Por Joakim Navarro Mañas
Entre las principales críticas destacan el trato privilegiado otorgado a las cuentas de pago, la inacción frente al acoso, las modificaciones drásticas del algoritmo que amplifican los mensajes de odio y las ideas de ultraderecha, la proliferación de granjas de bots, así como el polémico manejo de temas sensibles, como la resistencia palestina. Estos factores han provocado varios intentos de éxodo hacia otras plataformas, e incluso el abandono definitivo de numerosas cuentas. Sin embargo, hasta ahora, estos movimientos no habían alcanzado la magnitud que estamos presenciando en los últimos días.
¿Por qué ahora?
La reciente victoria de Donald Trump ha sido un detonante clave en el éxodo masivo de usuarios de X. Si en su primer mandato se señaló a Facebook y el escándalo de Cambridge Analytica como piezas fundamentales, en esta ocasión la influencia de X ha sido evidente. Elon Musk no ha ocultado su apoyo al nuevo presidente y, como recompensa, ha sido nombrado ministro de «Eficiencia Gubernamental». Este evidente intercambio de favores ha generado una oleada de indignación y rechazo que ha acelerado la migración fuera de la plataforma.
Medios influyentes, como The Guardian o La Vanguardia en España, han anunciado que dejarán de publicar en X, al considerar que la plataforma se ha convertido en un caldo de cultivo para la desinformación y un espacio con reglas manipuladas para favorecer un sesgo ideológico ultraliberal y derechista. Personalidades destacadas, como el escritor Stephen King, también han cerrado sus cuentas, describiendo la atmósfera de X como «demasiado tóxica».
En este contexto, la victoria de Trump ha actuado como un catalizador que ha intensificado una tendencia previa, arrastrando a referentes clave que solían dar a X un carácter plural y que muchos usuarios valoraban como una fuente de información confiable.
¿Qué hacer?
Las recientes deserciones de figuras y medios destacados han desatado un intenso debate en las cuentas progresistas de X. Por un lado, están quienes defienden permanecer en la plataforma, argumentando que esta sigue siendo un campo de batalla ideológico crucial que no se puede ceder a las fuerzas conservadoras. Desde su perspectiva, abandonar X sería una claudicación que aceleraría la pérdida de espacios para disputar la hegemonía en el debate público.
Sin embargo, esta postura enfrenta críticas. Muchos señalan que las reglas del juego en X están profundamente manipuladas para favorecer ciertas posturas, lo que convierte cualquier intento de difundir ideas emancipatorias en una tarea ardua, si no directamente infructuosa. Además, numerosos usuarios de sesgo progresista tienden a rehuir la confrontación: simplemente añoran el antiguo Twitter, donde podían informarse y dialogar con cuentas afines sin la constante intromisión de trolls, bots o discursos de odio que dominan el actual panorama.
En paralelo, otras cuentas han optado por diversificar su presencia abriendo perfiles en Bluesky, la plataforma emergente que muchos consideran la principal alternativa a X. Este enfoque busca amplificar el alcance de sus mensajes y asegurarse de estar presentes allá donde se traslade el público. Es el caso, por ejemplo, del Partido Comunista de España (@elpce.bsky.social) y de esta misma publicación, Mundo Obrero (@mundoobrero.es). Sin embargo, esta estrategia implica duplicar esfuerzos y gestionar una mayor complejidad, lo que probablemente limitará su adopción a cuentas con una amplia base de seguidores, ya sean individuales u organizacionales.
El Cielo Azul, ¿destino seguro?
Bluesky se ha consolidado como el principal destino de este éxodo digital, rivalizando únicamente con Threads, la apuesta de Meta-Facebook. La nueva red social, que ha incrementado su base de usuarios en un 70% en los últimos días y se ha convertido en la aplicación más descargada en plataformas móviles, presenta un modelo de microblogging muy similar al de X. No es casualidad: su fundador es uno de los creadores originales de Twitter.
Además de las funciones habituales como reposts, hashtags y listas de tendencias, Bluesky incorpora herramientas diseñadas para fomentar comunidades más saludables. Entre estas destacan la posibilidad de bloquear masivamente cuentas derechistas o abiertamente fascistas, una funcionalidad que ha generado incomodidad en esos sectores. También ofrece starter packs con sugerencias de cuentas a seguir según afinidades, feeds temáticos personalizables y un algoritmo ajustable por los propios usuarios, lo que supone un cambio significativo frente a la opacidad de X.
Sin embargo, Bluesky no está exenta de críticas. Su origen como empresa estadounidense con sede en Delaware, un conocido paraíso fiscal, genera desconfianza. Muchos temen que, tarde o temprano, los inversores exijan rentabilidad, ya sea a través de publicidad o de otros mecanismos aún por definir. Aunque la plataforma promociona su protocolo descentralizado, que permitiría a terceros contribuir con servidores propios para evitar la concentración de datos en una sola entidad, la realidad es que, por ahora, nadie ha asumido los altos costos asociados a esta infraestructura.
En resumen, el entusiasmo inicial por abandonar una plataforma en decadencia como X no debe hacer que bajemos la guardia respecto a las nuevas alternativas. Bluesky ofrece un respiro temporal, pero su evolución futura dependerá de cómo gestione la inevitable presión del modelo de negocio capitalista. ¿Llegaremos algún día a disfrutar de una red social pública, transparente y libre de intereses lucrativos o antipopulares?
Aunque deseable, este escenario parece, por ahora, incompatible con el sistema socioeconómico dominante.