jueves 26 de diciembre de 2024
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Milei, la anti-diplomática motosierra chocadora y la crisis con España

Buenos Aires (Estrategia): Javier Milei se autoconvenció que debía convertirse en un verdadero líder de la ultraderecha internacional, y creyó que la forma más directa de lograr destacarse y asentar su arraigo político era crear conflictos a través de excesos de verborragia destructiva, destructora, que presagia una saga de choques que comenzó en Latinoamérica, siguió en España y… ¿Lo seguirán tolerando?

Por Aram Aharonian

   A este producto espurio tomado por el establishment hay quienes lo tildan de delirante, porque está embarcado en el sueño (pesadilla para la mayoría) de convertirse en líder de una ultraderecha internacional.

   Milei es el último revulsivo de la nueva ola reaccionaria mundial: no es un nacionalista católico ni un neofranquista español. Y tampoco un Donald Trump (no es multimillonario, hace esfuerzos por conseguirlo desde la presidencia), Nayib Bukele o Jair Bolsonaro (no es un militar) … aun cuando hace lo imposible por parecerse.   

   Violento, insulta a sus adversarios político-ideológicos, pero nunca de frente. Para el diputado español Gerardo Pisarello, asume las formas de un groupie de los Rolling Stones o los Sex Pistols.

   Quizá por su desparpajo agresivo y resentido que linda con el desborde y lo payasesco, su mensaje es capaz de permear en sectores medios y de escasos recursos, a los que otros dogmáticos no llegan. Esos millones que se sienten solos y desvalidos en medio de un capitalismo voraz que les garantiza hambre y demasiadas dudas sobre su futuro.

   Muchos con un resentimiento hacia la política tradicional, pero también la política “progresista” o “popular”, que -salvo contadas excepciones- no le ha resuelto sus problemas más acuciantes.

   No se hace notar por sus obras, sino por las sobras de sus palabras, por la agresividad de sus bots y trolls, porque la realidad es que, hasta ahora, en la Argentina, se encarga de deshacer todo lo que construyeron los diversos y sucesivos gobiernos democráticos.

   Una de las primeras decisiones de Milei al llegar a la presidencia fue alejar a Argentina del grupo de los BRICS, integrados por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, para asumir un alineamiento absoluto con Washington. Y, quizás, para reforzar ciertas alianzas empresariales, Milei sobreactuó su acercamiento al judaísmo y decidió avalar sin fisuras la política criminal y genocida de Benjamín “Bibi” Netanyahu en Gaza.

Difamar y sumar enemigos

   El último domingo habló en un encuentro mundial anarcocapitalista organizado por el partido de ultraderecha español Vox en Madrid, donde la emprendió contra el presidente Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

   “Qué calaña de gente atornillada al poder. Aun cuando tenga la mujer corrupta, se ensucia y se toma cinco días para pensarlo”, dijo. Antes, había definido al socialismo como “maldito” y “cancerígeno”, frase que sus anfitriones de Vox no dirían, pero para eso invitan a Milei.

   Por ahora, España tomó una sola medida: la llamada a consultas de la embajadora implica que la retiran temporalmente. Se trata de un mensaje que, en el lenguaje de la diplomacia, expresa el malestar de un gobierno con el otro. Si bien no implica romper las relaciones bilaterales, sí señala que los vínculos han sido dañados.

   El llamar a consultas a una embajadora es un gesto considerado intermedio. Un escalón menor hubiera sido que el gobierno afectado, en este caso España, hubiera convocado al embajador del país que cometió la ofensa -el argentino- para pedirle explicaciones. Un escalón más alto sería el retiro definitivo de su embajadora.

   Los papeles dicen que es el presidente de 46 millones de argentinos, por cuyos intereses debiera velar dentro y fuera del país. Pero en su catarsis verborrágica, siempre deja el camino abierto para que las grandes empresas trasnacionales se apoderen de los intereses estratégicos de su país, sin decoro alguno.

El ataque al presidente español Pedro Sánchez y a su esposa Begoña Gómez

   Su radicalidad neothatcheriana lo hace atractivo a ojos de la extrema derecha, que festeja al neofascista que podría tener un discurso y un proyecto como el suyo. Y también por su antisocialismo, su anticomunitarismo y su anticomunismo visceral. Pero más allá de eso, Milei les ofrece posibilidades de negocio a los capitales extractivistas y rentistas con los que las derechas del viejo continente tienen un vínculo privilegiado y que ven en Milei una buena oportunidad para quedarse con todas las riquezas argentinas.

