martes 24 de junio de 2025
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Operación Carlota: la mayor hazaña histórica del internacionalismo cubano

La Habana (CGR): Hace ya 34 años, cuando regresaron a la Patria el 25 de mayo de 1991 los últimos 500 de los más de 370 mil combatientes internacionalistas cubanos que hicieron posible la independencia de Angola, la liberación de Namibia y la eliminación del régimen del apartheid en Sudáfrica, concluía exitosamente la Operación Carlota luego de 15 años y medio.

Por Pedro Rioseco

La más justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país y una de las más singulares hazañas militares de la historia moderna, llevó el simbólico nombre de Carlota, una negra esclava africana sublevada durante el oprobioso régimen español en el ingenio Triunvirato, de Matanzas, que fue salvajemente asesinada, atado su cuerpo a caballos que tiraron de forma contraria, hasta descuartizarla.

Exactamente 132 años después de ese crimen, el 4 de noviembre de 1975, se conoció en Cuba que asesores cubanos derramaron por primera vez su sangre junto a militares angolanos para intentar impedir que una fuerza militar invasora sudafricana tomara Luanda, la capital de ese país, e impidieran así la proclamación de su independencia.

Al conocer ese enfrentamiento el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el pedido de ayuda urgente del máximo líder del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), Agostinho Neto, ante la inminente toma militar de Luanda, ordenó el traslado a ese país africano de las primeras unidades de combate, por vía aérea y naval, en esa hora crucial para el hermano pueblo consecuente con la profunda vocación internacionalista de la Revolución Cubana.

Ya el 25 de julio de 1975 Cuba había recibido la primera solicitud de ayuda del MPLA, y los primeros instructores cubanos llegados por barco pusieron a funcionar de inmediato cuatro escuelas para los oficiales de las FAPLA. Una en Delatando, que los portugueses llamaban Salazar, a 300 kilómetros al Este de Luanda; otra en el puerto atlántico de Benguela; otra en Saurino, antiguo Enrique de Carvalho, en la remota y desierta provincia oriental de Lunda, donde los portugueses habían tenido una base militar que destruyeron antes de abandonarla, y la cuarta en el enclave de Cabinda.

El apoyo de Cuba a los movimientos revolucionarios africanos había comenzado desde 1965, cuando el Comandante Ernesto Che Guevara alertó sobre «la necesidad de brindar su aporte solidario para impedir la recolonización de Zaire y contribuir a la lucha armada de los pueblos de las colonias portuguesas, como punto de partida para el gran y definitivo combate: la liberación del pueblo sudafricano del yugo ignominioso del apartheid y la independencia de Namibia ocupada también por los racistas blancos de Pretoria».

La fecha fijada por los colonialistas portugueses para la independencia de Angola había sido el 11 de noviembre de 1975. Pero las fuerzas reaccionarias internas y externas, violando ese acuerdo, habían organizado, financiado, armado y entrenado a las tropas encargadas de evitar el inminente ascenso del MPLA al poder mediante las elecciones anunciadas, apoyados en primer lugar por Estados Unidos, además de Francia, Inglaterra, y con la complicidad de Zaire y Sudáfrica.

Las fuerzas armadas de Zaire y el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) encabezado por Holden Roberto, un conocido agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y la llamada Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) liderada por JonnasSavimbi, un personaje ligado a los círculos económicos dominantes y al régimen sudafricano, junto a refuerzos sudafricanos y de mercenarios blancos en Cabinda atacaron de nuevo el día 6 de noviembre de 1975, y con fuerzas mayores repitieron la acción el día 10 en las posiciones patrióticas en Quifangondo, 20 kilómetros al norte de Luanda con el objetivo de penetrar en la capital.

En ambas ocasiones fueron rechazadas por unidades de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) y parte del personal cubano y angolano del centro de instrucción de Delatando, que aniquilaron el intento enemigo y dejó en su retirada cientos de cadáveres sobre el terreno. Luanda y Cabinda estaban salvadas.

Fidel Castro diría años después: “Por primera vez, en ese apartado punto de la geografía africana, la sangre de cubanos y angolanos se unió para abonar la libertad de aquella sufrida tierra”.

En el primer minuto del 11 de noviembre de 1975, al asumir como presidente el líder del MPLA, Agostinho Neto, en medio de una impresionante multitud enardecida, anunciaba al mundo el nacimiento de la República Popular de Angola.

Angola puso en pie de lucha a todo el pueblo cubano, movilizado voluntariamente por su profunda convicción internacionalista, por iniciativa propia y asumiendo grandes desafíos.

El escritor colombiano, Gabriel García Márquez, escribió que, en los primeros días de la guerra en Angola, cuando la situación era urgente, Fidel Castro estaba hasta 14 horas diarias dirigiendo el curso de los combates desde la sala de comando de la Operación, sin comer o dormir, como si él mismo estuviera en el campo de batalla.

Vendrían luego nuevas epopeyas gloriosas, entre éstas la batalla decisiva de Cuito Cuanavale. Sudáfrica era de nuevo derrotada, la independencia de Angola preservada, la de Namibia alcanzada, y el apartheid quedaba definitivamente destrozado.

Desde 1976, el General de Ejército Raúl Castro Ruz había dicho que “De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación, el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.

El 7 de diciembre de 1989, fueron traídos a la Patria, cargados en hombros del pueblo y sepultados en la tierra que honraron, los restos de los cubanos caídos en esa y otras misiones internacionalistas. Una información oficial del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, precisaba que en Angola ofrendaron su vida 2 016 cubanos, de ellos 787 en acciones combativas, 524 por enfermedades y 705 por accidentes.

La sangre de la esclava africana Carlota, se había unido en la historia a la de los cubanos que de ella heredaron la rebeldía y la convirtieron en arma para su libertad y en sentimiento solidario con otros pueblos del mundo.

Con sobradas razones, expresaría Raúl Castro al término de la Operación Carlota: “La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia”.

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