viernes 13 de diciembre de 2024
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Amílcar Cabral en su centenario

La Habana (Noticias Networks): Cada vez que hablo sobre este gran prócer de la independencia africana y del llamado Tercer Mundo, vienen a mi mente los instantes últimos que estuvimos juntos, en la residencia del embajador polaco Tadeuz Matisiak, en Conakry.

Por Oscar Oramas Oliva

Aquel ya hombre de estado y ducho diplomático, guerrillero, teórico, pensador se multiplicaba y hablaba con cada uno de los presentes, para quienes tenía una frase en sus respectivos idiomas, en su recurrente campaña por conquistar adeptos para la causa liberadora.
Aquel 20 de enero de 1973, una emboscada organizada por la siniestra PIDE y ejecutada por unos traidores miembros del PAIGC, lo asesinaron por la espalda y antes se negaron a dialogar con él.
Había nacido en Bafata, Guinea portuguesa, el 12 de septiembre de 1924. Realiza estudios de Agronomía en Portugal, pero la situación de su país lo llevó a buscar soluciones más allá de ese campo, en la alternativa para la soberanía de su pueblo.
En Portugal se une a la pléyade de estudiantes africanos, intercambia con ellos, desarrollan ideas, instrumentos de lucha y crecen en ellos las ansias de bregar por ver a sus respectivas tierras independientes.
Mostraba ya sus dotes de dirigente y conductor de hombres. Cabral radicó en la isla de São Tomé por un breve periodo, y después en Angola, donde realizó estudios de suelos. En esa colonia vivió el proceso de formación del principal movimiento independentista, el MPLA (Movimiento para la Liberación de Angola), y lo apoya, porque sus dirigentes eran ya compañeros de ideas y luchas en Portugal.
Desde 1954 consideró la necesidad de vertebrar los conflictos de Guinea y Cabo Verde contra el colonialismo portugués, alcanzando ese objetivo con la fundación, el 19 de septiembre de 1956, del Partido Africano para la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde.
Líder de una claridad meridiana, ponderó la unidad como motor para la lucha contra el colonialismo y el imperialismo, que mantienen en el atraso a los pueblos africanos y del mundo.
La fineza y profundidad de su pensamiento la vemos cuando dijera: “Para nosotros, revolución africana quiere decir transformación de la vida económica actual en sentido de progreso. Lo que exige la liquidación previa de la dominación económica extranjera, de lo cual depende todo otro tipo de dominación”. Dijo también que “la unidad vendrá al servicio de África, al servicio de la humanidad”.
Cabral, gran exponente de la época de las independencias en África e ingeniero agrónomo que dedicó su vida a la consecución de la libertad de su pueblo, el de Guinea-Bissau, hermanado al de Cabo Verde (sus padres eran de allí). A ambos territorios buscó unir en la lucha por la independencia y una vez alcanzada la independencia mancomunarlas como naciones soberanas, aunque la muerte le impidió consumar el sueño de ver eliminado el colonialismo portugués.
Las luchas de liberación nacional son obras de muchos, pero siempre hay hombres que las inspiran y las impulsan, ese es el caso de Amílcar Cabral en Guinea Bissau, Cabo Verde y allende las fronteras de ambos. Él fue faro y guía de ese proceso.
Amílcar Cabral, como todos los hombres cultos de su época, estudió el pensamiento de Carlos Marx y Federico Engels, y lo adaptó a las condiciones históricas concretas de la lucha librada, de manera creativa, sin calco, ni copia como decía José Carlos Mariátegui.
Pasó parte de su adolescencia en las islas y desarrolló su trabajo profesional y su praxis revolucionaria en la parte continental, lo que le permitió identificarse con la historia y la cultura de las dos regiones de la colonia. Abandonó la agronomía y la poesía, para dedicarse a crear un partido de nuevo tipo, que permitiera alcanzar el don preciado de la libertad e independencia.
Siempre mantenía una confianza y una fe, casi mística en la victoria del PAIGC sobre el colonialismo portugués, la que inculcaba a sus subordinados. Una de sus características esenciales es que estudiaba todo, cada paso que pensaba dar, cada combate que tenía que emprender y puedo decir que nada era improvisado en su accionar.
La forma en que diseñó y fue trabajando para proclamar al Estado es un vivo testimonio de este aserto. Concibió ese proyecto, lo meditó con paciencia, consultó detalles con algunos, sin dar el plan por terminado, sino como algo en proceso de elaboración. Para ello contó con el apoyo incondicional y creativo del embajador tanzano Salim Ahmad Salim, miembro prominente y presidente del Comité de Descolonización entre 1972 y 1980, quien lo asesoró en cada paso.
