Por Carlos Fazio
El viernes 3 de agosto, al dar a conocer el segundo boletín del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, su titular, Elvis Amoroso, confirmó que con el 96.87% de las actas escrutadas, Nicolás Maduro se impuso en los comicios presidenciales con 6:408.844 votos (51.97%), frente al opositor Edmundo González, quien obtuvo 5:326.104 sufragios (43.18%).
Sin embargo, más allá del resultado -que mandata al actual presidente a gobernar por un nuevo periodo de seis años entre enero de 2025 y 2031-, la actual guerra cognitiva comunicacional de saturación contra Maduro y el chavismo en el Occidente colectivo, no tiene que ver con los “votos” y las “actas” y tampoco con la democracia y las libertades, sino con los intentos de la administración Biden por reeditar las fracasadas políticas de cambio de régimen de sus antecesores George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump e imponer en el Palacio de Miraflores a la oligarca María Corina Machado, con posiciones afines a las del capitalismo salvaje del sádico de la motosierra, Javier Milei, figura salida de un Marvel Comics para ejecutar la agenda de la plutonomía en Argentina.
Desde el mismo día de los comicios, el domingo 28 de julio, Venezuela había entrado en una nueva fase de una guerra híbrida de espectro completo impulsada por Washington que sigue los manuales de la Guerra No Convencional del Pentágono, y que dirigida a desconocer el resultado y desestabilizar el país para imponer un gobierno títere, combinó la ciberguerra con la guerra urbana paramilitar, junto con una vasta campaña de intoxicación (des)informativa en los medios hegemónicos y las llamadas redes sociales, que tuvo en Elon Musk, como nuevo actor emergente visible del complejo digital-financiero-militar-industrial de Estados Unidos, a uno de sus principales protagonistas.
La secuencia de un golpe de Estado continuado que se intensificó en junio pasado con sabotajes contra el sistema eléctrico e infraestructura crítica; intentos de magnicidio; un blackout (apagón) informativo sobre la campaña de Maduro y la fabricación de una metarealidad mediante la difusión de noticias falsas (fake news) que colocaba urbi et orbi a Edmundo González como seguro vencedor de los comicios, incluyó un intento de sabotaje la madrugada del 27 de julio en la subestación eléctrica de Ureña, que de haber sido “volada” por sus perpetradores hubiese afectado el servicio eléctrico en los estados Zulia, Mérida, Yaracuy, Barinas, Apure, Trujillo y Táchira a horas de abrir los centros de votación automatizados: en Venezuela el proceso electoral es digital, no hay boletas de papel, la urna es una máquina electrónica y el conteo es automático; al cierre de los colegios electorales, el software suma los votos y da el resultado, es decir, el acta de escrutinio.
De allí que la intentona buscaba generar un apagón eléctrico en el occidente del país para caotizar el proceso el día de los comicios.
Y si bien la jornada electoral transcurrió con normalidad, ya se había activado una intensa actividad maligna de bots a favor del candidato opositor Edmundo González, seguido de un ataque cibernético masivo y múltiple, a modo de enjambre, contra el sistema de transmisión de datos del Consejo Nacional Electoral, causa de la ralentización en el envío de votos y del proceso de totalización de los mismos; retraso que sirvió de caldo de cultivo para la agenda golpista de María Corina Machado y sus patrocinadores en la Casa Blanca.
Según denunció el presidente Maduro el 29 de julio, el ataque referido se trató de un DOS (Denial Of Service-Denegación de Servicio) realizado desde la República de Macedonia del Norte, que consiste en saturar las redes con una enorme cantidad de tráfico espurio para evitar se logre transmitir la información.
El DOS es un tipo de ataque habitual que se ha registrado en países como Hong Kong (durante las protestas de 2019) y contra grandes corporaciones como Telecom o Amazon. Y de acuerdo con Misión Verdad, Macedonia, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), comparte información de inteligencia con Estados Unidos y desde 2018 mantienen un programa común en materia cibernética supervisado por el US Cyber Command (Comando Cibernético de EU), rama del Pentágono a cargo del general Timothy Haugh, quien también está al frente de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, sus siglas en inglés), institución encargada del dominio cibernético y cuyos escándalos de espionaje y actividades maliciosas han rebasado los límites de su propio país.
En ese contexto entra en escena Elon Musk, activo propagandista de María Corina Machado, cuya firma SpaceX -según Reuters y Bloomberg- está construyendo una red de cientos de satélites espía que pueden operar como un enjambre en órbitas bajas, mediante un contrato clasificado de 2021 con la Oficina Nacional de Reconocimiento de EU.
Cabe recordar que a raíz del putsch en Bolivia, el también dueño del consorcio de autos a batería Tesla, dijo en 2020: “Daremos un golpe de Estado a quien queramos. Lidiad con eso”. De allí que Maduro lo señalara como “padrino” de la ultraderecha golpista venezolana.
El regreso de las guarimbas, Kamala Harris y el inefable Almagro
Por otra parte, luego de que el Consejo Nacional Electoral anunció el triunfo de Nicolás Maduro con el 80 por ciento de los votos escrutados -mensaje que se vio retrasado e incompleto la noche de los comicios por el hackeo masivo al sistema de datos del organismo- se activó un ciclo de presión y hostilidad político-diplomática contra Venezuela por parte de Estados Unidos, motivado por intereses geoeconómicos y geopolíticos, sincronizado con la agenda de desconocimiento institucional, en conjunción con acciones de violencia criminal y terrorista, en lo que parece ser un retorno a la estrategia de máxima tensión de Donald Trump.
