sábado 21 de diciembre de 2024
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La eterna presencia del Che Guevara para los revolucionarios del mundo

La Habana (CGR): La presencia del Comandante Ernesto Che Guevara rebasa los límites del conocimiento personal y su conocido rostro y el ejemplo de su vida constituyen un paradigma para millones de revolucionarios o simplemente personas de pensamiento progresista en todo el mundo.

Por Pedro Rioseco

Por una de esas coincidencias de la vida, pude verlo de cerca y participar en un inolvidable encuentro a mis 18 años cuando hacia pocos días había llegado a la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, para comenzar la carrera de Economía, y Che se encontraba en esa ciudad para concluir los actos por el aniversario del alzamiento allí del 30 de noviembre de 1956.
El mensaje llegó para regocijo de todos: El Che quería reunirse con los estudiantes de economía a las 11 de la noche en el teatro universitario. De más está decir que ese 30 de noviembre de 1964 todos, los de años superiores y los de nuevo ingreso bajamos la loma del Plan de Becas y estábamos allí esperando a quien la mayoría sólo conocíamos por la historia de sus hazañas y sus ideas.
Pasadas las 11 de la noche un escolta trajo otro mensaje: El Comandante pedía que lo esperaran a la una de la madrugada pues se había complicado. Y nadie se movió de los bajos del edificio principal donde está el teatro. En efecto, a esa hora llegó a la entrada del rectorado un auto nada moderno, con el Comandante Armando Acosta de chofer y a su lado el Che, sin escolta alguna.
Tuve el privilegio de estar en la fila de los estudiantes por la que pasó para subir la rampa del teatro y estar en la tercera fila en un conversatorio donde nos pidió no tomar nota pues iba a conversar de temas delicados y con total franqueza.
En ese año, entre otros temas, nos dijo sus impresiones sobre el peligro de una futura desintegración de la Unión Soviética, que se produjo finalmente 27 años después el 26 de diciembre de 1991, y recalcó la necesidad de que los dirigentes de todo proceso revolucionario mantengan un contacto permanente con las masas, para escuchar y atender sus necesidades.
En las actividades que había completado ese mismo día con la inauguración de un combinado industrial de Santiago de Cuba y la visita a un barco soviético en el puerto, el Che dijo: “Hemos demostrado cómo se puede hacer una Revolución al lado, en las fauces del imperialismo yanqui. Y no sólo hacer, declarar socialista la Revolución, y no declararla en palabras, declararla expropiando a los explotadores, desarrollarla, resistir los embates del imperialismo…”
Fue en ese acto también donde el Che alertó al pueblo de Cuba y al mundo que “la gran lección que tenemos que aprender nosotros, junto con los pueblos del mundo, es la lección de estar decididos y firmes a no ceder ni una pulgada ante el imperialismo, porque es una guerra sin cuartel” y allí pronunció su mayor mensaje y el más conocido cuando enfatizó que “no se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así, nada”.
Tras compartir algunos de sus conceptos de política económica, sobre lo cual se ha escrito mucho, el Che se marchó pasadas las tres de la madrugada, pero los estudiantes y profesores tardamos mucho en poder dormir, dándole vueltas en la cabeza a sus ideas y especialmente sobre la importancia de rescatar la contabilidad, el control económico y la fiscalización del presupuesto, como instrumento esencial de la planificación de la economía por el Estado.
Años después conocimos la experiencia del Che en el Congo y pudimos oír como invitado al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba la carta de despedida del Che leída por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando informaba al mundo que otras tierras del mundo reclaman el concurso de sus modestos esfuerzos y que nada legal le ataba a Cuba, salvo su ejemplo, la lealtad infinita a Fidel y que dejaba aquí a su familia y a un pueblo que lo acogió como un hijo.
Nunca pude suponer entonces que tendría también el privilegio como periodista de la Agencia Prensa Latina de estar en el lugar donde encontraron sus restos en Vallegrande, Bolivia, y de conocer la pequeña escuelita rural donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967 en La Higuera, un pequeño caserío de las estribaciones de la Cordillera de Los Andes, otrora perdido entre montañas y convertido desde entonces en sagrado lugar de peregrinaje de miles que, desde todas partes del mundo, viajan allí a rendir su homenaje al Guerrillero Heroico.
Recorrer los 60 kilómetros de terraplén que unen hoy La Higuera con Vallegrande es una subida de tres horas de curvas interminables rodeadas de abismos, donde letreros guiarán al viajero por “La Ruta del Che”, hasta llegar a una gran estatua del Guerrillero a la entrada del caserío a 2160 metros sobre el nivel del mar.
Muy cerca de allí está la Quebrada del Yuro, o del Churo como la llaman los campesinos del lugar, donde el 8 de octubre de 1967 resistió detrás de una roca que aún conserva numerosos impactos de balas hasta quedar herido e inutilizado su fusil por el impacto directo de un proyectil y combatiendo hasta la última bala de su pistola. Esa fue la única forma en que lo pudieron capturar vivo.
El Che fue capturado junto a dos guerrilleros que combatían en la quebrada, el boliviano Simeón (Willy) Cuba y el peruano Juan Pablo Chang, llevados a una rústica escuelita de dos aulas en La Higuera y asesinados. El capitán de la unidad boliviana que lo capturó, Gary Prado, le aseguró que sería juzgado en una corte marcial en el Departamento de Santa Cruz, pero el alto mando boliviano encabezado por el presidente, general René Barrientos, decidió ultimarlo por indicaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En ese mismo combate cayeron los combatientes internacionalistas cubanos Orlando Pantoja Tamayo (Olo), René Martínez Tamayo y Alberto Fernández Montes de Oca, en tanto un pequeño grupo que combatían en posiciones más distantes lograron retirarse cumpliendo la última orden del Che, el cual ellos consideraban que también lo había logrado hasta oír la noticia por radio.
En la velada solemne para rendir tributo póstumo al comandante Ernesto Che Guevara, Fidel Castro hizo inmortal estas frases en su panegírico:
“Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che!”.

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Contraloría General de la República

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