El comandante Ernesto Che Guevara había sido impresionado, de manera positiva, por Amílcar y después de conocer la realidad de la lucha que libraba el PAIGC, en el curso de las conversaciones sostenidas en Brazzaville y Conakry, considera y así lo expresa, que ese era el movimiento revolucionario más serio del continente.
En la obra Biografía del Che en facsimilares, página 148, el comandante escribió: “Pereira, el segundo, es como Cabral muy modesto, son trabajadores, se meten en la zona de combate”.
Amílcar estimó que todas las vías para una solución pacífica estaban cerradas, por la obstinación del gobierno portugués y, por tanto, el único camino que le quedaba al pueblo era la lucha armada y con seriedad y vigor se entregó a preparar la guerra necesaria en Guinea Bissau y Cabo Verde. En el primero de los escenarios todo sería relativamente más fácil, por la topografía del terreno y, en el segundo, las condiciones naturales harían más complejo el proceso, pero allí se impondría la creatividad del que ama la libertad.
Memorable fue el encuentro el con Comandante en Jefe Fidel Castro y el comandante Manuel Piñeiro en las montañas del Escambray. En esa ocasión preguntaba constantemente muchos aspectos sobre la lucha guerrillera cubana, saltaba hacia aspectos de la educación u otro tema relacionado con la construcción de una nueva sociedad.
Quería absorberlo todo, se sentía satisfecho del diálogo con el jefe de la revolución cubana. Hablaron mucho sobre África, sus problemas económicos, sociales, sus peculiaridades y la necesidad de tomar en consideraron a los grupos tribales, y a toda la herencia dejada por la noche colonial. Fidel lo escuchaba con suma atención y, como siempre, le hacía una pregunta tras otra. Concordaron en lo imperioso del intercambio de experiencias, entre los revolucionarios.
La admiración era mutua y ya Fidel lo había calificado de brillante en la clausura de la Conferencia Tricontinental. Amílcar unía a un conocimiento profundo de su pueblo, la determinación de luchar con las armas en la mano contra el colonialismo portugués, una recia personalidad, una visión muy amplia de África en su conjunto y una actualizada información sobre el acontecer internacional.
Era ya una personalidad respetada por sus pares africanos, por los dirigentes de los países africanos, las máximas autoridades de los países y partidos socialistas, además del mundo del pensamiento progresista de la época y determinada prensa.
En el encuentro antes mencionado, Cuba decidió fortalecer la ayuda al PAIGC consistente en especialistas de varias ramas militares, médicos, material de guerra y otros materiales.
Alrededor de una década duro nuestra presencia solidaria y militante con esos luchadores por la libertad y una vez alcanzada la independencia en 1975, Cuba ha proseguido apoyando, en la medida de sus posibilidades.
Y cuando Fidel viajó por primera vez a África en mayo de 1972, en Conakry habló con Sekou Touré y Amílcar Cabral, para reforzar el esfuerzo solidario y acelerar el fin de la guerra.
Del cerebro fecundo de Cabral surgió una sólida reflexión sobre el papel de la pequeña burguesía en la lucha de liberación nacional, que hoy reclama un estudio muy concienzudo con el fin de extraer enseñanzas para el momento actual de las luchas sociales.
Al mencionar detalles en la vida de Amílcar, recuerdo con alegría que, en cada efeméride cubana, se aparecía en nuestra embajada con un mensaje para el Comandante en Jefe, pero esa práctica se extendía a cada uno de los países o personas que lo ayudaban en la lucha. Estaba genuinamente pendiente de cada fecha significativa y eso denotaba organización y además la relevancia que le daba al factor humano o psicológico.
Siempre el Líder y el PAIGC mostraron un acendrado interés en ser cuidadosos con los dirigentes vecinos, pero al mismo tiempo actuaban de manera que se les respetara. El amor a la independencia primaba en ellos. Este factor es necesario ponderarlo, en su justo valor, tomando en cuenta las diferencias de todo tipo, entre los presidentes Sekou Touré de Guinea y Leopoldo Sedar Senghor de Senegal y que las mismas no incidieran en las actividades del PAIGC y la lucha liberadora.
Parejo cuidado mostró todo el tiempo en las contradicciones chino-soviéticas, cuando cada uno trataba de arrimar la brasa a su sardina.
La firmeza de su carácter también era otra de sus características y recuerdo que, en una ocasión, tuvo una fuerte discusión con un compañero cubano y no solo fue fuerte, sino que después me dijo que él solo examinaría los temas políticos conmigo. Entiéndase bien, no es que Amílcar rechazara la polémica, no; pero no aceptaba que el interlocutor tratara de imponerle una idea. Era una persona muy segura de sí misma y para quien la mejor defensa era el ataque.
