Las víctimas se habían refugiado en Rafá tras una serie de desplazamientos forzados desde el norte de Gaza, y luego hacia su centro y sur.

   Esta horrenda matanza se suma a las 3.216 cometidas en la Franja de Gaza desde el inicio de la agresión israelí el día 7 de octubre pasado, lo que se considera un récord que dejará el actual primer ministro del gobierno sionista, Benjamín Netanyahu, en cuanto a delitos y derramamiento de sangre palestina.

   En su bombardeo, el ocupante empleó siete misiles y bombas estadounidenses, cada una con más de 2.000 libras de explosivos, dejando calcinados a decenas de niños, mujeres y hombres, mientras 249 resultaron heridos.

   El Ministerio de Salud palestino advirtió que no hay ningún hospital en Rafá que pueda acoger ese número de víctimas y que los equipos médicos no logran transportar los cuerpos de los mártires ni tratar a los heridos, debido a la falta de un hospital de la ciudad.

   Nunca antes en la historia se habían cometido tantas atrocidades ante la vista del mundo como ocurre ahora en Gaza, donde el ocupante priva a la población del agua, los alimentos, las medicinas, la electricidad y del combustible, además de aplastar el sistema de salud e impedir la entrada de suministros y ayuda, precisó el ente de salud.

   A su vez, la Oficina de Prensa en Gaza indicó que esta masacre es un mensaje claro del ocupante israelí y de la administración estadounidense a la Corte Penal Internacional y a todos los tribunales internacionales, a la comunidad internacional y a la humanidad en su conjunto, afirmando que el Holocausto continúa y la violación del derecho internacional no cesará.

   Reveló que durante las últimas 36 horas, el ocupante israelí bombardeó más de 10 centros de desplazamiento de la UNRWA en Jabalia, Nuseirat, Gaza y Rafá, donde se encuentran decenas de miles de personas desplazadas.