Por tercera vez en su extensa trayectoria política, Lula, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), resultó elegido el 30 de octubre de 2022 para gobernar 12 calendarios después de dejar el cargo.
En un segundo turno de sufragio, con 50,90 por ciento de los votos válidos, el exdirigente obrero derrotó al entonces mandatario Jair Bolsonaro, quien codiciaba reelegirse por el Partido Liberal y recibió 49,10.
Tal resultado se consideró la votación presidencial más cerrada de la historia reciente de Brasil y Bolsonaro fue el primer jefe de Estado en funciones que no pudo reelegirse.
Durante su segundo año en el poder, Lula consolidó la recuperación de la democracia tras los desafíos heredados del Gobierno del político ultraderechista, como los intentos golpistas que concluyeron en la invasión y saqueo, perpetrados el 8 de enero de 2023, contra los Tres Poderes en Brasilia.
En medio de investigaciones por los episodios violentos, el líder progresista logró fortalecer las instituciones democráticas y reforzó el Supremo Tribunal Federal y promoviendo el diálogo político.
También emprendió la reactivación de programas como Bolsa Familia (ayuda a núcleos en situación de penuria y extrema pobreza) y aumentó los recursos a la educación y salud pública, un avance significativo en la reducción de la pobreza extrema. Además, priorizó la lucha contra la inseguridad alimentaria para beneficio de millones de sus compatriotas.
Como era de esperar, a lo largo de 2024, el jefe del Ejecutivo retomó el protagonismo de Brasil en la agenda climática global e implementó políticas de control de la deforestación. Reactivó, igualmente, el Fondo Amazonía, con apoyo internacional, al lograr una marcada reducción en la tala ilegal y la recuperación de áreas degradadas.
Aunque la economía enfrenta desafíos, el Gobierno impulsó la inversión en infraestructura, energía limpia y desarrollo sostenible, generando empleo y atrayendo capital extranjero. La implementación de reformas fiscales ayudó a estabilizar el déficit presupuestario.
Cual promesa cumplida, Lula restauró la imagen internacional del gigante sudamericano, al destacarse en foros como el Grupo de los Veinte (G20) que agrupa a las 19 principales economías del mundo y las uniones Europea y Africana.
En la Cumbre de Líderes del G20, celebrada en la ciudad de Río de Janeiro en noviembre, las autoridades nacionales abordaron una complejidad de asuntos globales. El foro dejó resultados capitales en temas como la sostenibilidad, la lucha contra el hambre y la pobreza y las reformas en la gobernanza internacional.
Bajo el mando de Brasil este año se dio prioridad a cuestiones sociales y ambientales, marcando un enfoque inclusivo y multilateral.
, Lula afirmó que el legado de su país en el G20 es la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza. La iniciativa recibió la adhesión de al menos 82 naciones, 24 organizaciones financieras, nueve financiadores e instituciones de filantropía.
De igual manera durante 2024, el gobernante enalteció la presencia brasileña en Conferencias de las Partes (COP) que reúnen a países signatarios de la ONU para abordar disímiles contenidos.
Con sagacidad y buen tino, vigorizó la integración regional mediante el fortalecimiento de alianzas en el Mercado Común del Sur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Pese a avances en políticas sociales, las presiones inflacionarias afectaron el poder adquisitivo de los brasileños. El impacto del alto costo de vida en sectores populares generó críticas. Y aún con los esfuerzos de Lula por promover el diálogo, Brasil sigue profundamente polarizado.
Sectores ultraderechistas mantienen fuerte oposición, al obstaculizar la implementación de algunas reformas clave en el Congreso Nacional.
El crimen organizado y la violencia continúan siendo problemas graves, con altas tasas de homicidios y una escalada en los conflictos relacionados con el narcotráfico.
Las políticas de seguridad fueron percibidas como insuficientes en algunos estados clave y la lentitud en la ejecución de algunas públicas, atribuida a la burocracia y tensiones con algunos sectores, limitó el alcance de ciertas promesas de campaña.
Analistas consideran que, para el próximo año, Lula deberá continuar construyendo alianzas con un Congreso fragmentado y encontrar apoyo para aprobar reformas estructurales, especialmente en el ámbito tributario y de seguridad social.
No obstante, las evoluciones y buenos resultados, el desafío de mantener el equilibrio entre desarrollo económico y sostenibilidad ambiental sigue siendo una prioridad. El fundador del PT deberá garantizar que el crecimiento económico no comprometa las mejoras alcanzadas en la Amazonia.
Asimismo, modernizar el sistema docente y garantizar acceso equitativo a la Educación Superior, resultarán esenciales para enfrentar las desigualdades estructurales y optimizar la competitividad del país.
Dentro de un mundo agitado por tensiones geopolíticas, Brasil tendrá que mantener su posición como líder regional y mediador en foros globales, al mismo tiempo enfrentar los impactos económicos de conflictos internacionales.
La Administración federal tuvo un año de progresos en áreas clave como la democracia, el medio ambiente y las políticas sociales, pero también retos en materia económica, seguridad y polarización política.
A medida que el Gobierno avanza hacia 2025, el éxito de Lula dependerá de su capacidad para apuntalar su liderazgo, ahondar en las reformas y conservar el apoyo de la ciudadanía en un complejo contexto político y social.
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