Por Pedro Rioseco
Las acciones de guerra biológica perpetradas por el Gobierno de Estados Unidos contra Cuba realmente comenzaron desde casi el mismo triunfo de la Revolución Cubana, en enero de 1959, con el propósito de asesinar a su máximo líder, Fidel Castro Ruz, mediante el empleo de microorganismos letales y agentes biológicos para contaminar tabacos que le privaran de su barba y finalmente resultaran mortales, o el regalo de un traje de buzo infectado con bacilos de la tuberculosis, entre otros ejemplos. Estos hechos de atentados biológicos forman parte de los 638 intentos de la CIA por asesinar al líder cubano.
A la par del bloqueo genocida y la invasión mercenaria por Girón en 1961, la tarea número 33 de la tristemente célebre Operación Mangosta, a cargo de la CIA estadounidense, con la cual el Gobierno de Estados Unidos quiso aplastar a la Revolución cubana al fracasar la invasión mercenaria, ordenaba usar agentes biológicos y químicos para incapacitar a trabajadores azucareros.
Un año después, Cuba sufrió el virus patógeno New Castle, cepa velogénica nunca antes presente en la isla, y debió sacrificar casi todas sus aves.
En 1978, el Gobierno de Estados Unidos introdujo la epifitia roya de la caña, que obligó a exterminar la variedad Barbados 4326, entonces conveniente por sus altos rendimientos agrícolas e industriales.
En 1971, está comprobada la introducción de la fiebre porcina africana, que obligó a sacrificar 740 mil cerdos. Ocho años después, en 1979 y 1980, cuando ya se había logrado recuperar el ganado porcino, reapareció la fiebre porcina africana, que costó otros 30 000 animales.
En ese año, Estados Unidos, que al parecer había suavizado el bloqueo, exportó cultivos hacia Cuba. Sin embargo, dentro de la tela que tapaba los cultivos venía el moho azul del tabaco, que destruyó más del 85 por ciento de los cultivos de tabaco cubano. Las exportaciones de tabaco desaparecieron, y por primera vez se debió importar para el consumo nacional.
Con la indignación, el pueblo cubano recuerda el crimen de 1981 de la CIA al introducir en Cuba la fiebre del dengue hemorrágico, utilizando terroristas de origen cubano residentes en Miami. El balance fue la muerte de 158 cubanos, de ellos 101 niños.
En 1984 se realizó un juicio en Nueva York contra Eduardo Arocena (mercenario cubano agente de la CIA) por asesinar al diplomático cubano Félix García, destacado en la misión ante la ONU. En ese juicio Arocena declaró: «La misión del grupo encabezado por mí no era asesinar a nadie sino obtener ciertos gérmenes patógenos e introducirlos en Cuba». Dicha confesión consta en el acta asentada en la página 2189, expediente 2 FBI-NY 185-1009, pero el fiscal no ordenó investigarla.
En 1981 y 1982 ingresó en Cuba la seudodermatosis nodular bovina -endémica en África-, cuyo agente etiológico fue aislado en el laboratorio de Camp Ferry de Nueva York.
En 1984, en Guantánamo, se desató una epidemia de disentería originada en la base militar que allí instaló y mantiene a la fuerza Estados Unidos.
Cinco años más tarde, en 1989, surgió en Cuba la sigatoka negra del banano, que comenzó por el centro del país, y afectó también al ganado vacuno.
En 1994 se difundió la hemorragia viral del conejo, común en México. Se demostró que habría sido imposible que llegara a Cuba desde México.
En 1996, las abejas de Cuba fueron atacadas con la varroasis que se introdujo desde Matanzas (en el centro del país), de manera artificial -porque por vía natural debería haber ingresado por el occidente o el oriente de la isla. Ese mismo año el frijol, la papa, el pimiento y otros cultivos sufrieron el insecto Thrips Palmi (el thrips de los melones), un devorador polífago.
El historiador de la ciencia, José Altshuler, reveló que el director de los Laboratorios Biológicos del Ejército Norteamericano en Fort Detrick, declaró al The New York Times que en 1960 propuso emplear agentes biológicos para matar o incapacitar a muchos cubanos. Lo cual dijo “sería una buena cosa porque salvaría vidas norteamericanas”. A confesión de parte…
Probar la culpabilidad de un ataque biológico resulta difícil, ya que los organismos causantes están en la naturaleza de todas formas, y si estos son enviados clandestinamente, se podría discutir que la situación es el resultado de una epidemia espontánea.
En mayo de 1979 un subcomité especial del Senado de Estados Unidos, en documento oficial, estableció que las armas biológicas son extremadamente adecuadas por necesitarse solo una pequeña cantidad para efectos muy nocivos.
Aduce que ellos son comparables con las armas nucleares, de emplearse contra poblaciones no protegidas y cosechas. En Vietnam y Laos, miles de personas y miles de hectáreas de suelo, que todavía hoy no pueden cultivarse, fueron víctimas mortales del famoso agente naranja empleado por Estados Unidos.
La participación directa de determinadas personas o funcionarios de Estados Unidos o sus mercenarios a sueldo; la relación de la aparición inexplicable del hecho en cercanías de corredores aéreos internacionales; los indicios dejados por personas sospechosas durante la ejecución de la primera etapa de acción, y que guardan una correspondencia directa con el fenómeno detectado; la dependencia directa de determinados hechos con los intereses de espionaje de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) estadounidense, son los factores que han confirmado las acciones bioterroristas de los «servicios especiales» estadounidenses. Igualmente, se han documentado 581 agresiones contra representaciones de Cuba en el exterior.
Todas estas agresiones forman parte de la guerra encubierta bajo el engañoso nombre de “embargo” y que desde 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha condenado cada año, con el voto de la casi totalidad de sus miembros a favor de la Resolución titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”.
Dicha Resolución reafirma, entre otros, los principios de igualdad soberana, no intervencionismo y no injerencia en los asuntos internos y la libertad de comercio y navegación internacionales, y su aprobación consecutiva durante los últimos 32 años evidencia la condena de la Comunidad internacional a la aplicación de medidas dirigidas a reforzar y ampliar ese bloqueo, considerado un acto de guerra por las normas internacionales, y que por los efectos negativos sobre la población cubana califica como un delito de genocidio.