, la lucha por la paz, por el respeto a la soberanía, por la defensa de derechos civiles y humanos, se debe aumentar y expandir en todas las escalas y ámbitos posibles.
Es el camino de oposición a las políticas de Donald Trump, o de pasividad y subordinación.