Muchas veces, al llegar a las oficinas del secretariado del PAIGC, me encontré al líder, sentado ante su humilde buró, vestido con su inseparable safari, con los espejuelos a nivel de la cabeza y los ojos inmersos en algo que escribía. Podía ser temprano en la mañana o tarde en la noche.
El humo del cigarrillo Marlboro llenaba la pequeña estancia. Nunca descansaba o, mejor dicho, se solazaba de otra forma, leía un periódico o un texto y la concentración lo alejaban, por instantes, de los inconvenientes cotidianos. Cuando se tiene sobre sus espaldas la lucha de liberación de un país, con las complejidades que ello conlleva, la vida se torna compleja y tensa, pero nunca lo vimos amargo, sino más bien optimista y buscando salidas a las vicisitudes de la lucha.
No había libro de la editorial francesa Maspero, dedicada a la obra de los revolucionarios, que Amílcar no conociera, me lo imagino leyendo en los aviones, con esa avidez de quien sabe que cada minuto de su existencia es precioso y debe ser empleado para la causa que ha abrazado.
Hombre muy discreto, jaraneaba, pero manejaba con destreza las palabras y no pronunciaba una de más. Amigos y embajadores o diplomáticos muy experimentados mencionan con frecuencia esas facetas del líder del PAIGC. Nunca lo vi excederse en una recepción, era sumamente cuidadoso.
Si, cuando los patriotas del PAIGC liquidaban a un colonialista estaban mostrando que eran capaces de vencer al enemigo, de obtener la victoria y al mismo tiempo, liberar al Portugal fascista de uno de los regímenes más crueles que ha conocido un país europeo.
Fue esa, una gran contribución al proceso de formación de la conciencia del hombre africano, de sus capacidades y de lo innoble y acientífico de muchas de las concepciones de supuestos pensadores de los países coloniales acerca de la inferioridad de los seres humanos del mundo colonizado.
Este profundo admirador del psiquiatra y filósofo Frantz Fanon pensó y trabajó mucho para lograr que la mujer jugara un papel de primer orden en la lucha liberadora. Su pluma y accionar se empeñaron a fondo en esa dirección, con resultados positivos.
Ningún aspecto del porvenir de su país escapó a su reflexión. Amílcar Cabral insistía en la primacía de la cultura, “fundamento mismo del movimiento de liberación”, y en la prioridad que debía darse a la educación en la lucha por la independencia. “Debemos reservar a nuestros niños, afirmaba, lo mejor de cuanto sabemos. Ellos son las flores de nuestra lucha”.
Uniendo el pensamiento a la acción, fundó escuelas en las zonas liberadas y una escuela piloto en Conakry, de la que salieron muchos cuadros, formados en Cuba, como graduados universitarios y quienes hoy tienen sectores importantes de la vida del país en sus manos.
Su claro y preciso verbo, el manejo de los conceptos, su práctica revolucionaria y el prestigio alcanzado lo llevaron a que en varios escenarios él fuera el portavoz de los otros Movimientos de Liberación de las colonias portuguesas, como ocurrió en la mencionada Conferencia Tricontinental en enero de 1965 en la Habana, en la reunión con el Papa Pablo VI el 1 de julio de 1970 y el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas en Nueva York.
Una misión del Consejo de Descolonización de la ONU visitó las zonas liberadas de Guinea Bissau, y una delegación del PAIGC, encabezada por Cabral, visitó China, Corea del Norte, Japón y Suecia en la consolidación del grupo de países que reconocerían al nuevo Estado que proclamaría.
En una reunión sobre las nociones de raza, identidad y dignidad que la Unesco organizó en julio de 1972, presentó un enjundioso estudio. Con paciencia, tacto, perseverancia y coraje fue tejiendo el pedestal sobre el que se levantaría la Patria, como estado soberano.
Su incansable labor también se hacía sentir en desarrollar las Fuerzas Armadas y procuraba incesantemente los medios militares y la formación de las mismas con la ayuda de Cuba, de la Unión Soviética, Argelia y otros países.
Amílcar, quien proclamó con fuerza, durante la conferencia Tricontinental en la Habana, “La lucha de liberación nacional es un acto de cultura”, consideraba que en ella y con ella, contribuíamos al desarrollo civilizatorio de los seres humanos.
Su talón de Aquiles fue no haber prestado la debida atención a su seguridad personal, a los consejos, sugerencias e informaciones que dirigentes amigos le trasmitieron sobre los planes para asesinarlo, para con ello darle un golpe mortal a la lucha de liberación.
No se puede borrar o minimizar la historia y el aporte a la lucha revolucionaria de un hombre emblemático de la estatura histórica de Amílcar Cabral. Las ideas no mueren y Amílcar brillará con luz de aurora en cada pueblo que se decida realmente a luchar por su independencia.
¡Hasta la victoria siempre!

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