El informe destaca que “las discusiones sobre las soluciones se prolongan de manera indefinida y no arriban a acuerdos ni se concretan en políticas”, lo que ocurre en un escenario en el que persiste la “rabia” social, y donde las “demandas del estallido siguen vigentes”.
Maya Zilveti, coordinadora de investigación de PNUD Chile y coautora del informe, subrayó -en conversación con Al Pan Pan con Mirna Schindler- que para la ciudadanía, “las élites políticas y, en menor medida, el empresariado, representan los villanos del cambio en Chile”.
Según Zilveti, el informe plantea que el país enfrenta serias dificultades para impulsar los cambios sociales que la población demanda, debido a “insuficientes capacidades para conducir estos cambios”. Esta incapacidad se atribuye a una compleja red de factores que incluye la desconexión entre la ciudadanía y quienes toman las decisiones.
Zilveti explicó que “nosotros planteamos que el diagnóstico base es que Chile tiene dificultades para conducir cambios sociales, y que por eso a Chile le cuesta cambiar”.
El informe se pregunta “por qué se entrampan cambios que han sido largamente demandados por la ciudadanía”, y su respuesta es que la sociedad chilena “tiene insuficientes capacidades para conducir estos cambios”, lo que se atribuye a una serie de factores, entre ellos la relación que construye la ciudadanía con las élites y los movimientos sociales.
En el informe se introduce el concepto de “villanización”, que describe cómo la ciudadanía ha dejado de atribuir sus dificultades a factores azarosos o individuales, y ha comenzado a identificar a actores concretos, principalmente los liderazgos políticos, como los responsables de los problemas que les afectan.
“La ciudadanía percibe que no es que tengan dificultades personales para acceder a servicios básicos como salud o pensiones dignas, sino que hay actores específicos, como los liderazgos políticos, que están impidiendo que estos cambios se concreten”, detalló Zilveti.
El informe también subraya que la élite económica y, sobre todo, los liderazgos políticos tienen dificultades para leer a la ciudadanía, identificar sus demandas y avanzar en las reformas necesarias. “Una élite ensimismada es una élite que se mira a sí misma, y que tiene dificultades para representar”, señaló Zilveti, refiriéndose a cómo esta desconexión entre las élites y la población afecta la capacidad del país para avanzar.
Esta desconexión tiene consecuencias significativas para la sociedad chilena. Según el informe, la evaluación crítica que la ciudadanía hace de las élites políticas se refleja en sus comportamientos electorales, como se evidenció en el primer proceso constituyente, donde la mayoría de los votantes optó por actores independientes en lugar de los tradicionales liderazgos políticos.
Este fenómeno es un claro indicio del descontento y la desconfianza hacia quienes han estado a cargo de conducir al país.
Además, el informe señala que las personas que consideran que los liderazgos políticos no funcionan bien son las que menos creen en su capacidad para incidir en el país. Este sentimiento de impotencia y falta de agencia refuerza un ciclo de desconfianza institucional, donde las instituciones políticas son percibidas como alejadas y desconectadas de las necesidades reales de la población.
La consecuencia de esto es una erosión constante de la legitimidad institucional, lo que amenaza con profundizar aún más la crisis de representación que vive Chile.
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD en Chile presenta un diagnóstico contundente: el país enfrenta serias dificultades para impulsar cambios sociales debido a la desconexión entre las élites y la ciudadanía, y a la incapacidad de las élites políticas para comprender y canalizar las demandas del pueblo.
Este estancamiento y la percepción de un “espíritu obstruccionista” por parte de los liderazgos políticos han generado un clima de descontento y desconfianza que amenaza con seguir creciendo si no se abordan las demandas sociales de manera efectiva.