La semana pasada, el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino convocó a Stéphane Romatet, embajador de Francia en Argelia, para poner sobre la mesa un expediente que París ha ignorado durante demasiado tiempo: el de los bienes inmobiliarios cedidos a Francia por Argelia. Un asunto que deja al descubierto un tratamiento, cuanto menos, asimétrico entre ambos países.
En total, Francia ocupa 61 bienes inmobiliarios en suelo argelino, pagando alquileres irrisorios. Entre ellos, la sede de la embajada de Francia en Argelia se extiende sobre una vasta superficie de 14 hectáreas (140.000 metros cuadrados) en las alturas de Argel, con un alquiler tan insignificante que no cubriría ni el precio de una modesta habitación de servicio en París.
En cuanto a la residencia del embajador francés, conocida como Les Oliviers, abarca 4 hectáreas (40.000 metros cuadrados) y ha sido arrendada por un franco simbólico, con una tarifa de alquiler que permaneció inalterada desde 1962 hasta agosto de 2023. ¡Una generosidad que Francia jamás ha tenido con Argelia en su propio territorio!
Y esto no es más que la punta del iceberg. Numerosos acuerdos bilaterales otorgan a Francia ventajas considerables en Argelia. El ejemplo más elocuente es el acuerdo de 1968, que regula el estatuto de los argelinos en Francia y les concede un régimen migratorio excepcional en comparación con otras nacionalidades.
París no deja de criticar este acuerdo, pero omite mencionar los beneficios que obtiene de él, en particular la mano de obra argelina, que ha sido clave en la reconstrucción y el auge económico de Francia. Por su parte, Argelia no goza de ningún privilegio comparable en suelo francés.
Otro ejemplo revelador es el acuerdo de 1994, que regula diversos aspectos de la cooperación entre ambos países, especialmente en comercio e inversiones. En la práctica, estos acuerdos han servido principalmente para que las empresas francesas obtengan condiciones sumamente favorables para operar en Argelia, mientras que las oportunidades para las empresas argelinas en Francia siguen siendo limitadas.
Una vez más, el beneficio es unilateral y favorece, ante todo, a la economía francesa.
Pero si París desea abrir el debate sobre la reciprocidad y el respeto de los compromisos firmados, ¡hablemos claro! Veremos entonces quién, entre Argelia y Francia, ha sacado mayor provecho de estos tratados y cuál de los dos países ha incumplido los acuerdos establecidos.
Ya no hay lugar para la hipocresía. Es hora de que la verdad salga a la luz y se ponga fin a los discursos engañosos destinados a manipular la opinión pública.
Argelia nunca ha sido la beneficiaria en esta relación; ha sido Francia quien, durante décadas, ha sabido aprovechar cada acuerdo en su favor; y si ahora pretende exigir cuentas, primero tendrá que rendirlas.