Por Xavier Villar
Según una encuesta realizada por el Instituto de Política de la Universidad de Harvard, los jóvenes de entre 18 y 29 años en Estados Unidos consideran injustificables las operaciones militares de Israel después del 7 de octubre.
El 44% de los jóvenes demócratas y el 30% de los jóvenes independientes enfatizan la injusticia e inaceptabilidad de las acciones de Israel, mientras que solo el 14% de los demócratas y el 19% de los independientes creen que las acciones de Israel son justificables.
Además, aunque la mayoría de los jóvenes estadounidenses expresan solidaridad con el pueblo palestino, solo el 18% de los jóvenes consideran satisfactoria la actuación del gobierno del presidente Joe Biden en el tema del conflicto en Gaza.
La pérdida de apoyo al discurso pro-sionista está teniendo consecuencias para los estudiantes. Las autoridades universitarias están llevando a cabo una campaña legal asimétrica contra los estudiantes que exigen el fin de la complicidad de sus universidades con el genocidio palestino.
Desde octubre, las universidades han suspendido grupos estudiantiles, limitado la libertad de expresión académica y llamado a la policía para reprimir a manifestantes pacíficos en numerosas universidades de todo el país.
Al mismo tiempo, el pro-sionismo ha empleado el término «antisemita» para intentar desacreditar las protestas. En este sentido, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en una comparecencia pública reciente, calificó las protestas en las universidades estadounidenses como «horribles» y afirmó que «multitudes antisemitas han tomado el control de las principales universidades».
Por su parte, Mark Dubowitz, director del lobby pro-sionista Foundation for Defense of Democracies, vinculó a los manifestantes con Hamas insinuó que actuaban como «proxies iraníes».
La estrategia de acusar de antisemitismo a quienes se oponen al sionismo no es nueva. Ya en 1880, los líderes del movimiento sionista en Palestina tacharon de antisemitas a los palestinos que luchaban contra la colonización de su tierra.
Argumentaban que la oposición palestina al sionismo no se basaba en la colonización de Palestina por parte del movimiento ni en la expropiación de tierras a los campesinos palestinos, sino más bien en el «antisemitismo».
En 1920, colonos sionistas en Palestina acusaron a los palestinos que resistían la colonización de llevar a cabo un «pogromo» antisemita contra sus colonizadores judíos.
Como señala Joseph Massad, profesor de historia árabe, en aquel momento los sionistas insistieron en que su ideología era la verdadera y única expresión del judaísmo, y que ambos no podían separarse. Posteriormente, los sionistas adoptaron esta apropiación como un hecho histórico en lugar de reconocerlo como una innovación.
Los sionistas insisten en que la transformación de Palestina en «Sion» es algo que todos los judíos comparten y han compartido a lo largo de los siglos. Cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1975, declaró que «el sionismo es racismo» y lo comparó con otros colonialismos de asentamiento blanco europeos en Rodesia, Namibia y Sudáfrica, los sionistas y sus aliados sostuvieron que, de hecho, ocurría lo contrario: la resolución de la ONU y todas las formas de antisionismo son antisemitismo.
En los últimos años, con el creciente éxito del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones, las voces israelíes y proisraelíes han expresado una gran preocupación por los presuntos motivos «antisemitas» detrás de todos los movimientos que se oponen al colonialismo de asentamiento israelí, al racismo estatal y a la ocupación militar.
Por otro lado, también es importante mencionar las imágenes de las actuaciones policiales en varias universidades, que reflejan lo que se conoce como la militarización de lo cotidiano. En el contexto estadounidense, la militarización policial se refiere al proceso mediante el cual las fuerzas policiales han aumentado su arsenal de armas y equipos, adoptando tácticas y prácticas que emplean respuestas militares incluso para actividades policiales rutinarias.
Los críticos de este proceso han sugerido que al equipar a la policía con equipo militar, se envía el mensaje de que están en guerra. Esto implica la existencia de un «enemigo». En las ciudades y, cada vez más, en áreas suburbanas y rurales, el enemigo suele ser percibido como aquellos «otros» propensos al crimen, lo que en la mayoría de los casos tiene una dimensión racial.
Sin embargo, como demuestra la actitud policial en varias universidades, las autoridades son capaces de convertir a los estudiantes en enemigos simplemente por cuestionar la legitimidad del sionismo y su proyecto colonial en Palestina.
Esto puede indicar que para las autoridades pro-sionistas, las protestas en solidaridad con el pueblo palestino en numerosas universidades occidentales, y en todo Estados Unidos en particular, representan un momento crucial.
Si bien es cierto que la población universitaria no es un reflejo preciso de la opinión pública, su activismo a menudo sirve como indicador del futuro en términos políticos. Ahí radica la enorme importancia política de los campamentos que se han establecido en docenas de universidades, desde las más prestigiosas hasta las universidades estatales.
Varios analistas consideran que los levantamientos estudiantiles, a finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, no solo contribuyeron, sino que también anunciaron el fracaso del proyecto imperial de EEUU en el sudeste asiático y su derrota en Vietnam.
De manera similar, en los años 80, los estudiantes ocuparon varias universidades en los Estados Unidos para exigir el fin de la colaboración económica con el régimen del apartheid sudafricano.
En el contexto actual, las protestas en los campus universitarios están enviando múltiples mensajes. En primer lugar, el rechazo a la campaña genocida de Israel contra el pueblo palestino y, en segundo lugar, el rechazo a la complicidad de los gobernantes estadounidenses en ese mismo genocidio.
Este movimiento de solidaridad está consiguiendo poner en cuestión todas las décadas de propaganda pro-sionista en los Estados Unidos al presentar a los palestinos como seres humanos. Durante décadas, los lobbies pro-sionistas como el AIPC y la mayoría de los medios de comunicación han presentado a los palestinos como “terroristas” motivados por su antisemitismo a la hora de oponerse a Israel.
Israel ha perdido la batalla por la opinión pública, y lo sabe.
Y, dado que para Israel la opinión pública es tan importante como su arsenal nuclear, no sorprende que esté respondiendo de manera histérica, desacreditando, deslegitimando y demonizando a los manifestantes.
Cualquier persona que critique el programa genocida y colonial de Israel es inmediatamente calificada de antisemita, simpatizante de Hamas o «amiga de los terroristas», como se llegó a calificar al Presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, después de que este mostrara su condena a las acciones israelíes en Gaza.
El problema de esta estrategia es que, tras haber sido utilizada hasta la saciedad, el término «antisemita» se ha devaluado hasta convertirse en algo trivial. La mayoría de las personas ya no se preocupan por ser denunciadas como antisemitas, y ya no se sienten intimidadas por la Inquisición Sionista.