Por Pedro Rioseco
En el último mensaje a su pueblo, transmitido por Radio Magallanes hace 51 años, bajo las bombas y las balas de las tropas golpistas alentadas por Estados Unidos para impedir la continuación de sus ideas de cambios sociales en favor de la población chilena, llamó al pueblo a continuar la lucha, antes de inmolarse en consecuencia con sus ideas ante la superioridad de los militares.
En su alocución Allende profetizó: «Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!».
La imagen de Allende a sus 65 años en el Palacio, con un casco y un fusil en combate contra los golpistas recorrió el mundo y se convirtió en un ejemplo de la consecuencia revolucionaria cuando se está dispuesto a defender la justicia social aun a riesgo de la propia vida.
La dictadura fue finalmente eliminada, las grandes alamedas se abrieron, y están hoy desbordadas de pueblo, trabajadores, estudiantes, indígenas, profesionales y amas de casa, que siguen reclamando sus derechos conculcados durante casi 17 años de la dictadura pinochetista.
Allende pasó a la historia como una de las más importantes personalidades de la historia de Chile, fue un gran amigo de Cuba, del Comandante Fidel Castro, y desempeñó un destacado lugar en el ámbito de la política internacional al participar en la Conferencia Tricontinental.
Posteriormente, apoyó la fundación de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), lo que sumado a su decidido apoyo a la guerrilla de Ernesto Che Guevara en Bolivia lo pusieron en la mira de los ataques de la derecha chilena y de Estados Unidos.
En 1940 Allende contrajo matrimonio con Hortensia Bussi, una joven profesora de Historia y Geografía, a quien había conocido el 25 de enero de 1939 bajo las circunstancias aciagas del terremoto de Chillán. Años más tarde, en 1943, asumió la Secretaría General del Partido Socialista, para luego ser electo senador en 1945 por la antigua 9na circunscripción de Valdivia, y la de Osorno, Llanquihue, Chiloé, Aysén y Magallanes.
En 1951, el Mussolini del nuevo mundo, como gustó hacerse llamar Carlos Ibáñez del Campo, presentó su candidatura presidencial siendo apoyado por un sector democrático. Ante ello, Salvador Allende junto a comunistas, radicales doctrinarios y la izquierda socialista fundaron el Frente del Pueblo, alianza calificada como una conciencia en marcha.
Los 52 mil votos obtenidos por Allende en las elecciones presidenciales de 1952 inauguraron un período que 17 años más tarde culminó en la Unidad Popular. Pero lo central de estos acontecimientos radica en la aparición de un proyecto que contenía un programa y una concepción de sociedad.
Salvador Allende terminó por convertirse en el centro de cualquier alianza, proyectando su figura unitaria sobre toda la izquierda. Era ya el líder natural de los desposeídos y un dirigente respetado cuando en 1953 fue reelegido senador por Tarapacá y Antofagasta. Pese a circunstancias poco favorables, Allende persistió en su postura analítica, teniendo presente las características históricas de Chile.
El resultado sería la exigencia de vastos sectores para que Allende asumiera nuevamente la representación de la izquierda, de manera que en enero de 1970 fue proclamada su cuarta candidatura a la presidencia de la República. A diferencia de las ocasiones anteriores, contaba también con el apoyo radical y actores de raíz cristiana que dieron un peso particular a la alianza esta vez denominada Unidad Popular.
El 4 de septiembre de 1970, se llevaron a cabo las elecciones presidenciales más disputadas de la historia nacional de Chile, bajo un clima tenso y febril. La madrugada del 5 de septiembre de ese año el triunfo de Salvador Allende como nuevo Presidente era una realidad. Tras un gobierno de cambios populares por unos mil días, una vasta conspiración del capital nacional y transnacional, el imperialismo, las fuerzas políticas del centro y la derecha y los gremios empresariales y profesionales, crearon las condiciones que condujeron a las fuerzas armadas a interrumpir a sangre y fuego el 11 de septiembre de 1973 la democracia chilena.
Allende muerto pasó a la historia, pero su ejemplo sigue llamando a la unidad de las fuerzas populares y abriendo las grandes alamedas para construir una sociedad mejor en Chile.