martes 9 de diciembre de 2025
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El chantaje burdo de Trump no pasará

   El chantaje burdo de Donald Trump contra Brasil no va a funcionar. Pensar que el Poder Judicial de una nación soberana y democrática, que actúa con independencia, dejará de juzgar a quien sea con tal de evitar represalias económicas de Estados Unidos no es más que un delirio autoritario.

   Si su declaración fue pensada para ayudar a (expresidente Bolsonaro)  en el juicio en el que se le acusa de tramar un golpe de Estado, en el mejor de los casos para el expresidente, tendrá un efecto nulo. Si intentaba reforzar al diputado prófugo Eduardo Bolsonaro con miras a las elecciones de 2026, solo hará que su situación judicial en Brasil se complique aún más.

   Si su objetivo era fortalecer a la derecha brasileña, el resultado neto tiende a ser negativo. Difícilmente alguien se alineará con quien patrocina una agresión extranjera contra la soberanía y el empleo brasileños, pues un arancel adicional del 50% sobre exportaciones tendría efectos nefastos en diversos sectores de la economía nacional.

   Ha llegado el momento de que líderes como el gobernador Tarcísio de Freitas (Republicanos) definan de qué lado están. O bien Tarcísio defiende a los exportadores paulistas y la soberanía nacional, o sigue prestándose como títere con gorra de un agresor extranjero y de la familia Bolsonaro, cuyo patriotismo de pacotilla se disuelve en colaboracionismo ante la perspectiva de la cárcel.

   La carta en la que Trump intenta justificar su ataque comercial está llena de mentiras e incoherencias. El comercio con Brasil no contribuye al déficit estadounidense. Por el contrario, desde hace años el saldo es superavitario para EE UU. El presidente republicano dice defender la libertad de expresión aquí, mientras allá ordena deportar a quienes expresan opiniones consideradas erradas por la Casa Blanca.

   El historial de anuncios no cumplidos por parte de Trump permite dudar de que estas tarifas adicionales se implementen. Ya ha enviado cartas amenazantes a otras naciones fijando plazos que nunca se cumplieron. La entrada en vigor de todas esas decisiones provocaría graves trastornos en la propia economía estadounidense, ya que se trata de un impuesto contra sus propios consumidores.

   Mantener la sangre fría, por tanto, es la mejor estrategia ante la nueva arremetida de Trump. En ese sentido, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha actuado con acierto, como lo demuestra una vez más la reacción sobria del Palacio del Planalto ante el anuncio del tarifazo.

   El gobierno brasileño no debe renunciar a los poderes de represalia que el Congreso Nacional otorgó al Ejecutivo mediante legislación reciente. Pero debe recurrir a ellos solo en casos extremos, que aún no se han materializado.

   Insistir en demostrar a los interlocutores estadounidenses que no existe ninguna razón económica para este ataque contra Brasil sigue siendo la estrategia más adecuada. Como mínimo, se gana tiempo para que los vaivenes del populismo lleven al presidente estadounidense a centrar su atención en otros temas en sus redes sociales.

   El tiempo juega a favor de Brasil y de los demás países acosados por las bravatas de las guerras comerciales de Donald Trump.

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