Así, la noche del 28 de julio entraron en acción los llamados “comanditos” de María C. Machado, fuerza paramilitar armada integrada por militantes de extrema derecha, bandas de la delincuencia organizada local y narcotraficantes colombianos -que responde al manual de Guerra No Convencional (o irregular) de Fuerzas Especiales de EU y al esquema táctico operacional de guerra urbana del Pentágono-, que desarrollaron actos de violencia racista y clasista contra el “enemigo interno” chavista, incendiando alcaldías, sedes del Poder Electoral, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), almacenes de los CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción, que operan como un sistema paralelo de distribución de alimentos del gobierno) y espacios comunitarios, y derribando estatuas con fuerte carga simbólica, como las del indio Coromoto (al que se le apareció la Virgen, patrona de Venezuela) y también del comandante Hugo Chávez en varias partes del país, como parte de un intento para generar caos y desestabilización, buscando resquebrajar la unidad cívico-militar-policial, corromper y cooptar a sectores del alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y destruir al Estado haciéndolo implosionar desde adentro siguiendo las técnicas del golpe suave de Gene Sharp.
Ya entonces, María Corina Machado había proclamado la victoria de su pupilo Edmundo González, alegando tener pruebas pero sin mostrarlas. Y minutos después de los comicios, la vicepresidenta de EU, Kamala Harris, emitió un ambiguo comunicado pidiendo “respetar la voluntad del pueblo venezolano” y solicitando la “publicación inmediata de datos detallados de las encuestas sobre los resultados”, medida de presión que, desestimando las denuncias del ataque cibernético, fue respaldada tanto por el secretario de Estado, Anthony Blinken, como el subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols, lo que sirvió de señal para que las cancillerías de Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay se sumaran a la ofensiva comunicacional teledirigida desde Washington, en una reedición del fallido Grupo de Lima de la era Trump.
Pero no podía faltar el injerencismo del inefable Luis Almagro, secretario general de la maloliente Organización de Estados Americanos (OEA), quien el 31 de julio, elevando la apuesta, emitió un comunicado instando a Nicolás Maduro a “aceptar su derrota electoral” y sugiriendo la convocatoria de “nuevas elecciones” bajo condiciones diferentes si no se reconocía el resultado. Incluso, durante una sesión del organismo convocada para debatir sobre el resultado de las elecciones en Venezuela, instó a los países miembros del viejo ministerio de colonias de Washington a presentar cargos contra el mandatario venezolano ante la Corte Penal Internacional (CPI) y exigir una orden de captura; pedidos que fracasaron.
(Cabe consignar que desde 2016 Almagro fue cooptado oficiosamente por la llamada “comunidad de inteligencia” de Estados Unidos, para formar parte de la segunda fase de la Operación Venezuela Freedom-2 (Libertad Venezuela), impulsada por el entonces jefe del Comando Sur del Pentágono, almirante Kurt Tidd. Firmado por Tidd y fechado el 25 de febrero de 2016, dicho documento de trabajo interno del Pentágono -que pese a sus múltiples menciones no ha sido desmentido hasta el momento- afirma haber “convenido” con Luis Almagro Lemes la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela, en el marco de la Guerra de Espectro Completo elaborada en junio de 2000 por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del Ejército de Estados Unidos (ver Documento Joint Vision 2020), que es la matriz doctrinaria de todos los manuales y proyectos de Guerra No Convencional desarrollados hasta el presente contra el proceso revolucionario bolivariano).
Maduro: En 48 horas resolvimos el brote fascista
El sábado 3 de agosto, durante una masiva concentración frente al Palacio de Miraflores, Nicolás Maduro recordó las experiencias pasadas de violencia, comparando la situación actual con lo ocurrido el 2014 y 2017. Dijo: “Las guarimbas del 2014 duraron 60 días. Las del 2017 duraron 120 días. Pero en unas 48 horas, con la capacidad de la unión cívico-militar-policial resolvimos con la Constitución y la paz, el golpe fascista”.
Y sentenció que “esta vez no va a haber perdón”, al indicar que no habrá indulgencia para los responsables de los recientes disturbios, en los que habrían participado más de 1000 grupos delincuenciales preparados durante 11 meses con el objetivo central de “mandar un mensaje al mundo que había una insurrección popular”; pero también intimidar al pueblo pobre de a pie.
Maduro afirmó que “hoy somos más fuertes, tenemos más experiencia, estamos más preparados y Venezuela tiene una institucionalidad y justicia sólida y no se permitirá que se pretenda usurpar de nuevo la Presidencia de la República. Guaidó parte dos, González Urrutia, no va”.
Asimismo, Maduro ha repetido hasta el cansancio en estos días, la palabra “paz”. Y ha dicho que el fascismo no entiende de diálogo ni de democracia. Por eso, aseguró que se le combatirá con la ley y la Constitución en la mano. Y ante un eventual escenario de invasión estadunidense, recordó que la Milicia Popular Bolivariana está integrada por cinco millones 200 mil milicianos y “es el arma secreta de una guerra de todo el pueblo” inspirada en la doctrina vietnamita.
En Venezuela se juega si el subcontinente sigue por el camino de la paz o si se impone el fascismo. De allí que ante los embates del imperialismo estadunidense, como en los años 80 del siglo pasado en Nicaragua, no está de más repetir: Manos fuera de Venezuela.