Por Watfa Salloum

Resulta casi increíble entender que el palestino Muhammad Al-Mughrabi intente llevar la esperanza a los residentes de la Franja de Gaza, a pesar de la devastadora situación actual.

Como en una escena sacada de la ciencia ficción, este artesano exhibe faroles y adornos para Ramadán junto a las aceras, rodeado por los escombros de viviendas destruidas en la ciudad de Deir Al-Balah, en el centro del enclave.

El valor de las coloridas lámparas para los niños es equiparable al de Santa Claus, a quien esperan con ansias en Navidad.

Hasta hoy, esos objetos no solo simbolizan una de las tradiciones más mágicas del Islam, sino también son una forma de entretenimiento para los pequeños.  

Para los musulmanes, encender una linterna de Ramadán es tan significativo como decorar un árbol para los cristianos en Navidad.

Muy cerca del pequeño puesto de Al-Mughrabi, las viviendas destruidas, las calles vacías o el fantasma de la muerte al acecho, no disuaden a los nacidos en esas tierras a resistir su dolor y agonía y celebrar este período.

Algunos cuelgan decoraciones en las tiendas y entonan melodías y cantos tradicionales para esta época del año.

Incluso Muhammad al-Sousi, un hombre de 39 años desplazado de su ciudad natal a Deir al-Balah, compra una linterna para su hijo pequeño.

La ocupación destruyó todo en Gaza: mató a mujeres, niños y ancianos, y sembró terror en el corazón de los vivos.

Por tanto, como explicó al-Sousi, busca algo de consuelo para que su hijo borre un poco de la memoria los días oscuros y aterradores que vivió.

En la ciudad de Rafah, ubicada en la frontera con Egipto y con más de 1,5 millones de desplazados, los artesanos también luchan para crear un ambiente de felicidad en medio de las difíciles condiciones actuales.

Ahora la situación es distinta a la que estaban acostumbrados, debido al sabotaje y destrucción llevada a cabo por los ocupantes, aseguró el creador Muhammad Abu Amer.

“Más allá de la escasez de materias primas y la falta de electricidad, trabajamos para dibujar sonrisas en los rostros, pero los militares israelíes convirtieron nuestra realidad en una tristeza y miseria”, afirmó.

Hace unos años, fabricaban miles de estos productos, pero ahora la cantidad es de 300 a 400 y las envían a vendedores ubicados en tiendas de campañas y casas.

El Ramadán sabe a muerte y sangre en Gaza

Uno de los mensajes espirituales más profundos de esta etapa del año es la reunión familiar. Pero ¿alguien sabe, o al menos es capaz de imaginar, cómo se vive en el enclave?

Toda unión entre abuelos, padres e hijos resultó destrozada por los misiles de la ocupación y el derrumbe de las viviendas sobre las cabezas de sus dueños.

Aquellas deliciosas comidas preparadas con mucho amor resultaron robadas por el odio y el rencor del enemigo, que impuso una terrible hambruna. 

¿Dónde realizarán los gazatíes las oraciones este año cuando los aviones sionistas destruyeron sus mezquitas?

¿Quién traerá  las verduras, frutas y carne para el desayuno y el suhur después del asesinato de la mayoría de los padres mientras corrían para conseguir una bolsa de harina durante el asedio?

¿Dónde comprarán los niños maaruk y tamarindo de Ramadán, y todos los aspectos de la vida que ya no están?

¿Escuchará  el pueblo de Gaza el sonido del cañón del «Iftar» cuando el sol parece no estar por el ruido atronador de los cañones y los aviones de «Israel»?