   Pese a todo su esfuerzo, Milei no logró ningún compromiso de inversiones por parte de los capitalistas españoles. Apenas una catarata de rechazos ante sus dichos contra el presidente Sánchez y su esposa. Lo cierto es que los empresarios no rechazan el plan económico de Milei, pero son conscientes de que necesitan que sus negocios sean bien resguardados por el Estado español, y cierran filas con su mandatario.

   Tampoco logró el aval de la derecha argentina. El bloque parlamentario Hacemos Coalición Federal, liderado por Migue Picheto, instó a Milei “a que desista de su actitud irresponsable en materia de política exterior provocando conflictos absurdos con países importantes del mundo”.

El arte de descalificar

   El choque diplomático de Javier Milei con el gobierno español tiene sus antecedentes: también Colombia llamó a consultas a su embajador en Buenos Aires, a raíz de que Milei calificó de “comunista asesino que está hundiendo a Colombia” al presidente Gustavo Petro. Con el mexicano Andrés Manuel López Obrador el roce se originó en que Milei lo llamó “ignorante”. El mexicano se limitó a comentar que no entendía “cómo los argentinos votaron a alguien que desprecia al pueblo”.

   Ni Petro ni el chileno Gabriel Boric, ni Lula en Brasil, apoyaron la candidatura de Milei. Ya durante la campaña electoral éste buscó utilizarlo en su favor, definirse como el cambio radical. Le dijo a un medio colombiano: “¿Qué es en el fondo un socialista? Es una basura, es excremento humano”. Petro le respondió: “Esto decía Hitler”. Y allí había quedado el tema, porque las declaraciones de un candidato no tienen el mismo peso que las de quien cuenta con una investidura presidencial, como ahora en España.

   Durante la campaña electoral, Milei viajó a Santiago de Chile y en una reunión de derechas dijo “esperamos sacar la plaga kirchnerista, en realidad toda la plaga socialista que azota a Argentina por más de cien años, espero que ustedes tengan la dicha y la altura como para poder sacarse también a este empobrecedor de Boric”.

   Ahí no queda la cosa: la mala relación con China y el abandono de la tradicional neutralidad diplomática argentina para alinearse con Ucrania e Israel son parte de la misma historia: pretende dejar en claro, por si alguien no lo había comprendido, su total alineamiento y dependencia de Estados Unidos e Israel.

   Milei también embarró las relaciones con Brasil al invitar a su correligionario ultraderechista Jair Bolsonaro al acto oficial de su asunción.

No es el pueblo, es Milei

   Con habilidad política, el presidente de España, Pedro Sánchez, desligó al pueblo argentino de las críticas que recibió de parte de su par argentino y advirtió que Javier Milei es la demostración “del riesgo que representa esta internacional ultraderechista para sociedades” que se sustentan “en el progreso económico, la justicia social y la convivencia”.

   Sánchez dijo que las palabras de Milei no estuvieron “a la altura” de un jefe de Estado y señaló que seguirá esperando una rectificación antes de actuar en consecuencia. En tanto, puntualizó que la reacción del gobierno español frente a este hecho (por ahora solo el retiro de la embajadora en Buenos Aires) será acorde “a la dignidad de la democracia española” y a los lazos de hermandad que unen a ambos países.

   Mientras España llamaba en consulta a su embajadora, el presidente publicó en su cuenta de X una serie de retuits con su postura. Al gobierno español le contestó reposteando las declaraciones de su vocero presidencial Manuel Adorni, que adelantó que Milei no pedirá disculpas porque ellos “lo trataron (primero) de odiador, de negacionista, de ‘ingerir sustancias’, de autoritario, de antidemocrático y de ser gente ‘muy mala’”.

   Todo este anarcocapitalismo suena raro, anacrónico, en un mundo que nos dijeron estaba desglobalizado, donde las grandes potencias vuelven a defender formas de proteccionismo y de intervención en la economía para salvarse de la debacle, del desplome de la industria, del colapso de miles de pequeñas y medianas empresas, como ocurre en Argentina.

   Quizá a su paso por Madrid recibió un tirón de orejas porque a veces se desboca, pero las derechas europeas son más sumisas al capital financiero y especulativo extranjero.  

   Milei ya aprendió el recurso de la mentira descarnada y el insulto abierto en las acusaciones contra sus adversarios progresistas o republicanos, sumándose a la criminalización de los migrantes pobres, y la caracterización de cualquier tímida medida redistributiva como políticas “socialistas que solo traen promesa y muerte”.

   Y, después de esgrimir su vorágine verborrágica, deja la puerta abierta a la reacción violenta (no olvidar que su “marca” es una motosierra); a la misoginia, en sus ataques a las conquistas del movimiento feminista o LGTBI o en el elogio descarado de experiencias dictatoriales como la del gobierno cívico-militar del general Videla y sus secuaces y el negacionismo de sus crímenes y sus 30 mil desaparecidos.

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